Buenos Aires (AT) – Científicos lograron un hecho inédito: nacieron tres lobos con rasgos genéticos y físicos del “Dire Wolf”, una especie en extinción hace unos 13.000 años. El procedimiento, que combinó ADN antiguo, edición genética y clonación, fue desarrollado por un equipo internacional que mantiene en reserva la ubicación de los animales. Los resultados fueron publicados en la revista Time, que además llevó a los lobos como portada.
Los animales, de pelaje blanco, gran tamaño y musculatura imponente, presentan diferencias notables respecto al lobo gris, su pariente más cercano. También se diferencian en el aullido y el comportamiento, según reportes de los especialistas involucrados.

Tecnología de “de-extinción”: ¿cómo funciona?
El procedimiento se basa en una técnica conocida como de-extinction, que busca recuperar especies desaparecidas. En este caso, los investigadores extrajeron ADN de un diente fosilizado de 13.000 años y de un cráneo de 72.000 años. Con esos fragmentos, lograron secuenciar el genoma y compararlo con el del lobo gris.
Luego tomaron el núcleo celular de un lobo actual, lo modificaron para incorporar los rasgos del Dire Wolf y lo implantaron en una célula madre sin núcleo. Esa célula fue colocada en el útero de una loba sustituta, que dio a luz a los tres ejemplares.

¿Son verdaderos Dire Wolves?
En el mundo académico hay debate. Algunos especialistas sostienen que estos animales no son auténticos Dire Wolves, sino lobos modificados genéticamente con algunas características de la especie extinta. Aunque se parecen física y genéticamente, su comportamiento y adaptación a la vida silvestre todavía es incierto.

¿Una oportunidad para la biodiversidad?
Una de las preguntas centrales es si estos animales pueden contribuir a restaurar ecosistemas. Como depredadores tope, podrían regular poblaciones de herbívoros, tal como lo hacen los lobos grises en algunas regiones. Pero por ahora, los nuevos lobos viven en un entorno controlado. No está claro si podrían ser reintroducidos en la naturaleza.
El biólogo Wolfram Adelmann, de la Academia Bávara para la Conservación de la Naturaleza y el Paisaje (ANL), advierte que liberar a estos animales en la vida silvestre es complejo: “Hay que hacerse la misma pregunta que se hacen los zoológicos. Las reintroducciones requieren planificación a largo plazo y un profundo conocimiento del hábitat y la especie”.
Además, con solo tres ejemplares, una reintroducción viable resulta inviable. Según Adelmann, incluso en el caso de plantas, se necesitan al menos entre 50 y 100 ejemplares genéticamente diversos para formar una población estable. “Es una posibilidad fascinante, pero también un esfuerzo monumental. No puede compensar la velocidad con la que destruimos hábitats”, afirma.

Espectáculo biotecnológico o restauración ecológica
El propio Adelmann pone en duda la utilidad ecológica de revivir especies extinguidas hace miles de años. “Cuando ponemos dinosaurios en el jardín, eso no enriquece la biodiversidad. Es una exhibición zoológica”, dice. El caso del Dire Wolf, extinguido desde el Pleistoceno, entra en esa categoría: se desconoce cómo interactuaría con el entorno actual, si podría sobrevivir o si causaría daños colaterales.
Para el experto, tiene más sentido aplicar estas tecnologías a especies desaparecidas recientemente, cuya función ecológica es conocida y cuyos hábitats aún existen. Cita como ejemplo al pez Bodensee-Kilch y a la planta Bodensee-Steinbrech, ambos extintos en Baviera en las últimas décadas. “Si lográramos recuperar esas especies, el impacto sería concreto y positivo para la conservación”, asegura.
Según sus estimaciones, en unos 30 a 40 años estas técnicas podrían usarse de forma práctica para reintroducir especies en sus entornos naturales.

¿Qué futuro tiene la “de-extinción”?
El avance técnico es innegable: por primera vez se logró crear animales vivos a partir del ADN de una especie extinguida, sin un genoma completo. Sin embargo, el caso de los lobos “resucitados” deja más preguntas que certezas.
La discusión va más allá de lo técnico: se trata de pensar si vale la pena revivir especies que ya no tienen lugar en los ecosistemas actuales, o si la energía debería enfocarse en conservar las que aún existen. La biotecnología ofrece herramientas poderosas, pero no reemplaza la protección de la biodiversidad real y actual.
Mientras tanto, los tres lobos blancos viven bajo estricta supervisión científica, en un sitio que se mantiene en secreto. Son símbolo de un futuro posible, pero también de un debate urgente: ¿estamos jugando a ser dioses o reparando errores del pasado?

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