martes, 6 de mayo de 2025

Buenos Aires (AT) – En febrero de 2008, más de 15.000 personas se congregaron en el barrio Giesing de Múnich para presenciar una demolición que, según la prensa local, fue la más grande de la historia de la ciudad. Se trataba del derrumbe del edificio principal de Agfa, un coloso gris y vetusto que durante décadas fue el emblema de una empresa que supo ser sinónimo de fotografía en Alemania y en buena parte del mundo.

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Los orígenes de una pionera

Agfa fue fundada en 1873 en Berlín con el nombre completo de Aktien-Gesellschaft für Anilin-Fabrikation. Inicialmente, su actividad se centraba en la fabricación de productos químicos para la industria fotográfica. Con el paso de los años, la compañía fue ampliando su alcance hasta convertirse en una marca global.

Hacia 1910, Agfa inauguró una nueva planta industrial que se convirtió en la segunda fábrica más grande del mundo dedicada a productos fotográficos, solo superada por la de Kodak en Rochester, Estados Unidos. En 1925, la firma pasó a integrar el conglomerado IG Farben junto a otras gigantes de la industria como Bayer y BASF.

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Una empresa que supo fabricar desde la cámara hasta el papel donde quedaban impresos los recuerdos.

El auge de la posguerra

Con sede en Leverkusen y Múnich, Agfa fue reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial como parte del “milagro económico” de Alemania Occidental. La empresa desarrolló cámaras fotográficas, películas, productos para el revelado y papel fotográfico. La icónica forma de rombo con letras blancas sobre fondo rojo se convirtió en señal inequívoca de calidad. Aparecía en carteles, laboratorios y hasta en la entrada de negocios de barrio. En su pico de actividad, más de 5.000 personas trabajaban en el edificio de Múnich.

Agfa no solo comercializaba productos. También tenía el conocimiento técnico y la capacidad industrial para controlar toda la cadena: desde la fabricación de películas y cámaras, hasta el desarrollo de los químicos necesarios para el revelado y el papel donde se imprimían las imágenes. Fue, durante varias décadas, una empresa integrada verticalmente.

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La icónica forma de rombo rojo y blanco llegó a estar presente en cada rincón de Alemania.

La sombra del pasado: el rol de Agfa durante el nazismo

Como integrante del conglomerado IG Farben, Agfa también fue parte de la estructura industrial del Tercer Reich. Según investigaciones históricas y documentos judiciales, la empresa utilizó mano de obra forzada durante el régimen nazi. Miles de personas, en su mayoría prisioneros de guerra y deportados, trabajaron en condiciones extremas en las fábricas de la compañía. Tras la guerra, IG Farben fue disuelta por las fuerzas aliadas y sus integrantes volvieron a operar por separado. Agfa fue reconstituida bajo el paraguas de Bayer.

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La advertencia silenciosa del cambio tecnológico

Los primeros signos de alerta comenzaron mucho antes de que la fotografía digital se masificara. La producción de cámaras resultó inviable frente a la competencia asiática. En los años noventa, la empresa ya mostraba signos de agotamiento. En 2001, Agfa se fusionó con el grupo belga Gevaert, y el intento por diversificar su actividad no logró revertir la caída.

En 2004, la compañía vendió su unidad de negocio fotográfico a un grupo de inversores privados. El objetivo era intentar mantener con vida la marca mediante una operación independiente. Sin embargo, el proyecto fracasó al poco tiempo. La irrupción masiva de las cámaras digitales y, más tarde, de los teléfonos inteligentes, dejó a la firma en una situación de obsolescencia difícil de remontar.

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El edificio demolido en Múnich no cayó solo por explosivos: también lo derribó la falta de adaptación.

Del rollo al escáner médico: la reconversión parcial

Aunque su división fotográfica desapareció del mercado, una parte de Agfa logró sobrevivir y adaptarse. Se trata de la unidad dedicada a la tecnología para el sector de la salud, especialmente sistemas de procesamiento de imágenes médicas. Esta línea de productos, bajo diferentes dueños y con sucesivas reestructuraciones, sigue activa.

Actualmente, Agfa HealthCare opera como una empresa separada que provee soluciones digitales para hospitales y clínicas en más de 100 países. Entre sus productos se destacan los sistemas PACS (Picture Archiving and Communication System), que permiten almacenar, recuperar y compartir imágenes médicas de manera digital.

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De las fotos familiares a las tomografías: la imagen sigue siendo el eje de Agfa, aunque en otro plano. La marca sobrevivió, pero ya no está ligada a rollos ni a cámaras: hoy vive en hospitales y clínicas.

El fin de una era industrial

La demolición del edificio de Múnich no solo representó el cierre de una sede, sino el fin de una etapa de la historia industrial alemana. El caso de Agfa expone con claridad cómo el cambio tecnológico, si no es acompañado por una transformación empresarial profunda, puede barrer incluso a marcas que parecían inamovibles.

“Agfa fue una de esas empresas que definieron una forma de ver el mundo. Literalmente. Su caída fue también simbólica”, afirmó el historiador de la tecnología Klaus Wichmann, consultado por el diario Süddeutsche Zeitung en el marco del aniversario de la demolición.

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El legado: una marca que sobrevive en otros cuerpos

Hoy, el nombre Agfa sigue vigente, aunque disociado del imaginario original. La firma belga Agfa-Gevaert Group mantiene la marca en algunos productos industriales vinculados a la impresión y el tratamiento de imágenes, pero el vínculo con la fotografía analógica es casi nulo. Algunos rollos y cámaras con el logo de Agfa todavía circulan en mercados de segunda mano o en producciones artísticas, como parte de una nostalgia visual.

“Las marcas no mueren, mutan”, explicó en una entrevista con Handelsblatt el analista de negocios Michael Reuter, especializado en reconversión industrial. “Agfa logró mantener una parte viva porque supo encontrar un nicho donde su experiencia seguía siendo relevante: el procesamiento de imágenes. Solo que ahora ya no son fotos familiares, sino tomografías.”

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La reconversión tecnológica no perdona a quienes llegan tarde al cambio. Agfa fue una de las primeras víctimas de la revolución digital en la industria fotográfica.

Una lección para el futuro

El trayecto de Agfa desde su apogeo hasta su caída ofrece una advertencia clara para otras empresas tradicionales: ninguna posición de liderazgo es permanente. La innovación debe ser acompañada por la capacidad de anticiparse a los cambios estructurales en los hábitos de consumo y en las tecnologías disponibles.

El error de Agfa no fue no haber visto venir la digitalización, sino no haber reaccionado a tiempo. En ese sentido, su historia tiene valor como caso de estudio para economistas, ingenieros industriales y especialistas en tecnología. También interpela a los consumidores: ¿cuántas de nuestras herramientas actuales sobrevivirán intactas a la próxima revolución tecnológica?

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