Buenos Aires (AT) – En tiempos de cambio climático, los beneficios de la ciudad verde son innegables. Los árboles y arbustos dan sombra y evitan el sobrecalentamiento, tanto en el exterior como en el interior de los edificios. Sin embargo, para aprovechar su función refrescante, la vegetación ya no puede relegarse simplemente a los parques, donde el esfuerzo de mantenimiento es más fácil de gestionar. La vegetación debe integrarse en las densas infraestructuras urbanas y transportarse a tejados y fachadas.
Günther Frühwirt y Johannes Anschober han analizado en detalle los retos técnicos que ello conlleva. Con su planteamiento, los fundadores de la start-up vienesa Naturebase, que existe desde 2021 y cuenta con el apoyo de Austria Wirtschaftsservice Gesellschaft (AWS), intentan ofrecer una solución integral, flexible y completa para fachadas verdes. “Ya hemos completado ocho proyectos con nuestros clientes y el noveno está en marcha”, resume Anschober.
Cuestión de peso
Los fundadores de Naturbase trabajaron en la Universidad de Recursos Naturales y Ciencias de la Vida de Viena (Universität für Bodenkultur Wien – BOKU) y en un estudio de arquitectura paisajista. La primera piedra de los Paneles Vivos, como llaman a su producto, se puso en el proyecto Green Skin (“piel verde”) de la Unión Europea, que también contó con el apoyo de la red de investigación Eureka y la ejecución nacional de la agencia de financiación FFG. Investigadores de BOKU, la Universidad de Maguncia y la Universidad de Bonn colaboraron con socios de la empresa para resolver una serie de problemas relacionados con el reverdecimiento vertical.
Por ejemplo, se buscaron estrategias para reducir el peso con el fin de minimizar la carga estática. Además de subestructuras de aluminio adecuadas, los investigadores desarrollaron su propio sustrato de base mineral, ligero y elástico, capaz de almacenar agua y nutrientes como una esponja: para Anschober, una “pieza central” del desarrollo, que supuso unos 15 años de investigación básica en Boku.
El proyecto Green Skin es un proyecto de la Unión Europea. Forma parte del European Green Deal (Acuerdo Verde Europeo), que es un conjunto de iniciativas políticas para lograr una transición verde en la UE. El objetivo final del proyecto Green Skin es alcanzar una economía moderna, eficiente en el uso de recursos y competitiva, al tiempo que se logra la neutralidad climática.
“El sustrato se aproxima mucho al espacio radicular en la naturaleza. Prescindimos por completo de la lana de roca y otros materiales no tejidos, pero las plantas siguen encontrando un fuerte asidero”, explica Günther Frühwirt. “Nuestro sistema es ahora tan deportivo que pesa menos de 50 kilogramos por metro cuadrado cuando está totalmente saturado de agua: un peso ligero entre los sistemas comparables”, afirma Anschober.
Riego complicado
Un segundo campo en el que se ha investigado mucho es el riego en función de las necesidades. Los sensores registran el contenido de agua y el caudal, y un elemento de control envía la cantidad adecuada de agua al sustrato varias veces al día a diferentes intervalos.
Se puede acceder a los datos de los sensores en cualquier momento a través de una conexión WLAN, y se envían alarmas por correo electrónico o SMS en caso de avería. El sistema requiere un mantenimiento profesional una vez al año para podar las plantas. Los elementos son adecuados para cubrir completamente las paredes. “El sistema tiene las propiedades de un muro cortina y de una fachada ventilada”, subraya Anschober, fundador de la start-up.
Fresas y tomillo
Para él, se trata de la “disciplina suprema” entre las fachadas verdes, a diferencia de las plantaciones verticales, por ejemplo, en las que sólo se instalan bebederos y trepadoras y la pared subyacente de la casa permanece visible. El sistema puede instalarse en fachadas exteriores ya aisladas. Para edificios nuevos, la empresa ofrece su propio sistema que incluye el aislamiento. El cultivo previo de las plantas comienza con el inicio de cada nuevo proyecto de fachada en Naturebase.
La orientación de la fachada y la ubicación del edificio, así como las preferencias del cliente, proporcionan el marco para la selección. Por ejemplo, el tomillo, la lavanda o las fresas podrían utilizarse para una orientación sur. El diseño puede ir en la dirección de una fachada verde o florida continua. Las plantas ya están montadas verticalmente en la casa de cristal para prepararlas para su futura ubicación.
Si se cuelga una esponja completamente saturada delante de la pared del edificio, que puede absorber el 50% de su propio peso en agua -que se evapora constantemente-, se produce inevitablemente un enfriamiento. En climas cálidos, las simulaciones han demostrado una reducción de la temperatura de hasta ocho grados en las habitaciones interiores situadas detrás de la esponja.
Adaptación al cambio climático
“Aunque no se pueda comparar la plantación con un gran árbol urbano, es una buena estrategia de adaptación al cambio climático”, dice Anschober. “Las fachadas orientadas al sur se calientan a lo largo del día y actúan como hornos, que luego liberan el calor por la noche y además impiden el enfriamiento nocturno”.
Además de estos proyectos, el equipo de cuatro personas trabaja actualmente en la mejora constante del desarrollo para conseguir procesos más eficientes, cumplir nuevos requisitos de protección contra incendios, actualizar la tecnología de control o permitir nuevas soluciones arquitectónicas.
Al mismo tiempo, también están pensando en nuevos productos, sobre todo para interiores. Según Anschober: “En las oficinas diáfanas, no sólo las paredes interiores, sino también los separadores de espacios móviles podrían equiparse en el futuro con nuestra tecnología ecológica”.
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