En el año 2000, Michael Froehlich cumplió 50 años y decidió festejarlo de una forma única: compró 50 autos antiguos, todos fabricados en 1950, el año de su nacimiento. No lo hizo para una exhibición ni para revenderlos. Su intención fue crear una instalación en la que el paso del tiempo se convirtiera en protagonista.
Después de adquirir los vehículos, Froehlich se ocupó de vaciar los depósitos de aceite y eliminar cualquier residuo contaminante. Luego los estacionó en un bosque privado, cerca de su casa en el oeste de Alemania. Allí permanecen hasta hoy, cubiertos por hojas, nieve y musgo.
Entre las joyas que integran la colección hay modelos como el Jaguar XK120, el Rolls-Royce Silver Ghost y el Porsche 356. Si estuvieran restaurados, podrían valer más de EUR 5.000.000, pero Froehlich nunca buscó ganancias. Lo que quiso construir fue una obra silenciosa, una reflexión sobre el paso del tiempo, la belleza en la decadencia y la relación entre el ser humano y los objetos que ama.

Autos de lujo convertidos en esculturas del tiempo
El bosque donde reposan los autos parece un escenario detenido. Los troncos se alzan entre las carrocerías, los parabrisas están cubiertos por el polvo del tiempo y las ruedas se hunden en la tierra húmeda. Lo que antes fue símbolo de velocidad, elegancia y poder, hoy se funde con la naturaleza.
El Jaguar XK120, que alguna vez representó la máxima expresión del diseño británico, está cubierto de óxido y hojas. El Rolls-Royce Silver Ghost, emblema de lujo, se confunde con las ramas que lo rodean. El Porsche 356, primer modelo de la marca, perdió su brillo metálico pero conserva su silueta inconfundible.

El paso del tiempo como espejo personal
Froehlich no abre su bosque al público. Solo unos pocos fotógrafos y visitantes lograron ingresar para documentar el sitio. Las imágenes muestran un contraste poderoso: el esplendor del pasado convive con el deterioro del presente.
El proyecto refleja una idea íntima. Froehlich envejece junto a sus autos. Ellos, al igual que él, se deterioran con los años. La instalación se transformó en una metáfora de su propia vida: los recuerdos se cubren de polvo, pero no pierden su valor.

Detalles del predio
El predio donde se encuentran los autos está en la región de Mettmann, en el valle de Neandertal, a unos 20 kilómetros de Düsseldorf. El terreno ocupa cerca de cuatro hectáreas de bosque privado rodeado de abedules y robles, dentro de una zona con protección ambiental y acceso restringido. Froehlich, además de coleccionista, posee una galería de arte y un showroom de autos clásicos en Düsseldorf.
Los vehículos fueron trasladados al bosque entre fines de 1999 y comienzos de 2000, en una operación que se extendió durante dos semanas y requirió grúas planchadas y camiones cerrados. Antes del traslado, un mecánico retiró los fluidos, las baterías y los líquidos de freno para evitar contaminación.
Entre los 50 autos figuran, además de los tres más conocidos, un Mercedes-Benz 170S, un Opel Kapitän, un Buick Super Sedanette, un Chevrolet Deluxe Styline, un BMW 501, un Citroën Traction Avant y un Fiat Topolino 500C. Todos fueron fabricados en 1950 y adquiridos a coleccionistas europeos.

El valor estimado de los vehículos restaurados supera ampliamente el millón de euros por unidad en algunos casos. Un Porsche 356 Pre-A 1950 puede alcanzar los EUR 800 000, un Rolls-Royce Silver Ghost ronda los EUR 500 000, y un Jaguar XK120 supera los EUR 230 000.
Las primeras imágenes profesionales fueron tomadas en 2014 por el fotógrafo alemán Dieter Klein, especializado en “cementerios de autos”. Sus fotografías fueron publicadas por AP Photo, Auto Bild, Classic Driver y Jalopnik, lo que hizo conocido el lugar bajo el nombre “Autofriedhof Froehlich” (“cementerio de autos Froehlich”).

El distrito de Mettmann impone restricciones ambientales que limitan el ingreso al bosque. Por esa razón, el sitio no puede abrirse al público ni operar como museo. Las imágenes disponibles pertenecen a expediciones fotográficas autorizadas.
Cada vehículo mantiene su estructura original, sin restauraciones posteriores. Algunas carrocerías presentan niveles avanzados de corrosión, con parabrisas rotos y partes hundidas por el peso de la vegetación. Varios conservan matrículas legibles y logotipos de fábrica. Todos los autos están registrados a nombre de Froehlich y dados de baja como unidades de circulación.
El proyecto está documentado en varios catálogos y en el libro “Lost Wheels” de Dieter Klein, publicado en 2016, donde el Autofriedhof Froehlich ocupa un capítulo completo junto con cementerios de autos de Suecia, Bélgica y Estados Unidos. Más de dos décadas después, los vehículos permanecen en el mismo lugar, sin mantenimiento ni traslado.



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