Buenos Aires (AT) – Cada año, cientos de miles de toneladas de material plástico derivado de la indumentaria contamina los océanos. Y una gran parte proviene de la ropa deportiva. En respuesta a esta problemática, una startup alemana creó diseños para ropa deportiva que sustituyen el plástico por materiales biodegradables y compostables.
La marca Winqs, con sede en Berlín, busca transformar los materiales utilizados en un mercado global valorado en cientos de miles de millones de dólares. Jan Kratochvil, cofundador y CEO de la empresa, compartió sus ideas con la cadena CGTN Europe. En una entrevista destacó la misión de ejercer presión sobre las marcas tradicionales para que modifiquen sus prácticas comerciales. En sus propias palabras: “Tratamos de abordarlo educando a las personas para que puedan comprender mejor lo que está sucediendo, para que entiendan cómo funcionan los materiales, cómo funciona la circularidad, cómo puede ser la transparencia”.
Kratochvil explicó cómo la transparencia permitió a los consumidores conocer detalles específicos sobre la producción de sus productos: “Puedes escanear el código QR, lo tienes en tu teléfono, y así saber exactamente de qué fábrica proviene, qué materiales se utilizaron y qué certificados recibió el producto”.
Amigos unidos por el medio ambiente
Winqs nació por la colaboración de dos exjugadores destacados de floorball, Jan y su socio Marek, quienes decidieron abordar la contaminación plástica en la industria de la ropa deportiva. El floorball, un deporte popular en Escandinavia y Europa Central, sirvió como plataforma para su entrada en el mundo empresarial.
La startup utiliza materiales como el eucalipto y el polilactato, fabricado a partir de residuos de maíz o caña de azúcar. Kratochvil destacó las ventajas ambientales de estos materiales: “Uno es totalmente compostable porque es un material a base de eucalipto, y eso es algo que devuelves a la tierra… El otro material que tenemos es un material llamado polilactato, que se fabrica a partir de residuos de maíz o caña de azúcar”.
Además, la empresa ha establecido su propio sistema de reciclaje molecular. Esto permite que los productos agotados sean reincorporados al proceso de fabricación sin pérdida de calidad. En contraste, Kratochvil señala la problemática del poliéster convencional, que termina en basureros o debe ser quemado una vez que alcanza el final de su vida útil: “Es una gran diferencia con el poliéster, porque una vez que el poliéster está desgastado termina en un basurero o tienes que quemarlo. No hay otra solución”.
Me parece muy bueno el interés del Tageblatt en lo ecológico, aprendo mucho al leer sobre tantas iniciativas. Por lo general estas iniciativas se dirigen a sustituos que permitan conservar el ritmo de vida y el uso de materiales al que se acostumbraron cada vez más personas en el mundo. Me parece muy buena la iniciativa de recolectar basura flotante, pero mejor sería, encontrar formas de eliminar los envases de un solo uso. Un artículo que hace excepción es el sobre la bicicleta Torky, que a mi entender es de veras una propuesta ecológica porque reemplaza energía que se consume con energía que el usuario mismo produce, aunque también ahí ya se menciona un pequeño motor eléctrico. Pero lástima que justo este artículo esté en alemán. He visto que el Goethe Institut hace campaña por unas “botellas de amor”, botellas plásticas rellenadas de otros plásticos en forma bien apretada. Con este tipo de iniciativas me parece que se podría avanzar — por ejemplo estoy ruminando cómo encontrar vías de juntar residuos compostables y hacerlos llegar a quien puedan servir. Un buen sistema de compost sería de gran ayuda para la ciudad de Buenos Aires con sus tristes contenedores en medio de basura dispersa en la calle. Si no estuviera lo compostable, estos contenedores serían mucho menos repugnantes.