Buenos Aires (AT) – Con el fin de la segunda guerra mundial, los principales partidos políticos de Alemania acordaron un principio inquebrantable: evitar que la extrema derecha accediera al poder gubernamental. Este pacto implícito, conocido como el “muro de contención“, no solo prohibía la colaboración abierta con partidos de extrema derecha, sino que también servía como una línea roja para preservar los valores democráticos del país.
Sin embargo, esta barrera simbólica sufrió un golpe cuando el líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), Friedrich Merz, avanzó una propuesta de endurecimiento de las leyes migratorias que fue aprobada con el respaldo del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD).
Un consenso roto
La propuesta de Merz, presentada como una “moción de resolución” no vinculante, buscaba endurecer las leyes de asilo tras dos ataques violentos cometidos por solicitantes de asilo rechazados. La moción fue aprobada gracias a los votos combinados de la CDU, algunos miembros del Partido Democrático Libre (FDP) y el apoyo del AfD. Aunque Merz declaró que lamentaba depender del respaldo del AfD, su postura marcó el fin de un consenso de décadas que evitaba cualquier colaboración entre partidos democráticos y la extrema derecha.
El canciller Olaf Scholz, del Partido Socialdemócrata (SPD), acusó a Merz de romper un acuerdo histórico que blindaba a la democracia alemana frente a la influencia de la extrema derecha. “El muro de contención ha caído”, declaró Scholz en una entrevista con la televisora pública ARD, subrayando la gravedad del momento.
Por su parte, el AfD celebró la votación como un avance político. Alice Weidel, copresidenta del partido, utilizó sus redes sociales para elogiar el resultado, indicando que hubo coordinación con la CDU antes del voto. Este gesto fue interpretado como un intento del AfD por legitimar su postura en el discurso político principal.
Tensiones internas en la CDU
La decisión de Merz generó una discusión interna dentro de la CDU sobre la dirección ideológica del partido. Desde 2018, la CDU había mantenido como política oficial la “resolución de incompatibilidad”, que prohíbe cualquier tipo de coalición o colaboración con el AfD y otros partidos de extrema izquierda. Sin embargo, Merz ha adoptado una postura más conservadora desde su regreso al liderazgo en 2022, lo que muchos consideran un giro hacia la derecha.
Angela Merkel, excanciller y figura influyente dentro de la CDU, criticó abiertamente la acción de Merz. En un comunicado poco común desde su retiro en 2021, Merkel recordó que Merz había prometido en noviembre que no permitiría que el AfD tuviera un papel decisivo en el Bundestag. “Considero un error abandonar este compromiso”, afirmó Merkel, resaltando la importancia del muro de contención como una responsabilidad política fundamental.
A pesar de las críticas, la dirección actual de la CDU ha respaldado mayoritariamente a Merz, minimizando las implicaciones del voto y enfatizando que la moción solo reflejó la voluntad del parlamento. Sin embargo, esta justificación no quitó las preocupaciones sobre cómo este precedente podría afectar el papel del partido en futuras colaboraciones con el AfD.
Implicaciones políticas y sociales
El impacto de esta decisión trasciende el ámbito parlamentario. Desde 2019, investigadores documentaron al menos 120 casos de colaboración entre el AfD y otros partidos en parlamentos estatales y niveles locales, siendo la CDU el partido más involucrado. Esto pone en duda la efectividad del muro de contención, que, al parecer, funciona principalmente en el ámbito nacional.
El AfD aprovechó estos episodios para posicionarse como una fuerza política legitimada por los partidos tradicionales. Su discurso, enfocado en el endurecimiento de las políticas migratorias, tuvo eco en una parte de la población alemana que percibe la inmigración como un problema central. Según una encuesta reciente, el 47% de los votantes alemanes no tiene inconvenientes con que la CDU acepte votos del AfD para avanzar en ciertas propuestas, mientras que otro 47% se opone a esta práctica.
En contraste, un 71% de los encuestados considera que el AfD representa una amenaza para la democracia. Esta dualidad refleja un dilema en el electorado, dividido entre el deseo de soluciones rápidas a problemas sociales y la preocupación por los riesgos de normalizar a la extrema derecha en el ámbito político.
A nivel internacional, la votación también generó reacciones. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, conocido por sus posturas antiinmigración, celebró el resultado como un cambio de rumbo en Alemania. Las declaraciones subrayan cómo las decisiones políticas alemanas tienen un impacto más allá de sus fronteras, especialmente en el contexto europeo.
Con las elecciones anticipadas programadas para el 23 de febrero, el panorama político en Alemania enfrenta una encrucijada. El liderazgo de Merz será evaluado no solo por su capacidad para mantener la unidad dentro de la CDU, sino también por su habilidad para navegar en un terreno político cada vez más polarizado. La decisión de aceptar el apoyo del AfD en el parlamento podría definir su legado y, potencialmente, el futuro de la democracia alemana.
(AT/DW)
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