Como una manera de perpetuar costumbres de antaño, como un volver a las fuentes. Un grupo de vecinos de la ciudad Schlieren –en el área metropolitana de Zúrich– cultiva sus alimentos en un área de huertas familiares. Pero ese lugar, donde cientos de personas se reúnen por un hobby en contacto con la naturaleza, podría tener otro destino.
El predio de 360 parcelas está ubicado a la vera del río Limago (Limmat, en alemán). A través de un pre proyecto, las autoridades del cantón local, las comunidades de Oberengstringen y Unterengstringen, el monasterio de Fahr y el gobierno de Zúrich buscan renaturalizar este cauce de agua.
Mediante una serie de acciones de remediación intentan darle un mayor espacio a las especies nativas de ese valle. Una argentina, que alquila una huerta familiar en esa zona, le explicó a Argentinisches Tageblatt la solución alternativa que proponen.
Pese a haberse graduado como licenciada en Criminalística en la Universidad Católica de Salta (Ucasal), Ludmila Bombino (48) supo desde temprana edad que su destino estaba a miles de kilómetros de Tapiales, la localidad del partido bonaerense de La Matanza donde creció. Gracias a las páginas blancas de ICQ, esa suerte de ‘Tinder’ estrella de los 90, conoció al hombre mexicano con el que se casó. Vivieron un tiempo en México y luego emigraron al Viejo Mundo.
Brighton, en Reino Unido, primero; Zúrich, en Suiza, después. La vida la llevó por diferentes caminos. Ludmila tuvo dos hijos, Lorenzo (18) y Emiliano (13), se divorció y trabajó en el aeropuerto de la ciudad suiza para diferentes líneas aéreas, tanto en la parte de operaciones como la de seguridad.
Allá por 2015, el amor volvió a cruzarse en su camino de la mano de un suizo: Markus Amberg (48). Ella trabaja en relación de dependencia; él, en la industria IT. Juntos honran las costumbres horticultoras de sus abuelos italianos, eslovenos y suizos, nada más y nada menos, que en suelo europeo. Como muchas otras familias del lugar, cultivan vegetales, frutas y flores a tan solo 10 minutos de su casa.
“Hay gente de todas las edades, es de lo más heterogéneo. Los más jóvenes no tienen 20 años y los más viejos superan los 90. Las personas provienen de diferentes de diferentes países. Es un lugar donde no solo se labra la tierra, sino también de esparcimiento y donde reunirse”, enumeran Ludmila y Markus sobre el predio de 360 parcelas donde realizan su pasatiempo.
Los schrebergarten –término alemán con el que se designa a pequeñas porciones de suelo en alquiler– están profundamente ligados con la idiosincrasia del lugar. Esta forma de producción familiar, que ha permitido llevar vegetales y frutas frescos a la mesa, ha sido traspasada de generación en generación. Así lo vivió Markus desde chico. Y Ludmila también se lo ha inculcado a sus hijos. “Ellos se reúnen con sus amigos de escuela en ese lugar. Lo llamamos jardín, pero para nosotros es mucho más que eso. Allí la vida tiene aroma a hogar. Se respira un clima muy sano”, enumera la argentina.
Vecinos que hacen oír sus voces
Tiempo atrás, el río Limago había sido canalizado y ahora, en el marco de un plan gubernamental de remediciones se buscará renaturalizarlo. Es decir, devolverle un mayor espacio a su cauce para que –tal como consta en el proyecto Lebendige Limmat– la población “se beneficie de este oasis natural”.
El proyecto gubernamental requiere más lugar para que el río se expanda. Si bien aún todo está en una etapa inicial, las familias temen que sus parcelas, que alquilan por un fee anual, se inunden por esa expansión. “Este tipo de medidas vienen desde el gobierno y cada cantón tiene que hacer algún proyecto de remediación. Pero lo que no toman en cuenta es que las huertas también contribuyen al medioambiente”, aseguran.
En enero de 2023, los vecinos nucleados en la Asociación de Huertas Familiares Betschenrohr (FGVB, por sus siglas en alemán) presentaron una petición formal a las autoridades comunales de Schlieren. En ese documento, pedían que se revea el pre proyecto y que les permitan a las familias continuar con su actividad. “No tenemos manera de hacer oír nuestras voces. Lo hacemos de manera indirecta, reunimos una lista de firmas, pero lamentablemente es algo simbólico, no vinculante, carece de valor”, se lamentan.
Los miembros de la FGVB no niegan que renaturalización sea beneficiosa para el medioambiente. Sin embargo, objetan el carácter drástico de la medida que los dejaría sin sus porciones de tierra, esos lugares donde, más allá de la producción elegida, comparten gratos momentos. De acuerdo con las estimaciones, las obras podrían comenzar hacia mediados o finales de 2025. Pero como buenos previsores buscan evitar que avancen sobre sus cultivos. Cultivos de los que, como con su reclamo, esperan obtener sus frutos.
Diego Cioccio
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