Buenos Aires (AT) – En el marco de la feria de arte Tefaf en Maastricht, se presentó un hallazgo inesperado: un retrato de un príncipe africano pintado por Gustav Klimt. La pintura, que se creía perdida, fue identificada y restaurada tras un largo proceso de investigación y ahora se ofrece en venta por 15 millones de euros. El redescubrimiento de esta obra no solo impacta al mundo del arte, sino que también reabre el debate sobre la restitución de piezas vinculadas al expolio nazi.
El retrato del príncipe africano, cuyo paradero se desconocía por décadas, reapareció en manos de un matrimonio que lo llevó a los galeristas vieneses Wienerroither & Kohlbacher en 2023. Según los expertos, la obra estaba cubierta por capas de suciedad y nicotina, lo que ocultaba sus colores originales. Tras su restauración, el cuadro recobró su esplendor y confirmó su autenticidad como una pieza de Klimt.

Orígenes en una Völkerschau de 1897
El príncipe retratado es William Nii Nortey Dowuona, líder de una delegación proveniente del actual Ghana que participó en una Völkerschau en Viena en 1897. Estas exhibiciones, que hoy se consideran controversiales, formaban parte de la cultura popular europea de la época y atraían a miles de visitantes.
El joven príncipe posó tanto para Klimt como para Franz Matsch. La versión de Matsch, titulada El joven jefe negro, fue subastada en 1972 y actualmente se encuentra en el Musée National d’Histoire et d’Art de Luxemburgo. En cambio, la pintura de Klimt desapareció de la vista pública después de 1928, cuando fue expuesta en la Secesión de Viena bajo el título Cabeza de un negro.
El contexto en el que se realizó la obra revela una faceta menos explorada de Klimt. Si bien es reconocido por su estilo decorativo y la sensualidad de sus retratos femeninos, este trabajo demuestra su interés por la diversidad étnica y la observación detallada de las facciones de un joven africano. Este hallazgo también plantea interrogantes sobre cómo era percibida la presencia de personas de ascendencia africana en la Europa de finales del siglo XIX.

Una pieza vinculada al expolio nazi
La historia de la pintura se vincula con el saqueo de arte durante el nazismo. Su propietaria original, Ernestine Klein, la había adquirido para su residencia en la Feldmühlgasse 11, el último taller de Klimt. Sin embargo, en 1938, tras la anexión de Austria por la Alemania nazi, Klein huyó y la obra desapareció de su colección.
Investigaciones sugieren que parte del mobiliario de su casa fue subastado por el Dorotheum, una casa de subastas utilizada por el régimen nazi para comercializar bienes expropiados a ciudadanos judíos. Esta hipótesis se refuerza con el hallazgo de otros objetos provenientes de la misma propiedad en registros de subastas de la época.
El destino de la pintura desde entonces hasta su redescubrimiento en 2023 sigue siendo un misterio. Se desconoce cuántos propietarios tuvo o en qué circunstancias cambió de manos. Este tipo de vacíos en la trazabilidad de las obras de arte es común en piezas que fueron expoliadas o vendidas bajo coacción en el contexto de la Segunda Guerra Mundial.

Restitución y venta
El proceso para permitir la comercialización de la obra requirió alcanzar un acuerdo de restitución con los herederos de Ernestine Klein. Este pacto, logrado recientemente, ha permitido que la pintura sea oficialmente puesta en venta en la feria Tefaf de Maastricht. La importancia de este acuerdo radica en la creciente atención que el mercado del arte está prestando a la procedencia de las obras y a la justicia histórica.
Ahora resta por ver dónde encontrará su nuevo hogar el retrato de William Nii Nortey Dowuona. Su redescubrimiento no solo reaviva el interés por la obra de Klimt, sino que también abre nuevas reflexiones sobre el arte, la memoria histórica y la restitución de piezas con historias de expolio y olvido.
El caso también ilustra la complejidad de los debates actuales en el mundo del arte sobre la restitución de piezas con historias controvertidas. Mientras algunos argumentan que estos hallazgos deben permanecer en colecciones privadas o museos europeos, otros sostienen que deberían regresar a las comunidades de origen de los retratados o a las familias despojadas. En este sentido, la subasta de la obra podría marcar un precedente sobre el destino de muchas otras pinturas con historias similares.
El mercado del arte sigue con interés el desenlace de esta venta, mientras los especialistas en Klimt celebran el hallazgo de una pieza que amplía la comprensión de su legado artístico. Independientemente de quién se convierta en su nuevo dueño, el retrato del príncipe africano de Klimt ya ha recuperado su lugar en la historia del arte.

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