Durante más de medio siglo, Toblerone fue sinónimo de Suiza. Su envase llevaba impreso el Matterhorn, una de las montañas más emblemáticas de los Alpes, y con él transmitía un mensaje directo: este chocolate pertenece a la tradición suiza. Todo cambió en 2023, cuando Mondelez International, la compañía propietaria de la marca, decidió trasladar parte de la producción a Eslovaquia. Esa mudanza obligó a retirar el Matterhorn del envase, debido a lo que establece una ley muy estricta.
El cambio golpeó fuerte en la percepción de muchos consumidores. La eliminación del Matterhorn fue vista como una pérdida para el orgullo suizo. Sin embargo, lejos de abandonar esa herencia, Mondelez está rediseñando su estrategia. La empresa apuesta por una renovación del empaque, un mayor vínculo con la historia del producto y una inversión millonaria en la planta que sigue funcionando en Berna.
Una renovación marcada por la tradición
La salida del Matterhorn no fue el único cambio. Mondelez aprovechó la situación para lanzar un rediseño completo. El logotipo adoptó un estilo más moderno, la tipografía se renovó y en la envoltura apareció la firma de Theodor Tobler, el creador del chocolate en 1908. El famoso oso oculto en el logotipo, que alude al escudo de armas de Berna, permaneció sin alteraciones, lo que trajo alivio a los fanáticos.

La receta se mantiene intacta. El característico triángulo de chocolate con miel y turrón de almendra sigue siendo el mismo. La empresa prometió que no habría modificaciones en los ingredientes ni en el sabor. El cambio era únicamente visual.
El impacto económico de Toblerone demuestra la importancia de cada decisión. Para 2018, el chocolate generaba ingresos cercanos a los EUR 370 millones, lo que lo colocaba entre los productos más rentables del portafolio de Mondelez. Cada paso de la marca repercute no solo en la industria, sino también en la identidad cultural suiza.
La ley y el debate en Suiza
La eliminación del Matterhorn del envase fue consecuencia directa de la Ley de Hecho en Suiza. Esta normativa establece requisitos muy claros: los productos lácteos que lleven la etiqueta de suizos deben utilizar leche exclusivamente proveniente del país. Además, el 80% de los demás ingredientes debe ser de origen nacional y la producción debe realizarse en Suiza. Cuando no se cumplen estas condiciones, la imagen de símbolos suizos en el envase queda prohibida.

David Stärkle, funcionario encargado de aplicar la ley, explicó que mantener el Matterhorn en el empaque habría engañado a los consumidores. La normativa busca evitar confusiones en un mercado donde la identidad nacional agrega valor. El mensaje es simple: lo suizo debe ser realmente suizo.
La decisión de Mondelez de trasladar parte de la producción a Eslovaquia respondió a una lógica de reducción de costos. Sin embargo, esa medida chocó con la normativa y obligó a un rediseño forzado. La polémica reabrió un debate en el país: cómo equilibrar la expansión internacional de una marca con la preservación de los símbolos que forman parte de la tradición.
Inversión en Berna y el regreso de la bandera
Mondelez no pretende romper con sus raíces. Por el contrario, busca reforzarlas. Según la emisora pública SRF, el nuevo plan incluye incorporar la bandera suiza en la mayoría de los envases, un gesto que apunta a recuperar la conexión con el origen del producto.

El gesto viene acompañado de una fuerte inversión. La empresa destina CHF 65 millones (unos EUR 67 millones) a modernizar la planta de Berna-Brünnen, donde todavía se produce cerca del 90% del chocolate Toblerone. Esa fábrica es un verdadero gigante: alcanza una producción diaria de unos cuatro millones de barras.
El plan incluye instalar una nueva línea de producción en otoño y ampliar las instalaciones dedicadas al turrón y al chocolate. El objetivo es responder a la demanda en aumento por productos premium y consolidar el rol de Suiza como centro de excelencia en la elaboración de la marca.
Un equilibrio entre tradición y expansión
El traslado parcial de la producción a Eslovaquia se mantendrá. El ahorro en costos es un factor clave para Mondelez, que debe competir en un mercado exigente y diverso. Pero la empresa sabe que la identidad suiza es un componente esencial de Toblerone. Sin ese lazo, el producto perdería parte de su atractivo.
El Matterhorn no volverá al envase. Esa decisión parece definitiva. Sin embargo, el regreso de la bandera y la inversión en Berna funcionan como un mensaje claro: el corazón de Toblerone sigue en Suiza. La empresa busca transmitir que la calidad y la tradición permanecen, incluso cuando parte de la producción se traslada al exterior.
La historia de Toblerone refleja un dilema común a muchas marcas. Por un lado, necesitan crecer y competir a nivel internacional. Por otro, deben cuidar los símbolos que les dan autenticidad. En este caso, el desafío consiste en mantener la esencia suiza, sin dejar de lado las exigencias del mercado mundial.




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