viernes, 29 de diciembre de 2023

Buenos Aires (AT) – El astronauta alemán Alexander Gerst ha planteado la fascinante posibilidad de que las misiones a la Luna puedan proporcionar valiosa información sobre el desarrollo de la vida en la Tierra. Sus declaraciones abren un intrigante campo de exploración que podría arrojar luz sobre los orígenes y evolución de la vida en nuestro planeta.

Gerst sugiere que en la Luna podrían encontrarse meteoritos procedentes de la Tierra, es decir, fragmentos de roca que fueron expulsados de nuestro planeta por impactos catastróficos en el pasado y que finalmente aterrizaron en la Luna. Esta teoría plantea la posibilidad de que en estos fragmentos lunares se encuentren atrapados rastros de la vida terrestre primitiva, como microbios. El astronauta destaca que el hallazgo de tales rastros sería extremadamente emocionante, ya que podría proporcionar evidencia directa de la existencia de vida en la Tierra en sus primeras etapas.

Candidato para futuras misiones lunares

Con 47 años, Alexander Gerst se perfila como un posible candidato para participar en las futuras misiones lunares estadounidenses “Artemis 4” y “Artemis 5”, programadas para llevarse a cabo en los próximos años. Su experiencia y conocimientos lo convierten en una figura relevante en el ámbito de la exploración espacial y la investigación científica asociada a la Luna.

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Según Gerst, en la Luna podrían hallarse meteoritos que se originaron en la Tierra, es decir, fragmentos de roca que fueron expulsados de nuestro planeta debido a impactos catastróficos en el pasado y que luego cayeron en la Luna.

La inmovilidad geológica de la Luna

El científico explica que la búsqueda de rastros de vida en la Tierra es sumamente complicada debido a la actividad geológica del planeta, como la tectónica de placas, que puede distorsionar e incluso destruir evidencias del pasado. En contraste, la Luna ha permanecido prácticamente inmóvil geológicamente durante miles de millones de años, lo que la convierte en un posible depósito de información inalterada sobre la historia temprana de la vida en la Tierra.

Al considerar estas perspectivas, las misiones a la Luna se revelan como una oportunidad única para explorar y descubrir evidencias cruciales sobre los orígenes de la vida en nuestro planeta, así como para ampliar nuestro entendimiento del universo y su complejidad.

La influencia de los movimientos tectónicos

Los movimientos tectónicos en la Tierra desempeñan un papel crucial en la preservación de las huellas de la vida primitiva. Estos movimientos pueden lanzar, arrastrar y fundir rocas, lo que dificulta la conservación de rastros de vida antigua. Matthias Nieuwenhuis, del Instituto Max Planck de Investigación del Sistema Solar, enfatiza que la Tierra carece prácticamente de evidencia directa de sus primeros tiempos, y lo poco que se ha conservado está altamente alterado a nivel geológico. En contraste, la Luna ha permanecido geológicamente inactiva durante miles de millones de años, lo que la convierte en un posible depósito de información inalterada sobre la historia temprana de la vida en la Tierra.

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Investigaciones recientes sugieren que Theia no se ha extinguido por completo; es probable que todavía existan grandes fragmentos de este cuerpo en el interior de nuestro planeta.

La edad de los indicios más antiguos de vida

Según el conocimiento actual, los indicios más antiguos de vida en la Tierra datan de unos 3.500 millones de años. Esto plantea la fascinante posibilidad de que la Luna, formada hace al menos 4.460 millones de años a partir de los restos de la colisión de la Tierra con Theia, un cuerpo celeste del tamaño de Marte, pueda albergar un valioso archivo de la vida primitiva en nuestro planeta.

Los análisis de una piedra lunar traída a la Tierra durante las misiones “Apolo” en 1971 sugieren la presencia de material procedente de la Tierra en la Luna. Esta composición inusual en el entorno lunar indica la posibilidad de que fragmentos de roca terrestre hayan llegado a la Luna en cantidades significativas durante los últimos 3.900 millones de años. A una velocidad de impacto relativamente baja, se plantea la posibilidad de que la Luna conserve fósiles y rastros de la historia temprana de la Tierra.

Potencial descubrimiento de rastros de vida primitiva

Matthias Nieuwenhuis sugiere que la Luna podría haber conservado hasta el día de hoy rastros de los primeros microbios terrestres en forma de marcadores biológicos y químicos. Además, considera realista la posibilidad de que un astronauta, con su capacidad para identificar rocas inusuales, pueda ser quien eventualmente haga un descubrimiento espectacular en la Luna. Este enfoque humano en la exploración espacial, junto con la avanzada tecnología, abre nuevas perspectivas para la búsqueda de evidencia de la vida primitiva en nuestro vecino celestial más cercano.

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