El sábado 16 de agosto, Georg R., autor del atentado escolar ocurrido en 2009 en la ciudad bávara de Ansbach, se fugó de la clínica forense psiquiátrica en Erlangen. La institución confirmó que el hombre de 34 años no volvió de un “tagesausgang” (salida diurna permitida), que formaba parte de su tratamiento desde comienzos de este año. La policía de Mittelfranken activó la búsqueda y lo declaró oficialmente prófugo, aunque aclaró que, según los médicos, no representa una amenaza inmediata para la población.
La fuga reavivó la memoria de uno de los ataques escolares más impactantes de Alemania en lo que va del siglo XXI. El 17 de septiembre de 2009, Georg R., entonces de 18 años, ingresó al Gymnasium Carolinum de Ansbach armado con un hacha, dos cuchillos y tres cócteles molotov.

Lastimó a nueve estudiantes y a una docente, dos de ellos con heridas graves. Según informes de la época, actuó con premeditación y declaró haber sido víctima de bullying. La policía lo detuvo tras dispararle en el abdomen, el brazo y el pecho.
Condena firme y encierro psiquiátrico
En abril de 2010, el Tribunal Regional de Ansbach lo encontró culpable de 47 intentos de asesinato y lo condenó a nueve años de prisión juvenil. Además, dispuso su reclusión por tiempo indefinido en un centro psiquiátrico, dado que los peritajes indicaban que padecía una patología mental que requería internación continua. Desde entonces, Georg R. permanecía en una unidad cerrada, sin libertad ambulatoria salvo excepciones terapéuticas.
La vocera de las Bezirkskliniken Mittelfranken explicó a los medios alemanes que las salidas controladas eran parte del tratamiento y que hasta ahora no se habían registrado incidentes. “No hubo nunca infracciones ni señales de alarma”, sostuvo. La clínica, sin embargo, evitó confirmar el nombre del paciente alegando razones de privacidad.
En 2009, atacó a compañeros y docentes con un hacha y cócteles molotov. El ataque fue planeado con anticipación, según la investigación judicial.
¿Error de evaluación o exceso de confianza?
La policía, por su parte, inició una búsqueda discreta, sin activar helicópteros ni emitir alertas masivas. “No hay indicios de que pueda actuar con violencia”, afirmó un vocero a la agencia t-online. La estrategia, según informaron, consiste en verificar domicilios vinculados al fugado y actuar con prudencia para evitar generar alarma social.
No obstante, el episodio generó cuestionamientos en medios alemanes y entre autoridades locales. ¿Era necesario otorgar salidas a una persona que había atentado contra la vida de decenas de personas? ¿Qué garantías ofrece el sistema psiquiátrico forense ante crímenes de esta magnitud?
Un caso que dejó huella
El ataque de Georg R. no solo conmocionó a Alemania en 2009, sino que también provocó debates sobre el rol de la salud mental, el bullying escolar y la seguridad en las instituciones educativas. A diferencia de otros casos de violencia escolar, no se encontraron en su poder videojuegos violentos ni armas de fuego, y las autoridades centraron el análisis en el acoso sistemático que el joven dijo haber sufrido.

Tras la masacre, la Policía, sindicatos docentes y organizaciones civiles exigieron reforzar los equipos de psicología escolar y establecer protocolos de detección temprana de riesgo. También se propuso la creación de un Consejo Asesor Nacional contra la Violencia Juvenil.
El caso reabre el debate sobre seguridad y salud mental en Alemania. La fuga expone las tensiones entre justicia, salud mental y prevención.
Silencio oficial y muchas preguntas
Ni la policía ni la clínica informaron hasta el momento si se han producido avances en la búsqueda. Tampoco se comunicó si Georg R. tuvo algún contacto con familiares o conocidos. La ausencia de comunicados oficiales y la estrategia de mantener un bajo perfil no impidieron que el tema recupere espacio en los medios, sobre todo por la gravedad del caso original. El tratamiento penal y psiquiátrico de los autores de masacres escolares sigue siendo un asunto complejo en Alemania, donde los antecedentes pesan, pero los derechos individuales y terapéuticos también. La fuga de Georg R. vuelve a poner esa tensión en primer plano.




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