Buenos Aires (AT) – Concluido el Mundial de Clubes FIFA 2025, que por primera vez se realizó con el nuevo formato ampliado de 32 equipos, las miradas se posan ahora en lo que será el mayor evento futbolístico del planeta: el Mundial de Selecciones FIFA 2026. Aunque la competencia de clubes ofreció momentos de buen fútbol, también expuso numerosos problemas logísticos, climáticos y de infraestructura que encienden alarmas de cara al próximo año.

Falta de asistencia y precios impagables
Durante el torneo, la FIFA tuvo que lidiar con estadios semivacíos, algo que contrastó con las altas expectativas iniciales. Según cifras oficiales, la asistencia promedio fue de 36.490 espectadores por partido. Aunque algunos encuentros (mayormente los que protagonizaron los equipos sudamericanos y europeos) atrajeron a más de 60.000 personas, otros no lograron superar los 10.000. El partido entre Mamelodi Sundowns (Sudáfrica) y Ulsan Hyundai (Corea del Sur), por ejemplo, apenas convocó a 3.412 personas.
Parte del problema fueron los precios: entradas de cuartos de final en el MetLife Stadium costaban desde US$ 309 hasta US$ 1.460, mientras que las del partido final alcanzaron los US$ 2.950.

Como contracara, y ante la baja demanda, la FIFA se vio obligada a reducir hasta un 25% el valor de las entradas y ofrecer reembolsos. En palabras del periodista Jonathan Tannenwald, del Philadelphia Inquirer: “Hay una desconexión entre lo que la FIFA cree que puede cobrar y lo que la gente está dispuesta a pagar”.
A pesar del despliegue de marketing y los esfuerzos publicitarios, el promedio de asistencia fue de 36.490 espectadores por partido, muy por debajo de lo esperado. La desconexión entre la propuesta del torneo y el interés del público estadounidense quedó en evidencia. Ni siquiera Lionel Messi con Inter Miami no logró llenar los estadios.

Condiciones climáticas extremas
El verano norteamericano no dio tregua: temperaturas cercanas a los 40 grados y niveles de humedad extremos afectaron directamente a jugadores y espectadores. El técnico del Borussia Dortmund, Niko Kovac, lo graficó con claridad: “Estaba sudando como si saliera de una sauna”.
En partidos como el de Juventus contra Real Madrid, hasta diez jugadores pidieron ser reemplazados por agotamiento. Según el sindicato de jugadores Fifpro, nueve de las sedes previstas para el Mundial presentan riesgo “muy alto” de estrés térmico.
Algunos partidos se jugaron con alertas meteorológicas activas e interrupciones por tormentas eléctricas. La FIFA debió suspender hasta seis partidos por tormentas, incluyendo dos juegos de Benfica que se retrasaron casi dos horas.
En varios estadios, la falta de techos agudizó el problema, mientras que las franjas horarias -con partidos a las 12 o 15 horas- fueron poco amigables para el público local. Para el Mundial 2026, el organismo ya confirmó que mantendrá estos horarios para favorecer la televisión europea.

Distancias enormes y transporte deficiente
El tamaño del territorio estadounidense agregó una dificultad más: las grandes distancias entre sedes. El desplazamiento entre ciudades implicó vuelos constantes y aumentó la huella de carbono del torneo. La organización Scientists for Global Responsibility advirtió que el Mundial 2026 podría ser el más contaminante de la historia.
En ciudades como Nueva Jersey o Miami, los estadios carecen de conexiones eficientes con el transporte público. En el MetLife Stadium, por ejemplo, los aficionados debieron caminar hasta 30 minutos desde la estación más cercana. Además, la salida fue complicada por restricciones para taxis y apps de transporte.

Críticas de los protagonistas
El entrenador del Chelsea, Enzo Maresca, fue tajante: “Suspender partidos por tormentas cada dos por tres no es fútbol”. También cuestionó el estado de los campos de juego: “Son como greens de golf. No están adaptados al fútbol de alto nivel”.
El belga Vincent Kompany, DT del Bayern Múnich, valoró la pasión de los hinchas sudamericanos: “Quisiera haber estado en la cancha como jugador. La hinchada de Boca Juniors fue especial. Esa `hostilidad buena´ es lo que hace grande al fútbol”.

Políticas migratorias y tensiones internacionales
La presencia del presidente Donald Trump en la final dejó una imagen potente: entregó la copa a Reece James, capitán del Chelsea, en un gesto cargado de simbolismo. Quedó claro que la política también dijo presente. La restricción de visas impuesta por el gobierno de Estados Unidos a 12 países genera incertidumbre sobre la participación de hinchas en el Mundial. Irán, ya clasificado, está incluido en la lista. Observadores temen que la medida se extienda a otros países africanos o de Medio Oriente.

Seguridad reforzada
El despliegue de seguridad fue notorio, especialmente durante la final que contó con la ya mencionada visita del presidente Trump. Hubo francotiradores, anillos de seguridad, controles adicionales y personal del servicio secreto. Este tipo de operativos podría repetirse en 2026, lo que anticipa un Mundial con medidas excepcionales.

El experimento de la FIFA
La ampliación del Mundial de Clubes fue pensada como un ensayo general. El torneo pasó de 7 a 32 equipos y de 10 a 30 días. La FIFA invirtió más de 50 millones de dólares en publicidad, pero la respuesta del público no cumplió las expectativas.
Para algunos especialistas, como Michael Brown -ex jugador y comentarista de la BBC-, “el torneo fue una buena prueba para el Mundial. Los errores de ahora permitirán mejorar la logística, los horarios y el manejo de las condiciones climáticas”.

Reflexiones de cara al 2026
Gianni Infantino, presidente de la FIFA, sigue apostando a Estados Unidos como motor del crecimiento global del fútbol. El Mundial 2026 será el más grande de la historia: 48 selecciones y partidos en 16 ciudades de tres países (EE. UU., Canadá y México). Las expectativas son altas, pero también los desafíos. La FIFA deberá revisar el sistema de entradas, replantear los horarios, mejorar la conectividad entre sedes y garantizar estadios preparados para altas temperaturas.
Por todo lo dicho queda claro que el Mundial 2026 será un evento sin precedentes. Pero para que sea un éxito, no basta con el espectáculo deportivo. La experiencia del público, la seguridad, la logística y el respeto por el jugador también importan.
En palabras del técnico español Luis Enrique: “Jugar en estas condiciones no es lo ideal para el espectáculo”. Treinta y dos años después del primer mundial disputado en los Estados Unidos, es la gran oportunidad para Norteamérica de demostrar que no pasaron en vano. La pelota, una vez más, está en el campo de la FIFA.




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