Una start-up alemana desató un conflicto inédito en el sector cafetero de Berlín al ofrecer capuchinos a EUR 2,50 (US$ 2,95) cuando el precio promedio en barrios turísticos alcanza los seis euros (US$ 7,05). LAP Coffee, fundada en 2023 por Ralph Hage y Tonalli Arreola, dos veteranos de la escena tecnológica europea, acumula 24 sucursales en Berlín, Hamburgo y Múnich, pero también enfrenta ataques físicos y acusaciones de gentrificación que dividen al sector.
El nombre LAP significa “Life Among People” (Vida Entre Personas), un lema que contrasta con las denuncias de propietarios de cafeterías tradicionales que reportan caídas en sus ventas y temen por la diversidad del paisaje urbano berlinés.

El modelo de negocio bajo la lupa
LAP Coffee se basa en un concepto simple: café económico, preparado rápidamente y sin ornamentos. En barrios como Mitte y Prenzlauer Berg, donde abundan oficinas y turistas, la propuesta atrae a trabajadores que buscan una dosis de cafeína sin gastar una porción significativa de su salario. Las tazas azul noche para llevar se multiplicaron en los últimos meses, generando reacciones encontradas.
Philipp Reichel, propietario de Isla Coffee en Neukölln, expresó su escepticismo a la emisora regional rbb: “Llevamos años intentando demostrar lo valioso que es el café y por qué tiene su precio”. El empresario advirtió que el modelo de LAP podría poner en aprietos a proveedores más pequeños, especialmente en locales muy concurridos, y pronosticó que la cadena seguirá creciendo y alejando clientes de las tiendas existentes.

Acusaciones graves desde el activismo
Las críticas más duras provienen del sitio web “lapcoffeeistscheiße.de” (LAP Coffee es una mierda), un portal dedicado exclusivamente a cuestionar a la cadena. Consultado por Euronews, el grupo se describió como una “asociación de activistas, muchos de ellos activos por otra parte en la política urbana contra los altos alquileres, la marginación y el desplazamiento”.
El colectivo lanzó acusaciones contra LAP que incluyen explotación laboral, impedimento para la formación de sindicatos, uso “agresivo” de datos de clientes e intentos de intimidación legal contra críticas en Google. Sin embargo, cuando Euronews solicitó pruebas, el grupo solo hizo referencia a un programa de la cadena ZDF centrado en críticas a la gentrificación, sin aportar evidencia propia.
Los activistas enviaron una carta abierta a Hage exigiéndole donar el 80 por ciento de su fortuna al establecimiento de estructuras de cogestión en empresas, argumentando que tanto él como Arreola ocuparon altos cargos en Red Bull y Delivery Hero, compañías acusadas de sabotear intentos de organización sindical.

Ataques con pintura y respuesta policial
La resistencia contra LAP Coffee trascendió el ámbito digital. A finales de octubre, varias sucursales de la cadena en Berlín fueron atacadas con pintura roja. Según reportó el diario B.Z., escaparates y fachadas en Prenzlauer Berg, Mitte, Kreuzberg, Schöneberg y Kantstraße fueron vandalizados.
La Policía de Berlín confirmó los incidentes a Tagesspiegel, señalando que encontraron pintadas y octavillas rojas en cuatro ubicaciones. Los responsables del sitio web crítico insistieron en que no existe evidencia que los vincule con los ataques, aunque reconocieron que la campaña atrajo atención sobre el “problema” de LAP.
Hage lamentó especialmente el impacto en sus empleados: “Su lugar de trabajo fue atacado y dañado. Siento un gran respeto por cómo reaccionó el equipo”. El fundador destacó que los trabajadores comenzaron a limpiar inmediatamente y coordinaron con vecinos para garantizar la apertura normal de todas las tiendas.

La defensa del fundador
Hage se mostró abierto al diálogo y buscó despejar malentendidos. “No hay grandes empresas tecnológicas detrás de LAP, no aspiramos a un monopolio y, lo más importante, competimos con cadenas y proveedores de cápsulas sin querer dañar la escena local del café”, explicó a Euronews.
El empresario argumentó que su concepto fortalece la escena: una oferta económica y accesible aumenta la demanda y revitaliza las calles, provocando lo contrario del desplazamiento que temen los críticos. Sobre las críticas ambientales, señaló que los vasos para llevar siempre se fabricaron con 100 por ciento de material reciclado y que están negociando con BSR para instalar más papeleras cerca de sus tiendas.
“Todavía estoy intentando comprender cómo un capuchino de EUR 2,50 euros puede causar tanto revuelo en Alemania”, reflexionó Hage.

Voces que minimizan el conflicto
No todos en el sector comparten la alarma. Leoni Lencinas, propietaria de la cafetería berlinesa “Una historia de amor interminable”, cuestionó la “mentalidad” de algunas críticas. Para ella, la competencia es parte del negocio y los momentos de presión obligan a afinar el perfil propio: “Es precisamente en esos momentos cuando se separa el grano de la paja”.
Arnd Zschiesche, investigador de marcas, dijo a NDR que LAP sirve a un grupo objetivo completamente diferente y apenas compite con negocios de barrio establecidos que crearon orgánicamente su clientela a lo largo de años.
Las cifras respaldan esta perspectiva: en Berlín operan más de 1.100 cafeterías, en Hamburgo unas 500 y en Múnich cerca de 450. LAP representa una fracción mínima del mercado total.

“Cafetín de Buenos Aires”
El conflicto en Berlín resuena en la Argentina, donde cadenas de café internacionales como Starbucks conviven con cafeterías tradicionales porteñas que defienden su identidad. Buenos Aires, con su cultura de café de barrio arraigada en bares notables y confiterías históricas, enfrenta tensiones similares entre la estandarización global y la preservación de espacios con identidad propia.
La discusión alemana sobre gentrificación y desplazamiento comercial encuentra eco en barrios porteños como Palermo o San Telmo, donde el avance de franquicias internacionales genera debates sobre la pérdida de autenticidad urbana y el encarecimiento que expulsa tanto a comerciantes tradicionales como a residentes de larga data.





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