En junio de este año, el youtuber británico Christian Simpson, conocido en internet como Peri Fractic, anunció que había adquirido Commodore Corporation, la legendaria empresa de computadoras personales que marcó la década de 1980. La operación, cerrada tras siete meses de negociaciones, se concretó por un monto de siete cifras en dólares, aunque no trascendió el valor exacto.
La historia comenzó de forma casual. Simpson había consultado a los entonces dueños de la marca para obtener una licencia y desarrollar proyectos propios con el logo de Commodore. “Te podemos vender la empresa completa”, le respondieron. Así, el creador del canal de YouTube Retro Recipes pasó de fanático a director ejecutivo de un nombre que vendió más de 17 millones de computadoras en sus años dorados.
De símbolo cultural a recuerdo de nicho
Fundada por Jack Tramiel, sobreviviente del Holocausto, Commodore se convirtió en los años 80 en sinónimo de innovación accesible. Modelos como el Commodore 64, apodado “el brotkasten” (panera) por su diseño rectangular, marcaron una era. En su pico de popularidad, la compañía fue patrocinadora del Bayern Múnich y referente del mercado hogareño, con ventas millonarias y un catálogo de software que combinaba videojuegos icónicos como Summer Games o Maniac Mansion con herramientas de programación.

Pero en los 90, la creciente competencia de IBM, Atari y los compatibles PC, sumada a errores de gestión, la llevó a la quiebra en 1994. Desde entonces, la marca cambió de manos varias veces, sin lograr una resurrección estable.
Una filosofía retrofuturista
Simpson no oculta que su objetivo es comercial, pero asegura que la nueva Commodore se apoyará en una filosofía retrofuturista: “honrar el pasado para innovar el futuro”. En declaraciones en su canal, sostuvo que la misión no se limita a vender máquinas con estética vintage, sino a “proponer un uso de la tecnología más equilibrado, menos adictivo y menos invasivo”.

Su diagnóstico parte de un problema actual: la dependencia de las redes sociales y la conexión permanente. Plataformas como Facebook, Instagram, TikTok o X (ex Twitter) imponen un flujo continuo de estímulos, likes y notificaciones que diluyen la privacidad y el tiempo personal. “Somos esclavos de la tecnología que debería hacernos la vida más sencilla”, afirmó.
Posesión vs. acceso: un cambio de paradigma
El CEO de Commodore también cuestiona el modelo de consumo digital, donde comprar no significa poseer. Ejemplos recientes, como los casos judiciales que confirmaron que los juegos adquiridos en plataformas como Steam no pueden heredarse, revelan que el usuario solo accede a licencias temporales. Lo mismo ocurre con la música y las películas: el streaming priorizó volumen y precio inicial bajo, pero sacrificó calidad y propiedad real.

En este sentido, el retrofuturismo que propone Simpson no se limita a un revival estético, sino a un replanteo sobre la relación de los consumidores con sus dispositivos y contenidos.

El regreso del Commodore 64
El primer paso tangible de la nueva etapa es el relanzamiento del Commodore 64. A diferencia de las reediciones en miniatura que circularon en años recientes, este modelo recrea el hardware original, permitiendo conectar joysticks, disqueteras y cassettes auténticos. También admite carga de software por USB.
Se ofrecerá en tres versiones, con un precio base de US$ 299, y por ahora no hay fecha confirmada para su lanzamiento en Argentina. Según Simpson, la decisión de respetar el formato original responde a un compromiso con la comunidad que mantiene viva la cultura Commodore desde hace décadas.

Desafíos más allá de la nostalgia
El reto es considerable. Marcas históricas como Atari o Intellivision intentaron regresar con productos retro y fracasaron. El periodista especializado Steven Levy advirtió que “recrear la magia de un producto no garantiza éxito comercial si no se adapta a las demandas del presente”.
En esa línea, Simpson convocó a ex ingenieros y directivos de la empresa, como Michael Tomczyk —mano derecha de Tramiel en los 80— y Bil Herd, responsable del diseño de modelos clave entre 1982 y 1986. La meta es lanzar, además del C64, nuevas computadoras y consolas con prestaciones actuales, pero con la filosofía de durabilidad y control del usuario que caracterizaba a la marca original.

Un mercado con oportunidades limitadas
El negocio retro es real, pero estrecho. Según datos de la consultora Statista, el segmento global de hardware y videojuegos retro mueve unos US$ 1.500 millones anuales, con Europa y Estados Unidos como principales mercados. Sin embargo, gran parte de esas ventas provienen de coleccionistas y entusiastas, no del consumidor masivo.
Para romper ese techo, Commodore deberá ofrecer algo más que una reedición fiel: tendrá que demostrar utilidad y atractivo para usuarios que nacieron décadas después del auge de la marca.

Tecnología y adicción
Simpson insiste en que el verdadero valor de su proyecto radica en cuestionar la dependencia tecnológica. Equipara el consumo excesivo de redes sociales con un hábito nocivo que requiere autocontrol y límites claros. Diversos estudios respaldan esa preocupación: un informe de la Universidad de Harvard de 2023 indicó que el uso intensivo de redes puede correlacionar con aumentos del 15% en indicadores de ansiedad y del 13% en síntomas depresivos en adolescentes.
En su visión, Commodore puede ser una plataforma para demostrar que se puede disfrutar de la tecnología sin caer en la hiperconectividad y sin ceder el control total de los contenidos a empresas de software.

Entre el romanticismo y el negocio
No faltan escépticos. Algunos analistas sostienen que el retrofuturismo es más una estética que una solución, y que la propuesta de Simpson podría agotarse rápido si no se adapta al ritmo de innovación actual. Otros, en cambio, ven potencial en un mercado saturado de dispositivos similares, donde diferenciarse por valores como privacidad, durabilidad y propiedad real puede ser una ventaja.
La historia de Commodore está llena de giros imprevistos: desde su nacimiento como fabricante de calculadoras hasta convertirse en ícono pop y caer en bancarrota. Que su nuevo capítulo combine la nostalgia con una agenda crítica hacia la tecnología actual es, como mínimo, coherente con su trayectoria poco convencional.

Lo que viene
Simpson adelantó que en las próximas semanas presentará un segundo producto, posiblemente una versión modernizada del Amiga 1200, otra joya de la marca. Además, planea licenciar el logo a desarrolladores independientes y a empresas de hardware que compartan su filosofía.
“Queremos que Commodore vuelva a ser un nombre que signifique algo más que computadoras viejas. Queremos que sea sinónimo de tecnología humana, pensada para servir y no para controlar”, dijo el nuevo CEO. Queda por verse si este ambicioso proyecto logrará superar la mera evocación de un tiempo en que las computadoras se encendían con un comando LOAD “*”,8,1 y las conexiones eran limitadas, lentas y, para muchos, más humanas.





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