Buenos Aires (AT) – La primera carrera de la historia de la Fórmula 1 tuvo lugar el 13 de mayo de 1950 en Silverstone, Reino Unido. Giuseppe Farina se llevó la victoria al volante de un Alfa Romeo Tipo 158 Alfetta. Solo unas semanas después, el flamante campeonato llegó a Suiza. El Gran Premio se disputó en el peligroso circuito de Bremgarten, ubicado en las afueras de Berna.
Ese mismo año, Suiza formó parte del calendario oficial como sede de la cuarta fecha. Entre 1950 y 1954, el Gran Premio suizo fue una cita habitual del campeonato mundial. El trazado, rodeado de árboles y con curvas de alta velocidad, ganaba reputación como uno de los más difíciles del circuito internacional. Correr allí con lluvia, como muchas veces sucedía, implicaba un riesgo alto incluso para los estándares de la época.
La presencia de Suiza en la Fórmula 1 terminó de forma abrupta en 1955. La catástrofe ocurrió en Le Mans, Francia. Durante la clásica carrera de 24 horas, un accidente múltiple provocó la muerte de más de 80 personas entre pilotos y espectadores. La magnitud del hecho conmovió al continente y generó reacciones políticas inmediatas.

En Suiza, el Parlamento decidió actuar con firmeza. Se prohibieron las carreras automovilísticas en circuitos cerrados. La medida afectó no solo a la Fórmula 1, sino también al automovilismo local en general. Desde ese momento, ninguna carrera de ese tipo volvió a disputarse en suelo suizo. La decisión perduró por más de seis décadas.
El largo paréntesis suizo: carreras sin país
El Gran Premio de Suiza desapareció del calendario internacional, pero eso no significó que el país cortara todos los lazos con la Fórmula 1. A lo largo de las décadas, surgieron pilotos destacados nacidos en territorio suizo. Uno de los más recordados es Jo Siffert, activo en los años sesenta y principios de los setenta. También surgieron figuras como Clay Regazzoni, que obtuvo una victoria en 1970 y corrió para Ferrari.
A pesar de las restricciones internas, equipos con sede en Suiza comenzaron a jugar un papel técnico clave. El caso más emblemático es el del equipo Sauber. Fundado por Peter Sauber en Hinwil, fue durante años un laboratorio de innovación. Primero como escudería independiente y más tarde como socio técnico de marcas como BMW o Alfa Romeo, Sauber representó a Suiza en los boxes, aunque no en la pista.
La pasión por el automovilismo se mantuvo viva en el país. Las transmisiones por televisión, la cobertura de medios especializados y la presencia de ingenieros suizos en varias escuderías confirmaron que el vínculo con la Fórmula 1 nunca se cortó del todo.

En 2018, como excepción, se disputó en Zúrich una competencia de la Fórmula E, la categoría eléctrica de la FIA. Fue un hecho simbólico. La carrera urbana no vulneró la ley de 1955, ya que no se trató de un circuito cerrado tradicional. Aun así, representó una señal de apertura. Cuatro años después, en 2022, se levantó oficialmente la prohibición. Sin embargo, hasta el momento no se concretó el regreso de la Fórmula 1 a Suiza.
Tecnología, industria y un futuro posible
El mundo del automovilismo moderno se ha transformado. Las exigencias comerciales y técnicas modificaron el mapa de las sedes. La Fórmula 1 extendió su presencia global y los países anfitriones compiten por figurar en el calendario con eventos cada vez más costosos. En ese contexto, el regreso de Suiza al circuito mundial parece lejano.
El país, sin embargo, mantiene una posición destacada en términos de tecnología aplicada al automovilismo. Empresas suizas fabrican componentes, sensores, software y piezas que utilizan varias escuderías. El know-how técnico acumulado por equipos como Sauber refuerza ese perfil. La sede de Hinwil cuenta con túneles de viento, laboratorios y centros de simulación que sirven no solo a la Fórmula 1, sino también a otras disciplinas del automovilismo.
A nivel financiero, la presencia suiza también es relevante. Fondos de inversión con base en Zúrich o Ginebra participan en el financiamiento de proyectos vinculados al deporte motor. La gestión empresarial de equipos, pilotos y marcas muchas veces pasa por oficinas suizas.
Pese al largo paréntesis en las pistas, Suiza no se desconectó del espectáculo. El automovilismo encontró otras formas de expresión: desde la ingeniería hasta el análisis de datos, desde los contratos publicitarios hasta la logística de alta competencia.

En estos 75 años de historia de la Fórmula 1, Suiza estuvo, en algún momento, en todos los lugares menos en la grilla. La tragedia de Le Mans selló su retiro de las pistas, pero no de la categoría. El interés popular nunca desapareció. El aporte técnico y económico tampoco. La relación se transformó, pero sigue viva.
Una posible vuelta al ruedo
Aunque el país ya no prohíbe las carreras, no existe un proyecto formal para volver a organizar un Gran Premio. Las condiciones logísticas, ambientales y políticas actuales dificultan ese objetivo.
El regreso a las pistas requeriría una inversión alta. Organizar una carrera de Fórmula 1 cuesta, como mínimo, EUR 50 millones por temporada. A eso se suman los gastos en infraestructura, seguridad, marketing y compensaciones ambientales. En un país con reglas estrictas y alto nivel de exigencia cívica, cualquier intento debería superar múltiples obstáculos.
Por ahora, Suiza permanece como un observador cercano. El recuerdo del circuito de Bremgarten sigue presente en la memoria de algunos aficionados. Otros se acercaron al deporte por los avances técnicos o la presencia de figuras como Sebastian Vettel o Max Verstappen. Para todos ellos, la Fórmula 1 continúa siendo parte del paisaje. Aunque no se escuche el rugido de los motores, hay una historia compartida que sigue viva, aún después de 75 años.
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