jueves, 14 de septiembre de 2023

Buenos Aires (AT) – La Argentina entró al podio de los países con la tasa de inflación interanual más alta del mundo. El Indice de Precios al Consumidor (IPC) para agosto que dio a conocer el Indec este miércoles se disparó un 12,4% comparado con el mes anterior; la más alta de los últimos 30 años. La tasa interanual del 124% deja al país detrás de Venezuela y Zimbabwe, que acumulan a junio una tasa de 399% y 172%, respectivamente, según datos de Statista.

Sin embargo y más allá de los datos absolutos, el desafío que representa el aumento de costos para los consumidores como también para las compañías es hoy un problema más global que local. Claro está, siempre a dimensiones muy lejanas de la argentina. La lucha para equilibrar los costos de producción en aumento con precios de venta al público, genera estrategias que hoy se repiten desde Alemania hasta los EE.UU.. Dos términos que han ganado protagonismo en este contexto son “shrinkflation” y “greedflation”. Un tercero -si bien distinto en su origen- es la “tipflation”.

Shrinkflation: reducción del producto al mismo precio

La “shrinkflation” es una estrategia que implica la reducción de la cantidad o la calidad de un producto sin que su precio se vea afectado. En otras palabras, las empresas disminuyen discretamente el tamaño o la calidad de sus productos para contrarrestar el aumento de los costos de producción.

Para Alexandre Bompard, presidente del Grupo Carrefour, la shrinkflation puede considerarse una estrategia defensiva, utilizada para proteger los márgenes de beneficio en un mercado caracterizado por la inflación. Las empresas que optan por esta estrategia deben ser cautelosas para que la reducción en la cantidad o calidad del producto no genere desconfianza entre los consumidores. En última instancia, la estrategia busca mantener los precios aparentemente estables mientras se ajustan los costos de producción en un mercado inflacionario.

Greedflation: ¿subida de precios necesaria u oportunista?

Por su parte, el término “greedflation” se refiere a la práctica de aumentar los precios de los productos de manera oportunista, con la intención de aprovechar la inflación y aumentar los márgenes de beneficio, incluso si no es necesario. En esta estrategia, los costos de producción no han aumentado lo suficiente como para justificar un aumento de precios.

La greedflation es para quien la implemente un juego de alto riesgo, ya que si los clientes descubren que están pagando más sin justificación, puede llevar no solo generar una disminución de las ventas sino dañar la reputación de la empresa a largo plazo. Los consumidores podrían percibir a la empresa como poco ética y no solidaria con la sociedad en la que opera.

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Shrinkflation es un término que se refiere a la menor cantidad de producto por un mismo precio. (Foto: alarconnelson.com)

Considerar cualquiera de las dos estrategias una práctica exclusiva de economías como la Argentina o Venezuela sería sin embargo un error. Tanto en Alemania como en EE.UU. o Francia, la shrinkflation es moneda común en tiempos de inflación, como comentaba en estos días el Tagesschau, el principal programa de noticias de Alemania.

Tanto la shrinkflation como la greedflation se dan en un contexto de digitalización que ofrece herramientas como la monitorización de precios y el control de los precios propios. Software de pricing, permiten hoy estar al tanto de las variaciones de precios de sus competidores y tomar decisiones en tiempo real sin recurrir a aumentos de precios indiscriminados o prácticas que puedan dañar la reputación. Estos software permiten definir márgenes de beneficio y otras variables clave para la empresa. De ese modo aseguran que los precios se ajusten a los objetivos establecidos. Además, la monitorización de precios puede ser la base para diseñar una estrategia de dynamic pricing, que permite establecer precios óptimos para cada producto en diferentes momentos y canales de venta.

Aparte de la inflación y las estrategias de precios, otro aspecto que ha generado preocupación y debate, particularmente en Estados Unidos, es la cultura de las propinas. Lo que una vez fue un gesto de gratitud en restaurantes y bares se ha extendido a lugares de comida rápida y negocios donde la interacción con el personal es mínima.

Y, un día, llegó la “tipflation”

La “tipflatión” es una combinación de “tip” (propina) e “inflatión”, se refiere al aumento en la cantidad de propina esperada, que comienza en un 20% y puede llegar hasta un 30% del total de la factura. La “tipflatión” hace referencia al aumento en los recordatorios de propina en terminales de pantalla táctil, una tendencia cada vez más común en una variedad de establecimientos. También llamada la “fatiga de la propina”, se refiere a la reacción negativa de los clientes ante la presión percibida para dar propina, especialmente cuando sienten que no es merecida.

Este fenómeno de la “tipflación”, según Forbes, se ha vuelto más pronunciado debido a la inflación y al aumento de la presión para dar propina en una variedad de situaciones. Los clientes se enfrentan a la expectativa de dar propina en una amplia gama de establecimientos, desde restaurantes de alta categoría hasta pedidos en línea y quioscos de autoservicio en lugares de comida rápida.

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