Buenos Aires (AT) – En un contexto de creciente tensión internacional y con el compromiso de reforzar sus capacidades defensivas, Alemania está girando su mirada hacia un actor inesperado: las start-ups. Pequeñas empresas tecnológicas que, lejos del tradicional complejo militar-industrial, buscan ocupar un espacio clave en el futuro de la defensa europea. Pero ese camino no está exento de desafíos.
Alemania apostó por modernizar sus Fuerzas Armadas y aumentó su presupuesto militar en miles de millones de euros. El Ministerio de Defensa alemán decidió abrir el juego y anunció que comenzará a otorgar más contratos a empresas emergentes del sector tecnológico, con el objetivo de acelerar la innovación en materia de seguridad. Entre los desarrollos destacados se encuentran sistemas de drones, plataformas de adquisición, rastreadores de minas y soluciones en ciberdefensa.
El cambio de enfoque refleja una estrategia deliberada para no depender exclusivamente de los grandes fabricantes tradicionales como Rheinmetall o Diehl. Sin embargo, hay una barrera crítica: el financiamiento. Las start-ups del sector defensa, también conocidas como DefenceTech, necesitan capital de riesgo para crecer, pero muchos inversores aún rehúyen de vincularse con el negocio armamentista, incluso cuando se trata de tecnologías de uso dual (militar y civil).

La paradoja del “Valle de la Muerte”
Uno de los mayores desafíos que enfrentan estas empresas jóvenes es atravesar el llamado “Valle de la Muerte”. Es una etapa en la que, pese a tener un prototipo funcional, no consiguen socios estratégicos que las ayuden a escalar su producto. Esto es particularmente crítico en el ámbito militar, donde las soluciones deben ser probadas en condiciones reales para evolucionar. “¿De qué sirve inventar un dron espía innovador si no se puede testear ni desplegar?”, se preguntan desde el sector.
Sven Weizenegger, director del Cyber Innovation Hub de la Bundeswehr —una unidad de innovación que actúa como incubadora tecnológica de las Fuerzas Armadas— fue claro al respecto: “Con subsidios o subvenciones no alcanza, porque los procesos son demasiado largos y burocráticos. Cuando hablamos de financiación, en el caso de las start-ups eso significa exclusivamente venture capital”.

El tabú de invertir en defensa empieza a romperse
Hasta hace pocos años, los fondos de inversión evitaban el sector por cuestiones éticas, políticas o reputacionales. Esa actitud comenzó a cambiar. Según cifras de Dealroom, en 2023 el sector DefenceTech en Europa alcanzó una inversión récord de US$ 5.200 millones. Se trata de uno de los segmentos de mayor crecimiento dentro del ecosistema emprendedor.
El Reino Unido lidera en captación de fondos, seguido por Francia y Alemania. Múnich se posiciona como el principal hub germano para este tipo de empresas. Sin embargo, el interés todavía choca con restricciones normativas. Por ejemplo, KfW Capital —vehículo estatal alemán de inversión— mantiene una cláusula que prohíbe financiar proyectos relacionados con armas o municiones.

Rheinmetall y Diehl, en rol de inversores estratégicos
Algunas grandes compañías del sector decidieron involucrarse más activamente en el ecosistema start-up. Rheinmetall adquirió una participación mayoritaria en Blackned, una empresa de software con base en Baviera que colabora con la digitalización de las Fuerzas Armadas. Diehl, por su parte, creó en 2015 una unidad de capital de riesgo para asociarse con start-ups, aunque evita brindar detalles sobre su estrategia.
Ambas empresas actúan como inversores estratégicos: no buscan tanto la rentabilidad financiera como la incorporación de tecnologías útiles para sus propios desarrollos. Esto contrasta con los fondos de venture capital tradicionales, que invierten esperando multiplicar su capital y vender su participación con ganancias dentro de un plazo determinado.

Nuevos fondos exclusivos para DefenceTech
La tendencia actual es la creación de fondos especializados. Uno de los casos más relevantes es el Deep Tech Defense Innovation Fund, que prevé reunir EUR 300 millones (US$ 325 millones). Aunque todavía no se conoce quiénes son sus impulsores, se sabe que cuenta con el respaldo del Cyber Innovation Hub, aunque formalmente es independiente del gobierno.
A la par, otros dos fondos alemanes buscan captar entre EUR 100 y EUR 300 millones (entre US$ 108 y US$ 325 millones) para invertir exclusivamente en DefenceTech. Incluso el NATO Innovation Fund, lanzado en 2023 con aportes por US$ 1000 millones de los países miembro, financia tanto start-ups como fondos orientados al desarrollo tecnológico defensivo.

Un cambio de mentalidad entre los inversores institucionales
El interés por el sector se consolidó al punto que instituciones como el High-Tech Gründerfonds —con apoyo del Ministerio de Economía alemán— comenzaron a participar en empresas de defensa. Recientemente, invirtieron en una start-up que desarrolla un sistema de defensa antidrone. “Desde hace tiempo nuestras directrices permiten apoyar proyectos de seguridad. Dada la situación geopolítica, seguiremos evaluando tecnologías de alta complejidad relevantes para la industria de defensa”, declaró un portavoz del fondo.
Una estrategia habitual para mitigar el rechazo social es apelar al modelo dual-use. Si una tecnología tiene también aplicación civil —por ejemplo, una herramienta de geolocalización usada en logística urbana además de en operaciones militares— se diluye el impacto negativo. Sin embargo, cada vez más start-ups diseñan productos con uso exclusivamente militar, dada la rentabilidad que ofrece ese nicho.

El negocio es rentable, pero el mercado es limitado
A diferencia de otros sectores, el DefenceTech tiene un mercado muy acotado. Los clientes potenciales son mayormente gobiernos, y el margen de comercialización es estrecho. Esto representa una traba para muchos fondos, que necesitan liquidez y escalabilidad para recuperar sus inversiones. “La cantidad de compradores posibles es limitada y la salida al mercado de capitales no siempre es viable”, advierte un analista del sector.
De todas formas, desde el Cyber Innovation Hub sostienen que las grandes empresas de defensa carecen de estructuras ágiles para innovar y deberán seguir adquiriendo compañías jóvenes. Además, tecnologías desarrolladas inicialmente para el ámbito militar podrían tener, con el tiempo, aplicaciones civiles. “Muchas innovaciones militares terminan teniendo un gran impacto fuera del ámbito castrense”, dijo Weizenegger.

El rol de la OTAN y la sensibilidad del sector
Uno de los aspectos más delicados es la supervisión de los co-inversores. Según las reglas de la Allied Capital Community, los VCs de los países de la OTAN deben asegurarse de que las tecnologías financiadas no puedan ser utilizadas contra aliados. Además, la industria opera con un alto nivel de confidencialidad. Varias firmas declinaron comentar públicamente sobre sus inversiones cuando fueron consultadas por el semanario WirtschaftsWoche, citando razones de seguridad y sensibilidad estratégica.
A pesar de las reglas estrictas y de las dificultades operativas, el interés por invertir en start-ups de defensa sigue creciendo. No se trata solo de un negocio: es una apuesta geopolítica. En un mundo cada vez más inestable, la innovación tecnológica aplicada a la seguridad nacional ya no es una opción, sino una necesidad.

Defensa en versión start-ups:
- La paradoja del “Valle de la Muerte”
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