Austria conmemora el 50º aniversario de la reforma del derecho de familia que abolió la potestad legal del hombre sobre la mujer y los hijos. Hasta el 1° de enero de 1976, el Código Civil General (ABGB) de 1811 establecía que el marido era la cabeza de familia y que la esposa “debía estar subordinada a él en todas las decisiones”, según un informe crítico de la televisora pública ORF de la época. La modificación legal, aprobada por unanimidad en el Nationalrat en julio de 1975, marcó un punto de inflexión en la equiparación de derechos, aunque el camino hacia la igualdad efectiva permanece inconcluso.
Reformas largamente esperadas
El historiador Oliver Rathkolb, en su obra de referencia “Die paradoxe Republik” (La república paradójica), calificó la reforma de “reichlich spät” (notablemente tardía). Las diputadas socialdemócratas Adelheid Popp y Gabriele Proft habían presentado, sin éxito, una iniciativa parlamentaria similar en 1925. La concreción de estos cambios llegó cinco décadas después, en el marco de las transformaciones impulsadas por el gobierno socialdemócrata del canciller Bruno Kreisky durante los años setenta.
La administración Kreisky impulsó reformas en múltiples frentes para promover la igualdad de género, aunque no todas fueron recibidas con el mismo consenso. La despenalización del aborto hasta el tercer mes de gestación, implementada en 1975, desató debates encendidos, con la Iglesia católica en abierta oposición. Otras modificaciones requirieron aún más tiempo: la violación dentro del matrimonio no fue tipificada como delito hasta 1989, y la primera ministra de Asuntos de la Mujer, Johanna Dohnal, recién asumió el cargo el 17 de diciembre de 1990.
Un código civil arcaico
Las reformas del derecho de familia de 1975 y 1978 eliminaron algunas de las desigualdades más flagrantes del ordenamiento jurídico austriaco. Hasta entonces, las mujeres casadas no podían trabajar, abrir una cuenta bancaria propia ni decidir sobre el domicilio familiar sin autorización de sus esposos. Incluso en una sociedad tradicionalmente conservadora como la austriaca, el poder absoluto del hombre sobre mujer e hijos dejó de considerarse apropiado para la época.
Los cambios legislativos no solo ampliaron derechos para las esposas, sino también para los menores. La reforma se produjo en un contexto internacional favorable: la ONU declaró 1975 como Año de la Mujer. El 24 de octubre de ese año, el 90% de las mujeres islandesas protagonizó una huelga sin precedentes para visibilizar la discriminación, paralizando el país.
La situación de las mujeres en los 70
El Informe sobre la Mujer de 1975 reveló que Austria atravesaba una transformación social protagonizada por jóvenes de ambos sexos y mujeres mayores con buena formación. El estudio documentó una amplia aprobación ciudadana hacia la “igualdad de derechos en el matrimonio”, con siete de cada diez encuestados a favor. Sin embargo, las concepciones de roles de género permanecían marcadamente tradicionales.
“La primera tarea de la mujer se ve en el cuidado del marido y los hijos”, señalaba el informe. Para las jóvenes, el objetivo principal era “un buen partido”, mientras que el trabajo se consideraba frecuentemente como un puente hasta el matrimonio o una garantía ante emergencias. La tasa de empleo femenino cayó del 41% en 1910 al 30% en 1971, recuperándose hasta el 53,3% en 1975. Actualmente alcanza el 70,7%.
Educación: de la exclusión al predominio
Según el informe de 1975, “tres cuartas partes de todas las mujeres no completaron ninguna formación más allá de la escuela obligatoria (frente a apenas la mitad de todos los hombres)”. Los hombres triplicaban a las mujeres en titulaciones universitarias y las doblaban en bachillerato. También realizaban estudios de formación profesional tres veces más frecuentemente que las mujeres.
Pese a este panorama, el documento detectó una tendencia ascendente en la formación femenina que persiste hasta hoy. Las mujeres constituían una ligera mayoría entre los estudiantes de primer año universitario, a pesar de contar con menos egresadas de bachillerato. Actualmente, según datos de Statistik Austria, las mujeres superan el 50% tanto en bachillerato como en titulaciones universitarias.
Segregación ocupacional y brecha de tiempo libre
Las jóvenes que accedían a formación profesional se concentraban en oficios tradicionalmente femeninos: vendedoras, costureras, peluqueras, maestras jardineras o docentes de primaria. Hoy persiste la subrepresentación femenina en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), aunque la tendencia es creciente.
El informe de 1975 criticó la “doble carga laboral” de las mujeres trabajadoras y la “falta de instituciones públicas para el cuidado de niños en edad preescolar o escolar”. Tanto amas de casa como empleadas disponían de “significativamente menos tiempo libre que los hombres” y tenían menor capacidad de decidir sobre su uso.
Avances limitados
El documento de 1975 constataba “discriminación en la vida profesional y una ausencia generalizada en las instituciones de la vida pública”. Estableció como objetivo “la eliminación de todos los prejuicios discriminatorios contra la mujer, la supresión de presiones unilaterales y, con ello, la transición de la igualdad formal a la equiparación efectiva de las mujeres en la sociedad”. Cincuenta años después, Rathkolb habla de “progresos limitados”.
El sitio web del Ministerio de la Mujer enumera desafíos persistentes: brecha salarial de género, violencia contra mujeres, escasez de mujeres en puestos directivos y distribución desigual del trabajo de cuidados. La alta tasa de empleo femenino a tiempo parcial puede derivar en pobreza durante la vejez. Muchas de las asignaturas pendientes de 1975 permanecen en la agenda política austriaca.
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