Según diferentes estimaciones, en la Argentina viven hasta 2,5 millones de personas con ascendencia alemana del Volga. Una de ellas es Horacio Agustín Walter, nacido en 1945 en Pueblo San José, partido de Coronel Suárez, quien dedicó gran parte de su vida a investigar la historia de esta comunidad.
Graduado como profesor de Historia en la Universidad Nacional de La Plata en 1978, Walter comenzó a trabajar sobre el tema de las migraciones a partir del año 2000, enfocándose especialmente en el recorrido de los alemanes asentados en las orillas del río Volga.

Libros que narran una travesía
El primer libro de Walter sobre el tema, Identidad e Inmigración. Un espacio de convivencia (2003), es un ensayo que describe aspectos de la vida cotidiana de este grupo étnico. En 2008 publicó “Los Senderos del Volga”, novela histórica que relata el proceso migratorio desde Alemania, pasando por Rusia, hasta la llegada a la provincia de Buenos Aires.
La obra tuvo continuidad con “Las flores del almendro”, en la que narra la historia de quienes permanecieron en la Argentina y de aquellos que, en cambio, se quedaron en Rusia. “Muchos de los que vinieron eran agricultores, como mis abuelos maternos. Otros eran albañiles y constructores, como mis abuelos paternos. Mis abuelos, tanto paternos como maternos, tuvieron 14 hijos cada uno”, recordó el historiador.
Los orígenes en Europa del Este
La inmigración alemana hacia las riberas del Volga comenzó en la década de 1760, principalmente desde el actual estado alemán de Hesse. La iniciativa se originó cuando Catalina II, emperatriz de Rusia y de origen alemán, promulgó leyes que invitaban a extranjeros a asentarse en tierras rusas, con exenciones impositivas por 30 años.

Cien años después, a partir de 1860, la política de rusificación impulsada por el gobierno zarista comenzó a amenazar la lengua y la cultura de los colonos. Esta política implicaba abandonar el idioma alemán, que hasta entonces era la única lengua hablada en la región. La presión cultural y política motivó a muchos a emigrar hacia América, particularmente a Estados Unidos, Argentina y Brasil.
Rumbo a América
Antes de la emigración masiva, las comunidades enviaron delegaciones a Brasil y Argentina para preparar su llegada. Los migrantes viajaban en tren desde Sarátov hasta puertos alemanes como Bremen o Hamburgo, donde embarcaban rumbo al continente americano. El financiamiento provenía de la venta de bienes muebles, carros y granos, ya que la tierra que trabajaban no era de su propiedad.
La comunidad alemana del Volga que permaneció en Rusia atravesó distintas etapas históricas: la guerra civil, la creación en 1924 de la República Autónoma Socialista Soviética de los Alemanes del Volga, su disolución en 1941 tras la invasión nazi, y la deportación de miles a Siberia y Asia Central por orden de Iósif Stalin. Tras la caída de la Unión Soviética, pocos regresaron a la región original; muchos permanecen en Siberia o emigraron a Alemania.
Adaptación en la Argentina
Los alemanes del Volga llegaron al país con una fuerte tradición de vida en aldeas homogéneas desde el punto de vista religioso —católicas, luteranas o protestantes—, con escaso contacto con la población rusa durante su estancia en el Imperio.
En la Argentina buscaron reproducir ese modelo, pero la legislación local de colonización no lo preveía. Los primeros contingentes optaron por instalarse en aldeas o colonias con tierras de cultivo alrededor, evitando inicialmente el modelo de granja individual.

“No hubo conflictos con la población local, pero tampoco hubo contacto. Vivimos encerrados durante mucho tiempo”, señaló Walter. Ese aislamiento permitió preservar costumbres y métodos de trabajo, aunque a largo plazo dificultó la integración, sobre todo en el ámbito educativo. Walter destacó que fue el primero de su familia en acceder a estudios universitarios.
El cambio de rumbo
Entre 1945 y 1950, muchos jóvenes dejaron sus aldeas para sumarse a los planes de infraestructura impulsados por el gobierno de Juan Domingo Perón. El contexto de obras ferroviarias, portuarias y viales atrajo mano de obra calificada, especialmente en construcción.
Hoy, las comunidades de origen alemán del Volga mantienen presencia en la provincia de Entre Ríos, así como en localidades bonaerenses y en regiones de La Pampa y Chaco.
Tradición e idioma
Uno de los rasgos más característicos es la preservación del idioma. En muchas colonias se siguen hablando dialectos alemanes, transmitidos de generación en generación en el ámbito familiar. Según Walter, las aldeas combinan modos de vida tradicionales con las innovaciones tecnológicas y el acceso a la educación, y no presentan rezagos en comparación con otras comunidades rurales.
“La gente que vive en una aldea es tan culta como en el resto del país. No se puede decir que las colonias de los alemanes del Volga tengan atraso respecto a otras”, enfatizó el historiador.

Un puente entre pasado y presente
La investigación y las publicaciones de Walter permiten reconstruir no solo un itinerario migratorio, sino también la forma en que la comunidad se adaptó y se integró al país sin perder su identidad. Con historias familiares que abarcan desde la Europa del siglo XVIII hasta la Argentina actual, el caso de los alemanes del Volga constituye un ejemplo de cómo las migraciones modelaron el mapa cultural del país.







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