En muchos argentinos resuena hasta la fecha la frase de Anibal Fernández, entonces jefe de Gabinete del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner: “La Argentina tiene menos pobres que Alemania”. Lo dijo el 9 de junio de 2015, en medio de los cuestionamientos para con el gobierno de Fernández de Kirchner sobre los datos oficiales, tanto de inflación como de pobreza. La frase de Aníbal Fernández quedó impregnada en la memoria colectiva de los argentinos.
Desde una mentalidad argentina es chocante la noción de que en un país europeo sea inferior en materia económica. Sin dudas, un argentino podría discutirle a un alemán sobre fútbol, pero no sobre la capacidad industrial, financiera y social de uno de los gigantes de Europa.
Sin embargo, en tiempos en los cuales el antiguamente denominado “motor” de Europa afronta los múltiples desafíos que le exigen un modelo económico anticuado y hoy marcado por huelgas y casi nulo crecimiento es bueno recordar que la pobreza existe también en Alemania.
De hecho en los últimos años ha aumentado. A pesar de ser uno de los países más ricos del mundo, existen personas sin hogar durmiendo en la calle, madres renunciando a comidas para alimentar a sus hijos y pensionistas que buscan botellas desechadas para intercambiar por el depósito.
La pobreza en el motor de Europa
Según datos del Paritätische Wohlfahrtsverband de datos de fines de 2023, la organización alemana para las organizaciones de bienestar, 13.8 millones de alemanes viven en la pobreza o están en riesgo de caer por debajo de la línea de pobreza. Sin embargo, es importante destacar que el término “pobreza” en este contexto se refiere a la pobreza relativa, que se mide por las condiciones de vida promedio de la sociedad en cuestión. Para decirlo de otro modo: el dato no significa que millones de personas en Alemania estén en riesgo de morir de hambre o congelarse hasta la muerte.
En 2021, Alemania ocupaba el puesto 20 como el país más rico del mundo, medida por el PIB per cápita, con un promedio de $50,700 (€52,200) por persona al año. Comparado con el país más rico del mundo, Luxemburgo, que tiene un PIB per cápita de $136,700, y el país más pobre, Burundi, con solo $270, queda claro que Alemania es una nación económicamente próspera. A pesar de esto, la pobreza relativa persiste y afecta a una parte significativa de la población.
¿Qué significa ser pobre?
En la Unión Europea, una persona se considera en riesgo de pobreza o pobre si sus ingresos son inferiores al 60% de la mediana en su país respectivo. Si es inferior al 50%, se considera pobreza extrema. Para Alemania, esto significa que las personas solteras que ganan menos de €1,148 al mes en ingresos netos se consideran por debajo de la línea de pobreza. Para padres solteros con un hijo, esa cifra es de €1,492, y para un hogar con dos padres y dos hijos, €2,410. Las cifras reflejan la realidad de que, aunque Alemania tiene un alto nivel de vida en general, hay una brecha significativa entre los ingresos de diferentes grupos de población.
¿Qué hace el Estado al respecto?
La red de seguridad social de Alemania, que incluye el sistema conocido como Hartz IV, proporciona una ayuda básica para aquellos que no pueden encontrar trabajo o no pueden trabajar. Ese dinero está destinado a cubrir gastos básicos como el alquiler, la calefacción y el agua, así como el seguro de salud. Sin embargo, las críticas a este sistema son usuales. Las personas solteras reciben solo €449 al mes para gastos que van desde comida y ropa hasta facturas de servicios como internet, teléfono y electricidad. Para las familias con hijos, el apoyo es apenas mayor, pero todavía insuficiente para permitir un nivel de vida cómodo.
El gobierno alemán propuso este año aumentar la tarifa estándar a €503 al mes. Y también cambiar el nombre a Bürgergeld, o “dinero de los ciudadanos”. Sin embargo, algunos expertos en pobreza, como el científico social Christoph Butterwege, sostienen que incluso esa medida estará lejos de ser suficiente. Butterwege argumenta que se necesitan al menos €650 al mes para que las personas vivan con dignidad y puedan, por ejemplo, comprar alimentos saludables para cada comida. Bajo el sistema actual, solo se destinan €5 por persona al día para comer, lo que deja a los hogares más pobres comprando menos comida o de menor calidad.
La pobreza de la vejez
Los pensionistas también enfrentan dificultades financieras. Con la inflación en aumento, muchas personas mayores son incapaces de llegar a fin de mes sin ayuda. Comprar alimentos básicos como pan, leche, frutas y verduras se ha vuelto más difícil. Los precios de estos productos aumentaron bastante en el último año. En 2020, alrededor de 1.1 millones de personas utilizaron bancos de alimentos en Alemania, y este número se ha acercado a los 2 millones en la actualidad.
La pobreza en la vejez también es una preocupación en Alemania. A pesar de décadas de trabajo, muchas personas mayores no tienen suficientes ingresos de pensión para cubrir todos sus gastos. Esto es especialmente cierto para las mujeres, que a veces trabajaron y ganaron menos que los hombres en sus carreras. Se espera que la pobreza en la vejez afecte al 20% de los alemanes para 2036, según un estudio de la Fundación Bertelsmann. A pesar de que el gobierno ofrece asistencia para aquellos con pensiones por debajo de cierto umbral, muchos evitan solicitarla debido al estigma asociado a ser vistos como necesitados.
Trabajadores pobres
A pesar del aumento reciente del salario mínimo, los trabajadores pobres también están en aumento en Alemania. Con un salario de €12 por hora, una persona soltera sin hijos que trabaja 40 horas a la semana recibiría un ingreso neto de alrededor de €1,480 al mes. Aunque esto está nominalmente por encima de la línea de pobreza, el aumento de los precios erosionó el poder adquisitivo.
Los estudiantes también se ven afectados por la situación económica, en especial los que dependen de fondos federales. Ellos reciben un máximo de €934 al mes. La cifra incluye dinero para vivienda y seguro de salud. Esta cantidad sitúa a los estudiantes muy por debajo de la línea de pobreza. Y también dificulta su capacidad para cubrir los costos de vida mientras estudian.
El gobierno alemán ha anunciado planes para gastar €200 mil millones. De ese modo se busca amortiguar el impacto de los altos precios de la energía. Muchos economistas creen que esa cifra no será suficiente para absorber todos los costos adicionales. El motivo principal es que la inflación seguirá siendo alta en el futuro. La vida en Alemania continuará siendo costosa, y eso afectará en especial a quienes carecen de ahorros ni tienen una red de seguridad financiera.
Historia de la pobreza en Alemania
En un estudio reciente llamado “The top rich in Europe in the long run of history (1300 to present day)”, se proporciona una reconstrucción detallada de la desigualdad de riqueza en la región alemana durante cinco siglos, desde las consecuencias de la Peste Negra en 1348 hasta 1850, antes de la industrialización. El estudio reveló que la desigualdad de riqueza en Alemania experimentó cuatro fases alternas de declive y crecimiento a lo largo de ese período.
La primera fase de declive de la desigualdad se produjo después de la Peste Negra en el siglo XIV. Sin embargo, esta disminución fue seguida por un período de crecimiento constante durante el siglo XVI, que incluyó eventos como la Reforma Protestante y las guerras religiosas. La segunda fase de declive significativo de la desigualdad ocurrió debido a la Guerra de los Treinta Años en el siglo XVII.
Luego, otra fase de crecimiento de la desigualdad comenzó alrededor de 1700 y continuó hasta 1850, y más allá de esa fecha durante la industrialización. Dichos hallazgos desafían la idea convencional de que la desigualdad disminuye a medida que una sociedad se industrializa y desarrolla. En el caso de Alemania, la desigualdad aumentó durante la industrialización.
Este estudio también destaca que las catástrofes, como las guerras y las plagas, pueden tener un impacto significativo en la desigualdad económica. La Guerra de los Treinta Años en particular se destacó como un evento que redujo la desigualdad debido a su alta mortalidad y destrucción generalizada. Sin embargo, es importante tener en cuenta que no todas las catástrofes tienen el mismo impacto nivelador en la desigualdad. Por ejemplo, las pandemias más recientes, como la gripe española de 1918-19 o la pandemia de COVID-19, no han reducido la desigualdad de la misma manera que lo hizo la Peste Negra, debido a sus tasas de mortalidad mucho más bajas.
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