¿Por qué es conocida Suiza en el mundo? Por sus relojes y navajas, chocolate y queso, montañas y bancos… y por su neutralidad. Hasta ahora consideraban la neutralidad como algo sagrado y, por tanto, inviolable. Sin embargo, el apoyo a esta suerte de “marca registrada” del ideario global sobre el país alpino también evoluciona. Hoy un 91% de la población suiza apoya la neutralidad en términos generales, según el estudio “Seguridad 2023” que publica la Academia Militar (MILAC) de la ETH de Zúrich y el Centro de Estudios de Seguridad (CSS) de la ETH de Zúrich.
Sin embargo, el dato revela una caída de seis puntos porcentuales contra su última edición del año pasado. Por otro lado, preguntados por las tres principales amenazas que temen los suizos, la guerra, el cambio climático y las crisis económicas pican en punta.
Los datos confirman que la neutralidad sigue siendo un activo suizo que protege al país de todas las tormentas de la historia mundial y que Suiza sólo pudo sobrevivir indemne a dos guerras mundiales gracias a ella. A ojos e la población, el Gobierno nunca debe tomar partido en conflictos internacionales y no debe participar en ninguna sanción contra otro país, ya sea económica o política.
Esta postura de neutralidad absoluta fue dominante durante mucho tiempo y llevó a Suiza a no ingresar en la ONU hasta 2002. En la actualidad, este punto de vista riguroso está representado principalmente por el Partido Popular Suizo (Schweizerische Volkspartei – SVP), de tendencia nacional-conservadora.
Sin embargo, los que se oponen a la neutralidad absoluta argumentan que algo que ha demostrado su valor en el pasado no es necesariamente adecuado para el futuro, y señalan que las actitudes ante los conflictos armados han cambiado radicalmente desde la Segunda Guerra Mundial: Las guerras de agresión están ahora proscritas por el derecho internacional, lo que significa que la igualdad de trato entre agresor y víctima ha quedado obsoleta.
Los Estados pequeños, como Suiza en particular, deben tener un interés vital en garantizar que se respete el Derecho Internacional en la política internacional y que no prevalezca la “Ley de la Selva”. Por ello, los defensores de una política pragmática de neutralidad consideran que Suiza debe guiarse por las resoluciones de la Asamblea General de la ONU, el Consejo de Seguridad o los tribunales internacionales y tomar partido en casos de clara violación del derecho internacional.
Según el estudio “Seguridad 2023”, un 52% de los encuestados ya no cree que la neutralidad pueda protegerse militarmente de forma creíble: un aumento del 5% contra 2022. La demanda de pertenencia a una alianza europea aumenta 12% a un total de 35%, respecto a enero de 2021. Un 9% más de encuestados creen que los estrechos vínculos políticos y económicos con otros países hacen imposible la neutralidad (38%). Mientras, una mayoría (57%) sigue estando a favor de una política de neutralidad diferenciada para Suiza, es decir, que adopte una postura política pero sea militarmente neutral.
El debate actual no es nada nuevo para Suiza. En el pasado, Suiza ha luchado repetidamente con su política de neutralidad, oscilando entre una interpretación estricta y otra flexible. No se trataba sólo de no dejarse arrastrar a conflictos. En una Suiza extremadamente heterogénea desde el punto de vista lingüístico, cultural y confesional, la neutralidad siempre sirvió para reforzar la cohesión nacional.
Los orígenes de la neutralidad: una “marca registrada”
Los orígenes de la neutralidad suiza se remontan a la Guerra de los Treinta Años (1618 – 1648), y fue reconocida internacionalmente en el Congreso de Viena (1815). En el extranjero, la neutralidad suiza fue recibida a veces con comprensión, a veces con rechazo, dependiendo de los intereses en juego. En 1938, por ejemplo, tanto la Alemania hitleriana como la Italia fascista estaban encantadas con la neutralidad suiza.
Después de la Segunda Guerra Mundial, por el contrario, el país fue duramente criticado como logrero de la guerra, especialmente por Estados Unidos (que fue neutral hasta finales de 1941). Durante la Guerra Fría, las superpotencias se alegraron de que la neutral Suiza pudiera desempeñar un papel mediador y de que pudieran reunirse en Ginebra en terreno neutral.
El ataque de Rusia a Ucrania, que violaba claramente el derecho internacional, obligó una vez más a Suiza a tomar partido. Tras algunas dudas iniciales, Suiza se sumó a las sanciones impuestas por la Unión Europea. Cualquier otra cosa habría supuesto un duro golpe para la reputación del país. ¿Cómo podría Suiza explicar de forma plausible a los países de mentalidad democrática que quería tratar por igual a los agresores y a las víctimas, incluso en un caso tan claro?
Desde fuera, habría parecido que la neutralidad se utilizaba como excusa para seguir haciendo importantes negocios con Rusia: Alrededor de la mitad del comercio de materias primas de Rusia se realiza a través de Ginebra o Zug, y se calcula que US$ 200.000 millones en activos de la oligarquía se gestionan en el centro financiero suizo.
Como era de esperar, el régimen de Putin reaccionó inmediatamente a la adopción de las sanciones y anunció que ahora contaba a Suiza entre los Estados que mantienen una actitud hostil hacia Rusia. Pero también hubo indignación política interna: la SVP acusó a su gobierno de haber traicionado la neutralidad sin necesidad con este paso.
La industria suiza de defensa, que representa alrededor del 1% de las exportaciones mundiales de material bélico, se ha visto sometida a fuertes presiones. La exportación de material bélico a zonas en guerra o con amenaza de guerra está prohibida por ley, y todo país que compre material militar en Suiza debe comprometerse a no suministrarlo a terceros países. Cuando Alemania quiso suministrar a Ucrania munición comprada en Suiza hace muchos años, se pidió al gobierno suizo que concediera una exención. Para disgusto de muchos jefes de Estado europeos, la petición fue rechazada por motivos de política de neutralidad.
La neutralidad en la Constitución
La posición del gobierno suizo en el asunto de los tanques Leopard fue aún menos comprendida. Suiza ha dado de baja 96 de estos tanques de fabricación alemana porque el ejército ya no los necesita. Ahora, Alemania quería recomprar algunos de estos carros, que estaban en buen estado, para colmar las lagunas que se habían producido en sus propias existencias tras la entrega de carros a Ucrania. Aunque los Leopard se habrían quedado en Alemania, el gobierno suizo se negó inicialmente a autorizar este intercambio.
Los clientes extranjeros de la industria de defensa suiza no entendían una interpretación tan rigurosa de la neutralidad y se preguntaban en voz alta si debían seguir comprando a Suiza en estas circunstancias. Esto dio un buen susto a los políticos suizos, porque el ejército suizo depende de una industria de defensa fuerte. Y sólo puede ser fuerte si también puede exportar. En las últimas semanas, las cosas han empezado a moverse y, después de todo, la exportación de vehículos blindados usados ya es posible.
Mientras tanto, el Partido Popular SVP está recogiendo firmas para una iniciativa popular que quiere consagrar la política de neutralidad absoluta en la Constitución. De este modo, el Gobierno ya no tendría que plantearse si debe participar en las sanciones, ya que la Constitución se lo prohibiría. Por lo tanto, es muy posible que se convoque un referéndum y los suizos tengan que decidir si quieren avanzar hacia el futuro con una interpretación fundamentalista de la neutralidad. Como siempre, en Suiza el pueblo tiene la última palabra en cuestiones importantes.
Roland Aegerter
Hacé tu comentario