En la Embajada de Alemania y en el marco de las festividades por los 200 años de inmigración alemana en la Argentina, se realizó un encuentro dedicado a rescatar la figura de Christofredo Jakob, pionero de la neurociencia argentina.
El ministro Peter Neven dio la bienvenida a un público selecto, entre el que se encontraban directivos de prestigiosas instituciones como el Dr. Federico Hess, del Hospital Alemán, y Germán Lehrke, entre otros. Agradeció al Centro DIHA por la organización conjunta, saludando especialmente a su presidenta, la profesora Regula Rohland, y subrayando la trayectoria de la investigadora Alejandra Molina, autora de Mikrokosmos. Christofredo Jakob y el inicio de la neurociencia argentina.

El trabajo del Centro DIHA y la visión de Molina
La Dra. Cornelia Schmidt-Liermann, en representación del Centro DIHA, recordó que la misión del Centro es recolectar, registrar y preservar la historia de la inmigración germano-parlante en la Argentina. También buscan difundir esas historias de vida que formaron nuestra Nación. En su intervención, reflexionó sobre el libro de Molina, destacando cómo invita a pensar la ciencia como un acto ético y humano, demostrando que investigación y sociedad son inseparables.
El trabajo de Molina no solo reconstruye la cronología y producción científica de Jakob, sino que también plantea una profunda reflexión sobre los valores de la investigación, el vínculo entre ciencia y sociedad, y la responsabilidad de preservar el legado de un gran maestro casi olvidado.
Actualmente, la autora prepara una segunda edición de su obra, donde integra análisis neurobiológicos, filosóficos e históricos, revisa textos inéditos y articula documentos olvidados, poniendo en diálogo la obra de Jakob con los avances contemporáneos de la neurociencia y la filosofía de la mente.

El legado de un visionario
Christofredo Jakob fue pionero de la neurociencia en Argentina y uno de los primeros en el mundo en vincular estructura cerebral, evolución biológica y vida psíquica de forma integral. Su obra anticipó conceptos modernos sobre neuroplasticidad, afectividad y conciencia, defendiendo siempre una ciencia al servicio de la dignidad humana.
De Bamberg a Buenos Aires
Nacido en Bamberg, fue el primer neuropatólogo de esa ciudad, donde comenzó su trabajo de divulgación científica en un contexto marcado por una altísima tasa de suicidios. Su consultorio, abierto para atender esos casos, marcó el inicio de una carrera singular. Su primer gran aporte fue un atlas de las estructuras neurológicas, acompañado por sus propios dibujos, traducido a varios idiomas, aunque nunca al castellano.
En 1899 la Universidad de Buenos Aires buscaba modernizar la formación médica, demasiado teórica en ese entonces. Fue así como Jakob llegó al país, con la promesa de contar con material único para sus investigaciones: 300 cerebros sin nombre de los hospitales públicos, algo que en Alemania escaseaba. En un año, ya instalado en el Hospicio de las Mercedes, realizó más de 25.000 investigaciones, explorando también la fauna argentina y trazando puentes entre el cerebro de reptiles y mamíferos.

Hallazgos que incomodaron a la ciencia de su tiempo
En 1904 publicó en francés un trabajo a partir de fósiles de cráneos indígenas, donde afirmaba que el cerebro de los nativos era igual al de los europeos, un hallazgo que produjo gran conmoción en la comunidad científica internacional.
Fue profesor en la UBA y en la Universidad de La Plata, dictando durante dos décadas materias aún no oficiales y obteniendo en 1942 el Premio Eduardo L. Holmberg por sus investigaciones sobre el embrión humano, pioneras en su tiempo.
Más allá de la ciencia
Jakob fue también perito judicial, poeta y ciudadano argentino por elección. Dejó más de 250 publicaciones, inspiró a discípulos como Borda y Moyano, y dio nombre a un lago y un mirador en la Patagonia. Sin embargo, su primer laboratorio permanece hoy en el olvido.
Rescatarlo, como propuso Alejandra Molina, no es solo un deber académico: es un acto de justicia histórica y un compromiso moral con el origen mismo de la neurociencia en nuestro país.
Con la colaboración de Cornelia Schmidt-Liermann







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