Buenos Aires (AT) – Entre 2021 y 2024, Alemania redujo sus importaciones de productos rusos en un 95%, y sus exportaciones hacia ese país en un 72%, según informó la oficina federal de estadística alemana (Destatis). La Unión Europea también recortó sus operaciones comerciales con Rusia. En el mismo período, las importaciones comunitarias desde ese país bajaron un 78%, y las exportaciones, un 65%.
Estas cifras reflejan el impacto directo de las sanciones aplicadas por la guerra en Ucrania. Si bien Alemania fue uno de los principales socios comerciales de Rusia antes de la invasión, el nuevo escenario geopolítico forzó una reconfiguración de relaciones económicas. El comercio bilateral se achicó hasta niveles mínimos en menos de tres años.
En términos concretos, el bloque europeo registró en 2024 un déficit comercial con Rusia de EUR 4.500 millones. Dos años antes, ese saldo negativo era de EUR 147.500 millones. La caída del intercambio ayudó a reducir el desbalance, aunque no lo eliminó por completo. La principal razón, según Destatis, es que la UE todavía sigue importando petróleo y gas natural rusos en cantidades relevantes.
La energía sigue en el centro de la relación

Pese a las sanciones, Rusia mantuvo en funcionamiento una parte clave de su economía: la exportación de combustibles fósiles. La dependencia europea del gas ruso se redujo, pero no desapareció. En 2024, Moscú seguía siendo proveedor de petróleo y gas para varios países de la UE. Esto explica que, aunque el comercio total cayó, Rusia siguiera generando ingresos desde Europa.
Según documentos del Ministerio de Economía ruso consultados por Reuters, el país proyecta para este año una caída del 15% en los ingresos por exportaciones de petróleo y gas. La principal razón es la baja de precios internacionales. Ese retroceso impacta directamente sobre las cuentas públicas, ya que el presupuesto estatal depende en gran parte de las ventas de energía.
La menor recaudación llevó al gobierno ruso a revisar sus previsiones para el período 2025–2027. Moscú espera ingresos más bajos y, por lo tanto, una presión fiscal mayor sobre otras actividades. El ajuste se combina con el costo creciente de financiar la guerra y sostener subsidios internos.
En 2021, antes de la invasión, Europa importaba más del 40% de su gas natural desde Rusia. A fines de 2023, ese número había bajado al 15%, según datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE). No obstante, algunos países —como Hungría o Eslovaquia— siguen recibiendo grandes volúmenes, lo que dificulta un corte total. El petróleo, aunque más fácil de sustituir, también siguió llegando a través de rutas no sancionadas o intermediarios.
El impacto económico en Rusia y su adaptación forzada

Aunque enfrentó un bloqueo comercial y financiero, la economía rusa no colapsó. A diferencia de lo que esperaban muchos analistas occidentales en 2022, el Producto Bruto Interno de Rusia cayó sólo un 2,1% ese año, y volvió a crecer en 2023. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el crecimiento proyectado para 2024 es del 2,6%.
Este desempeño se explica, en parte, por una reconversión acelerada. Rusia aumentó su comercio con China, India y otros países fuera del G7. También impulsó la producción nacional de ciertos bienes estratégicos y canalizó subsidios hacia sectores clave. La inversión estatal en defensa se multiplicó. A eso se sumó una política monetaria estricta y control de capitales para estabilizar el rublo.
Sin embargo, el horizonte no es estable. La combinación de ingresos en baja, presión fiscal interna, aislamiento tecnológico y dependencia de un puñado de nuevos aliados limita el margen de maniobra del Kremlin. Además, las sanciones congelaron más de EUR 300.000 millones en activos del Banco Central ruso, la mayoría de ellos en Europa.
Desde la perspectiva alemana y europea, la ruptura comercial con Rusia se consolidó como una decisión política con costos, pero sin marcha atrás. Alemania reemplazó parte del gas ruso con importaciones de gas natural licuado (GNL) desde Estados Unidos, Qatar y Noruega. También aceleró la transición energética y abrió nuevas terminales marítimas para recibir buques metaneros.
El comercio bilateral que en 2021 era fluido y estratégico quedó reducido a lo mínimo. La relación económica entre Rusia y Alemania no sólo cambió en volumen, sino también en naturaleza. Los bienes de capital, la maquinaria industrial, los autos y las piezas electrónicas que Alemania exportaba ya no circulan. Tampoco llegan a sus puertos los fertilizantes, metales o combustibles que antes llegaban desde el este.
Un nuevo mapa comercial para Europa

En el conjunto de la Unión Europea, el cambio de proveedores y destinos comerciales es parte de una transformación más amplia. La guerra en Ucrania aceleró una política de diversificación. Los países del bloque ahora buscan asegurar sus suministros críticos, reducir vulnerabilidades y reindustrializar ciertos sectores.
Alemania, como potencia exportadora, también reorientó parte de su producción. El desafío es equilibrar eficiencia, seguridad energética y autonomía estratégica. Lo que se perdió con Rusia se está reconstruyendo en parte con acuerdos con América Latina, África y Asia.
El comercio entre Alemania y Rusia no desapareció por completo, pero quedó reducido a nichos puntuales. Las cifras de Destatis muestran que se trata de un cambio estructural. A menos que la guerra termine y las condiciones políticas cambien de forma drástica, no se espera un regreso a los niveles previos a 2022. La desconfianza se instaló, y con ella, una nueva lógica de relaciones internacionales.
(AT/Reuters)
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