Durante casi 180 años, la ciudad de Görlitz fue sinónimo de ingeniería ferroviaria. En sus fábricas se construyeron locomotoras, tranvías y vagones de pasajeros que recorrieron Europa. Pero esa tradición, iniciada en 1849, ha llegado a su fin. En 2024, el consorcio franco-alemán KNDS anunció la adquisición del complejo industrial que hasta entonces pertenecía a Alstom. El objetivo: reconvertir la planta para fabricar componentes de tanques Leopard 2, blindados Puma y el vehículo de transporte Boxer.
La decisión forma parte de un giro estructural en la economía alemana: la transición hacia una industria de defensa robusta, impulsada por la guerra en Ucrania, el aumento del gasto militar y la necesidad de sostener empleos industriales. KNDS, según informaron sus directivos, planea mantener al menos 350 de los 700 empleos actuales y prevé aumentarlos en los próximos años.

Una ciudad entre el pragmatismo y la nostalgia
El cambio de rumbo no ha pasado desapercibido para los 57.000 habitantes de Görlitz. La ciudad, ubicada en el extremo oriental de Alemania, era reconocida por su perfil pacifista y su historia ligada al trabajo civil. Hoy, la fabricación de partes de tanques genera sentimientos encontrados.
Octavian Ursu, intendente local por la CDU, consideró que el cierre de la fábrica hubiera tenido consecuencias devastadoras: “La industria es clave para nuestra región. Aunque fabricar armamento no es lo ideal, era necesario encontrar una solución sostenible”. Aseguró que el predio tiene potencial para expandir su producción en los próximos años.
Por su parte, el sindicato IG Metall apoyó la reconversión como alternativa al cierre definitivo. Varios de sus miembros reconocieron ante la prensa alemana que “el dilema moral existe, pero la necesidad de empleo es mayor”. En el pasado, la planta llegó a emplear a más de 2.000 personas.

Un viraje nacional hacia la defensa
La transformación de Görlitz no es un caso aislado. Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania en 2022, Alemania ha incrementado su gasto militar en un 80%, superando los 90.000 millones de euros. Según la Agencia Europea de Defensa, los países de la UE destinaron en conjunto más de 326.000 millones en 2024 a seguridad y defensa.
Empresas como Rheinmetall, Diehl Defence o MBDA ampliaron su plantilla en más de 16.000 personas desde 2022 y proyectan contratar 12.000 más antes de 2026. El CEO de Rheinmetall, Armin Papperger, lo resumió así: “Si el dinero de los contribuyentes financia la defensa, los empleos deben quedarse en Alemania”.

Pacifismo, historia y contradicciones
El debate en Görlitz va más allá de la economía. Para muchos, fabricar armas en suelo donde antes se construían trenes es una señal preocupante. Jana Lübeck, dirigente local del partido Die Linke, sostuvo: “Sabemos lo que significan las armas en la historia de Alemania. No podemos ignorar el destino de lo que se produce aquí”.
Desde el Partido Verde, Anja-Christina Carstensen reconoció que existe un conflicto entre los valores pacifistas y la necesidad de responder al contexto actual: “Un paz que se construye sobre la sumisión no es una paz real”. Aunque admitió que en su vida cotidiana la discusión está ausente, consideró que el tema debería generar más debate.

Protestas mínimas y resignación generalizada
Desde que se conoció la venta, hubo manifestaciones aisladas frente a la planta. Participaron grupos de izquierda, militantes ecologistas e incluso miembros de la ultraderechista AfD, que en Görlitz obtuvo casi el 47% de los votos en las últimas elecciones federales.
Sin embargo, la mayoría de la población se muestra pragmática. La periodista alemana Jana Anzlinger, que cubrió el caso para el diario SZ, explicó que “el temor al desempleo pesa más que la preocupación moral en una región golpeada por la desindustrialización”.

El acero que antes unía, ahora blinda
La fábrica de Görlitz, con sus galpones ennegrecidos y su historia centenaria, representa un cambio profundo en la identidad industrial alemana. Donde antes se soldaban vagones de tren, ahora se ensamblan piezas para vehículos de combate. La transición es tan concreta como simbólica. Ilustra el conflicto entre la memoria del pasado y las urgencias del presente. En palabras de un trabajador jubilado citado por la prensa local: “Preferíamos hacer trenes, pero peor sería no hacer nada”.





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