Buenos Aires (AT) – La invasión de Rusia a Ucrania marcó un punto de inflexión en la política exterior y de defensa de Europa. Desde 2022, los países del continente reforzaron sus presupuestos militares y ensayaron una postura más firme frente a Moscú. Sin embargo, comienza a instalarse otra pregunta clave: ¿qué pasará después de la guerra?
Los países europeos aumentaron considerablemente su gasto en defensa desde el inicio del conflicto en Ucrania. Francia propuso, por ejemplo, llevar ese gasto al 3% del PBI. La idea apunta a reforzar la disuasión y evitar ser “la próxima víctima” de una posible agresión rusa. Sin embargo, no hay consenso sobre cuál es el objetivo de largo plazo ni cómo alcanzar una paz duradera.
En este sentido, Mark Rutte, futuro secretario general de la OTAN y actual primer ministro de Países Bajos, generó polémica al afirmar que Europa debería empezar a pensar en una eventual normalización de la relación con Rusia. “No seamos ingenuos con los rusos. Pero a largo plazo, Rusia está ahí y no va a desaparecer”, declaró. A pesar de las críticas, su planteo dio lugar a un debate necesario: la paz exige una estrategia que contemple también el día después de la guerra.

Una estrategia incompleta: militar sin diplomacia
Hasta ahora, la respuesta europea se centró en el apoyo militar a Ucrania. Esto incluye el envío constante de armamento y, según declaraciones recientes, incluso la posibilidad de enviar tropas a las fronteras con Rusia, como lo sugirieron Emmanuel Macron y el británico Keir Starmer. Desde la perspectiva rusa, esa acción podría interpretarse como una participación directa de la OTAN en el conflicto, lo que aumentaría exponencialmente el riesgo de una escalada.
La pregunta de fondo es si el aumento en la presión militar busca forzar a Rusia a negociar o si se trata de una estrategia sin rumbo diplomático definido. Una paz construida solo desde la amenaza militar podría ser frágil y durar hasta que vuelva a ponerse a prueba.

El futuro de Ucrania y Rusia en la agenda europea
Mientras Europa discute la reconstrucción de Ucrania y su futura adhesión a la Unión Europea, poco se dice sobre cuál será el lugar de Rusia tras el conflicto. Una estrategia de paz sostenible necesita incluir incentivos para ambas partes. Rusia, con su enorme provisión de materias primas, sigue siendo un actor económico clave para una Europa que carece de esos recursos.
La dependencia exclusiva del gas ruso fue una debilidad que el conflicto puso al descubierto. Pero eso no significa que Europa deba excluir a Rusia por completo. Una estrategia de diversificación que incluya a Rusia como uno más entre varios proveedores podría ser una alternativa viable. La cooperación energética, si se maneja con cautela y reglas claras, podría volver a ser un puente en lugar de un riesgo.

Riesgos de sobredimensionar la amenaza
El temor a una agresión directa contra países de la Unión Europea alimenta el impulso armamentista. Sin embargo, expertos advierten sobre una falacia: asumir que, si Rusia invadió Ucrania, también lo hará con otras naciones europeas. Esta “falacia de composición”, como la llaman, distorsiona la percepción del riesgo real y puede llevar a decisiones costosas e innecesarias.
El caso de la defensa nuclear ilustra este dilema. Francia, única potencia nuclear dentro de la UE, podría extender su “paraguas nuclear” al resto del continente. Pero mientras esa protección siga dependiendo de decisiones nacionales y no comunitarias, su eficacia y alcance seguirán siendo limitados.

Revisar los objetivos: ¿es posible una paz con Rusia?
En este contexto, retomar el espíritu fundacional de la Unión Europea podría ofrecer una clave. Tras la Segunda Guerra Mundial, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero se concibió como un proyecto de paz a través de la integración económica. ¿Por qué no pensar en una estrategia similar para el siglo XXI, que promueva una paz estable con Rusia e integre progresivamente a Ucrania?
Según analistas citados por medios como Financial Times y Politico Europe, cualquier plan que busque una estabilidad duradera en Europa debería contemplar tres dimensiones: seguridad, economía y diplomacia. Hoy, el énfasis está puesto en la primera, con el riesgo de que las otras dos queden relegadas.

Europa se encuentra en una encrucijada histórica. La respuesta militar al conflicto en Ucrania fue rápida y firme. Pero la construcción de una paz sostenible exige algo más que presupuesto para defensa. Requiere una visión estratégica que incluya a Ucrania y también a Rusia en un nuevo equilibrio regional. Como lo recordó Mark Rutte, “Rusia está ahí y no va a desaparecer”. Ignorar esa realidad no es una opción. Pensar la paz desde ahora es el primer paso para que no se repita la guerra.

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