En Austria, un edificio que en su momento funcionó como burdel para prisioneros del campo de concentración de Gusen apareció recientemente publicado en una plataforma inmobiliaria. La operación, en apariencia menor, reactivó una discusión extensa sobre el valor simbólico de los espacios vinculados al régimen nazi y la responsabilidad del Estado al preservar sitios vinculados a crímenes de guerra. También puso en agenda la necesidad urgente de ampliar el área memorial de ese antiguo campo, cuya historia todavía resulta poco conocida fuera de los circuitos académicos y conmemorativos.
El inmueble, una casa adosada que aún conserva parte de su estructura original, formó parte del sistema de explotación sexual que funcionó bajo supervisión de las SS. Su publicación online generó una reacción inmediata entre sobrevivientes, especialistas y autoridades del Mauthausen Memorial, la institución que administra la red conmemorativa.
Barbara Glück, directora del memorial, confirmó que el anuncio sorprendió incluso a quienes trabajan hace años en la reconstrucción histórica del sitio. Señaló que la casa fue promocionada como una oportunidad para personas “interesadas en adquirir un edificio con historia”. Para ella, esa frase resultó un síntoma de la distancia que todavía existe entre el mercado inmobiliario y la memoria de la violencia nazi.
Un edificio con una historia traumática
La casa publicada en internet formó parte del campo de concentración de Gusen, ubicado cerca de Linz. Ese complejo funcionó como una extensión del sistema Mauthausen, uno de los más brutales del régimen nazi. Hacia el final de la guerra, Gusen llegó a concentrar más prisioneros que el propio Mauthausen. Entre 1939 y 1945, cerca de 71.000 personas pasaron por ese campo. Aproximadamente la mitad murió.

Gusen fue un espacio de trabajo forzado, tortura sistemática y exterminio encubierto. Sus prisioneros permanecían sometidos a condiciones extremas en canteras, talleres y túneles donde se producían armas. La mayoría provenía de Polonia, la Unión Soviética, Francia, España y otros territorios ocupados. También hubo prisioneros austríacos y alemanes considerados “enemigos internos”.
Dentro de ese sistema, el régimen organizó burdeles para prisioneros. La medida buscaba influir en la conducta de ciertos internos, premiar el rendimiento laboral y controlar relaciones dentro del campo. En junio de 1942 se abrió el primero de estos espacios en Mauthausen. Gusen sumó el suyo meses después.
Un grupo de mujeres trasladadas desde un campo femenino fue obligado a trabajar como prostitutas. No existía posibilidad de negarse. El control, la selección y las reglas estaban bajo mando directo de las SS. La experiencia dejó secuelas físicas y psicológicas en las víctimas, muchas de las cuales no lograron reconstruir su vida después del conflicto.
El anuncio de venta y la reacción pública
El edificio que alojó ese burdel se conserva casi intacto. Tras la guerra, la zona fue urbanizada y se construyó una pequeña localidad sobre parte del antiguo campo. El crematorio permaneció como único edificio preservado durante décadas. El resto fue incorporado a la vida cotidiana del pueblo, sin grandes intervenciones oficiales.

Por eso, el anuncio de venta generó sorpresa. La casa se presentó como una vivienda “con historia”, sin mayor explicación sobre su vínculo con el sistema de explotación nazi. La directora del memorial se enteró por la prensa local. Glück afirmó que el uso comercial del espacio resulta problemático por el valor simbólico que tiene para sobrevivientes y familiares.
En declaraciones públicas, propuso que el Estado considere la posibilidad de adquirir el inmueble. Aclaró que no existe una decisión tomada y que cualquier paso deberá analizarse junto con historiadores, asociaciones de sobrevivientes, autoridades ministeriales y vecinos del área. El objetivo central es evitar que la propiedad pierda su valor memorial o se utilice de forma inapropiada.
La discusión se vincula directamente con el proyecto de ampliación del Gusen Memorial. Esa iniciativa busca recuperar espacios históricos, mejorar la información disponible y ofrecer un recorrido más riguroso sobre los crímenes cometidos en el lugar. El edificio en venta podría integrarse a ese plan, ya sea como parte de un circuito más amplio o como punto de reflexión sobre la explotación sexual dentro de los campos.
El desafío de preservar la memoria en un entorno urbanizado
Después de 1945, la región de Gusen se transformó en un asentamiento residencial. Las huellas del campo quedaron diluidas entre casas modernas, calles nuevas y construcciones familiares. Solo el crematorio, conservado como estructura histórica, mantuvo un vínculo directo con el pasado.
Para los especialistas, ese proceso dificultó la tarea de reconstrucción histórica. El territorio donde funcionó uno de los complejos de exterminio más violentos quedó fragmentado, modificado y, en muchos puntos, irreconocible. El edificio del burdel se mantuvo gracias a su uso como vivienda privada, pero con escasa valoración pública de su historia.

Hoy, la situación cambió. En Austria existe un consenso más amplio sobre la importancia de recuperar espacios vinculados al régimen nazi. Gusen forma parte de ese movimiento. La memoria del sistema de burdeles forzados también entró en esa agenda, aunque todavía falta trabajo institucional.
La venta del inmueble puso en evidencia esas tensiones. Algunos vecinos expresaron incomodidad por el posible impacto urbanístico y turístico que podría traer la ampliación del memorial. Otros apoyan la idea de integrar el edificio a un recorrido educativo. Para las asociaciones de sobrevivientes, el debate llega tarde pero resulta indispensable.



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