El 6 de marzo de 1899, Bayer registró la marca Aspirina en la Oficina de Patentes del Imperio Alemán. Aquel trámite marcó el inicio de una de las historias más influyentes de la farmacología moderna. Hoy, 126 años después, la compañía alemana atraviesa una crisis profunda tras la compra de Monsanto y eligió no hacer celebraciones fastuosas como en 1999, cuando convirtió su emblemático edificio de Leverkusen en una gigantesca caja del medicamento.
La historia comenzó en 1897, cuando el químico Felix Hoffmann, desde el laboratorio farmacéutico de Bayer en Elberfeld (Wuppertal), logró transformar la salicina en ácido acetilsalicílico (AAS), eliminando el fuerte efecto de vómito que provocaba la sustancia natural. Así nació el principio activo que hasta hoy sigue utilizándose en medicina.

Un debut opacado por la heroína
El nuevo fármaco no fue inicialmente el producto estrella de la casa. Bayer apostaba más fuerte a un jarabe para la tos, también desarrollado por Hoffmann: la heroína. El nombre buscaba transmitir fuerza y eficacia, y médicos de la época lo recetaron como un supresor potente de la tos y calmante general. Recién cuando sus riesgos adictivos se hicieron evidentes, el jarabe fue retirado, y la Aspirina pudo ocupar el centro de la escena.
Según registros de la época, fue el impulso de médicos europeos lo que abrió el camino del ácido acetilsalicílico en farmacias y hospitales. Con la Primera Guerra Mundial, su popularidad se consolidó en todo el mundo. Escritores como Franz Kafka o Thomas Mann la mencionaron en sus textos, asociándola con el alivio de “los dolores insoportables de la existencia”.
El descubrimiento de por qué funcionaba
Por décadas, la eficacia de la Aspirina fue un hecho empírico sin explicación fisiológica. Recién en 1971 el farmacólogo británico John Vane demostró que el ácido acetilsalicílico inhibía la síntesis de prostaglandinas, hormonas involucradas en procesos inflamatorios y de dolor. Su hallazgo le valió el Premio Nobel de Medicina.
El uso de la Aspirina, sin embargo, no está exento de riesgos. En pacientes que toman anticoagulantes, aumenta la posibilidad de hemorragias. Este aspecto limitó parte de su expansión como consumo crónico, aunque a la vez dio lugar a una nueva aplicación: dosis bajas como Aspirina Cardio, recetada para la prevención de trombosis y accidentes cerebrovasculares.

Un negocio que sigue vigente
A pesar de la proliferación de genéricos, la marca original conserva un peso enorme en el mercado. Según datos de Insight Health, Aspirina mantiene un 60 % del mercado alemán de productos basados en ácido acetilsalicílico, y todavía figura entre los diez medicamentos de venta libre más vendidos en ese país.
La familia de productos se diversificó: comprimidos efervescentes, masticables y granulados que se disuelven en la boca sin agua. Bayer produce la mayor parte en la planta de Bitterfeld (Sajonia-Anhalt), mientras que las versiones médicas de mayor complejidad requieren prescripción. El negocio global de la línea genera más de EUR 1.000 millones (US$ 1.172 millones) anuales.
“Aspirina sigue siendo una marca excepcionalmente fuerte”, afirmó Ulrich Zander, socio de la consultora Sempora Consulting, al analizar la permanencia del producto en un mercado competitivo.
De símbolo alemán a patrimonio global
El éxito de la Aspirina también está atravesado por la política y la historia bélica. Tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, Bayer perdió los derechos de la marca en Estados Unidos. Solo en 1994, bajo la gestión del CEO Manfred Schneider, la empresa logró recomprar esos derechos, recuperando parte de su identidad corporativa.
Hoy, 126 años después, Bayer enfrenta un contraste llamativo: el orgullo de haber desarrollado uno de los medicamentos más icónicos de la historia, y la incertidumbre económica derivada de la compra de Monsanto, que le acarreó juicios millonarios en todo el mundo por el herbicida glifosato.

Un lazo con la Argentina
En la Argentina, la Aspirina se convirtió desde mediados del siglo XX en un nombre común para referirse a cualquier analgésico. El producto de Bayer se fabrica y distribuye localmente, y aún conserva una fuerte presencia en farmacias. Su uso atraviesa generaciones y se asocia tanto al tratamiento de fiebre y dolores cotidianos como a la prevención de problemas cardiovasculares en adultos. El caso argentino refleja cómo un desarrollo químico del siglo XIX, nacido en un laboratorio de Wuppertal, terminó por insertarse en la cultura popular y en la vida cotidiana de millones de personas, mucho más allá de Alemania.




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