domingo, 26 de enero de 2025

Buenos Aires (AT) – Cuando se habla de héroes de la Segunda Guerra Mundial, se suele mencionar a Oskar Schindler o Claus von Stauffenberg. Sin embargo, la historia de Otto Küsel, un hombre desconocido para muchos, demuestra que incluso los menos probables pueden convertirse en símbolos de resistencia y humanidad. Según consigna DW, desde su rol como prisionero nazi en Auschwitz, Küsel utilizó su posición para salvar a cientos de personas, una historia que desafía las nociones tradicionales de heroísmo.

Otto Küsel nació en 1909, en un pequeño pueblo cerca de Berlín. Su vida estuvo marcada por la pobreza y los constantes intentos de subsistir en una Alemania que luchaba con los efectos de la posguerra y la Gran Depresión. A los 14 años abandonó su formación como electricista, convencido de que prefería la independencia antes que la subordinación. Sobrevivía vendiendo productos puerta a puerta, desde cordones para zapatos hasta frutas.

La crisis económica de la década de 1920 lo empujó al robo, lo que le valió varias condenas y temporadas en prisión. No obstante, Küsel era alguien que siempre cuestionaba la autoridad. En una ocasión, al interactuar con un funcionario nazi que insistía en el saludo de “Heil Hitler”, Küsel respondió de forma irreverente: “Al diablo con esos tipos”. Este rechazo a someterse al régimen marcó el inicio de su resistencia silenciosa.

En 1937, Küsel fue detenido por la Gestapo bajo las leyes que permitían encarcelar indefinidamente a quienes eran considerados “criminales habituales”. Fue enviado al campo de concentración de Sachsenhausen, donde comenzaría una etapa que definiría su vida.

De prisionero a salvador

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En medio del terror, Küsel se convirtió en un símbolo de esperanza para los prisioneros de Auschwitz

Los nazis empleaban a ciertos prisioneros para controlar a otros. Estos internos, conocidos como “kapos”, recibían privilegios como mejor alimentación y protección limitada. En su mayoría, los kapos abusaban de su poder, convirtiéndose en verdugos de sus compañeros. Sin embargo, Otto Küsel se apartó de este patrón.

En mayo de 1940, Küsel llegó a Auschwitz, cuando el campo apenas comenzaba a operar bajo el mando de Rudolf Höss. Inicialmente, la mayoría de los prisioneros eran polacos no judíos, incluyendo académicos, militares y figuras públicas. Los nazis buscaban erradicar a las élites polacas, y para muchos, la llegada al campo significaba una muerte rápida.

Küsel, conocedor del sistema, advirtió a los nuevos internos que evitaran identificarse como intelectuales o militares, ya que eso los convertía en objetivos inmediatos. Desde su puesto administrativo, se dedicó a asignar trabajos menos peligrosos a quienes estaban más débiles o enfermos, y organizaba pequeños actos de sabotaje contra el régimen.

La oficina de Küsel se convirtió en un refugio donde los prisioneros encontraban apoyo y orientación. En un lugar diseñado para destruir cualquier atisbo de humanidad, Küsel se aseguró de que sobrevivieran tantas personas como fuera posible.

El escape más famoso de Auschwitz

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Auschwitz, donde Otto Küsel arriesgó su vida para dar esperanza a sus compañeros de cautiverio.

Uno de los momentos más destacados de Küsel ocurrió en 1942, cuando ayudó a un grupo de prisioneros polacos a escapar de Auschwitz. Entre ellos estaba Jerzy Tabeau, quien más tarde informaría al mundo sobre las atrocidades que se cometían en el campo.

El plan se llevó a cabo con meticulosa precisión. Küsel, aprovechando su acceso a documentos y uniformes, falsificó identificaciones y facilitó los recursos necesarios para que los prisioneros pudieran eludir la vigilancia de las SS. El éxito de esta operación tuvo un impacto duradero, ya que las historias de los sobrevivientes comenzaron a revelar al mundo la verdadera magnitud del Holocausto.

Sin embargo, ayudar a otros no estuvo exento de riesgos. A pesar de su posición como kapo, Küsel no era inmune al castigo. Los nazis sospechaban de sus intenciones, pero nunca lograron reunir pruebas concluyentes en su contra. Esto no impidió que fuera golpeado en varias ocasiones, pero su determinación no disminuyó.

Tras el final de la guerra, Küsel se enfrentó a un mundo que apenas comenzaba a procesar los horrores del Holocausto. Regresó a una Alemania devastada, donde las prioridades giraban en torno a la reconstrucción y la supervivencia diaria. Aunque algunos sobrevivientes de Auschwitz hablaron de su valentía, Küsel nunca buscó reconocimiento ni gloria.

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