Buenos Aires (AT) – En Alemania, el vino forma parte de la identidad cultural. Especialmente el Riesling, una variedad que produce vinos longevos, complejos y fieles al terroir. Sin embargo, el cambio de hábitos de consumo obligó a los productores del Valle del Rin a reinventarse. No basta con tener un producto excelente: hoy también se necesita estrategia.
El ejemplo más claro de este nuevo enfoque está en Rheinhessen, la región vitivinícola más extensa del país. Con 27.700 hectáreas de viñedos, concentra gran parte de la producción nacional. Allí, bodegas como Weingut Leitz trabajan para mantener la excelencia sin perder de vista la innovación. Su Riesling Kabinett Rüdesheimer Magdalenenkreuz obtuvo 92 puntos en una cata reciente, pero se vende en Reino Unido a menos de EUR 18.
Weingut Leitz también forma parte de la asociación VDP, que agrupa a las bodegas de mayor nivel en Alemania. Sus vinos Grosses Gewächs, los mejores Rieslings secos del país, llevan el nombre del viñedo de origen, como ocurre con los grands crus de Borgoña. Uno de esos viñedos, Kaiser Steermfeld, figura en documentos desde el año 817.
Pero la verdadera revolución va por otro lado. “El único segmento que está creciendo es el de vinos sin alcohol o con bajo contenido alcohólico”, afirma Johannes Leitz, propietario de la bodega. En su catálogo ya figuran productos como el espumante Eins Zwei Zero (ABV 0,0%) y el Sauvignon Zero Point Five (ABV 0,5%), pensados para consumidores jóvenes y conscientes de su salud.
Nuevas generaciones, nuevas prácticas

En la región del Rheingau, donde surgió el Riesling hace siglos, otros productores experimentan con métodos más naturales. Weingut Schönals, por ejemplo, mantiene rebaños de ovejas en sus viñedos. Las ovejas recortan las hojas inferiores pero no tocan las superiores. Este manejo reemplaza el uso de maquinaria o productos químicos.
La dueña, Hanneke Schönhals, trabaja con variedades tradicionales como el Riesling y el Pinot Noir, pero también con cepas resistentes a los hongos. Estas uvas permiten producir vino orgánico con menos intervención. Las enfermedades fúngicas, como el oídio y el mildiú, son un problema constante en Europa Central. Las variedades resistentes reducen la necesidad de aplicar productos fitosanitarios.
En Weingut Kissinger, la filosofía también apuesta al riesgo. “Uno de cada diez lotes se pierde, pero eso significa que en los que salen bien logramos lo mejor”, dice Moritz Kissinger, un productor joven y decidido. Uno de sus vinos fue comparado con un Montrachet alemán, una comparación que no se hace a la ligera.
Estos productores se apoyan en fermentaciones espontáneas, intervención mínima en bodega, manejo biodinámico y prácticas sostenibles. Entre las etiquetas más destacadas figuran el Chardonnay 2023 (ABV 12,5%, EUR 47) de Kissinger y el Réserve Cabertin (ABV 14%) de Schönals, elaborado con una variedad PiWi.
Trabajo digno y cepas resistentes: el caso del Palatinado

En la región de Pflaz, una de las más cálidas y secas de Alemania, la bodega Weingut Odinstal lleva esta filosofía un paso más allá. Andreas Schumann, su director ejecutivo, no contrata personal eventual para la vendimia. Prefiere capacitar a sus propios empleados, muchos de ellos graduados universitarios. “Todos conocen el proceso completo de elaboración del vino”, explica. Esta política eleva los costos laborales, pero también mejora la calidad y la ética de producción.
Weingut Odinstal elabora vinos de baja intervención, con fermentaciones espontáneas y sin agregados. Uno de sus productos más destacados es el Deutsche Sekt Riesling Brut Nature 2021 (ABV 11,5%, EUR 65), un espumante de acidez alta, sin azúcar ni sulfitos añadidos, con 32 meses sobre lías.

La base de esta transformación técnica son las variedades resistentes, conocidas como PiWi (del alemán pilzwiderstandsfähig). La empresa Rebschule Freytag se especializa en estas uvas. Algunas de las más utilizadas son Pinotin, Cabernet Blanc y Souvignier Gris. Por su tolerancia a enfermedades fúngicas, estas cepas requieren pocos tratamientos químicos. En un contexto donde la vitivinicultura convencional usa entre 5 y 15 aplicaciones anuales de fungicidas, esta reducción marca una diferencia.
Un ejemplo del potencial comercial de estas uvas es el Pinotin Reserve 2021 (ABV 13,5%, EUR 19), producido por Weingut Rummel. Se trata de un tinto elaborado a partir de uvas PiWi, ideal para productores orgánicos que buscan sustentabilidad sin perder calidad.
Alemania no perdió el prestigio de sus vinos por falta de calidad. Lo que faltó durante años fue comunicación. Las etiquetas resultaban difíciles de leer, las botellas eran vistas como anticuadas y el mercado internacional giraba hacia otras regiones. Hoy, una nueva generación de productores quiere cambiar esa imagen.
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