Buenos Aires (AT) – Un estudio realizado por el Hospital Universitario de Múnich reveló que los accidentes graves con monopatines eléctricos en Alemania provocaron lesiones severas en al menos 538 personas en solo tres años. El 80 % de los casos requirió internación en terapia intensiva.
Las víctimas fueron, en su mayoría, hombres adultos. En al menos 26 de los casos documentados, los heridos murieron.
Un perfil claro: varones, adultos, con presencia frecuente de alcohol
La Sociedad Alemana de Cirugía de Trauma comenzó a incluir los accidentes con monopatines eléctricos en su registro oficial en 2020. Desde entonces, el Grupo de Investigación en Seguridad Vial del Hospital Universitario de la Universidad Técnica de Múnich (TUM) se encargó de analizar los datos. El informe publicado recientemente pone el foco en la gravedad de los siniestros y en las características comunes entre las víctimas.

Del total de 538 personas heridas de forma severa, el 78 % eran hombres. La edad promedio fue de 44,3 años. En comparación con accidentes similares en bicicleta, la diferencia es notoria: allí, la edad promedio asciende a 54,5 años. Según explicó el Dr. Michael Zyskowski, jefe del grupo de investigación y médico senior en la Clínica de Cirugía de Trauma de la TUM, los hombres jóvenes son el grupo más afectado. La proporción es mayor que en incidentes que involucran autos, bicicletas o peatones.
El consumo de alcohol aparece como una variable central. En los casos en los que se realizaron controles, el 62 % de los conductores tenía alcohol en sangre. En uno de cada tres, el nivel superaba el límite legal permitido. La mitad de los accidentes se produjo durante los fines de semana y un 54 % ocurrió por la noche.
El estudio no aclara si las personas heridas usaban casco ni si conducían monopatines de alquiler o particulares. Tampoco precisa en qué tipo de vía ocurrió cada siniestro. Sin embargo, los patrones horarios y el nivel de daño permiten trazar una alerta sobre el uso nocturno y la falta de protección.
Lesiones en la cabeza y rostro: la zona más afectada

La gran mayoría de las personas heridas sufrió daños en la zona de la cabeza y la cara. Esto se traduce en fracturas de cráneo, contusiones cerebrales, lesiones oculares y traumatismos maxilofaciales. En varios casos, las secuelas fueron permanentes. El informe indica que más del 80 % de los pacientes necesitaron cuidados intensivos, lo que da cuenta de la gravedad del impacto.
Veintiséis de las personas heridas murieron como consecuencia de los accidentes. El informe no brinda datos sobre el tipo de vehículo involucrado en cada siniestro, pero sí destaca que la mayoría ocurrió en situaciones de ocio nocturno. La combinación de consumo de alcohol, falta de casco y conducción en horarios de bajo control vial forma un cóctel de alto riesgo.
Las características del vehículo también inciden. Los monopatines eléctricos permiten desplazamientos rápidos en espacios reducidos, sin carrocería ni elementos de protección. A diferencia de las bicicletas, son más inestables, tienen ruedas más pequeñas y no exigen ninguna preparación previa para ser conducidos. Estos factores, sumados a la conducción bajo efectos del alcohol, potencian las posibilidades de accidente grave.
Prevención, regulación y tecnología: caminos posibles
El Dr. Frederik Hartz, también autor del estudio, sostiene que gran parte de estas lesiones podrían evitarse. Si bien los datos disponibles no permiten establecer todas las causas, existen ejemplos internacionales que muestran cómo las regulaciones pueden mejorar el panorama. En algunas regiones de Australia, por ejemplo, la obligatoriedad del uso de casco redujo la cantidad de heridas graves.

Según los investigadores, los monopatines de alquiler ofrecen una oportunidad concreta para introducir medidas de seguridad. Debido a su tecnología digital, es posible aplicar cambios sin necesidad de grandes inversiones. Entre las propuestas se incluye la restricción del uso nocturno, la reducción de la velocidad máxima durante ciertas horas y la limitación de circulación en zonas de mayor riesgo.
Otra posibilidad es incorporar pruebas de reacción en las aplicaciones de alquiler, con el objetivo de disuadir a quienes hayan consumido alcohol. Además, el debate sobre el uso obligatorio del casco vuelve a escena. Italia, por ejemplo, introdujo recientemente una ley que exige su uso para los conductores de monopatines eléctricos. La experiencia australiana también refuerza esta línea.
El Dr. Zyskowski enfatiza que el trabajo preventivo es central. A su juicio, una campaña de concientización enfocada en los grupos de mayor riesgo podría marcar una diferencia real. “Podemos intervenir antes del accidente. Informar sobre las consecuencias de los traumatismos craneales es un buen punto de partida”, señaló.
El estudio plantea una serie de recomendaciones orientadas tanto a los usuarios como a las empresas proveedoras y a las autoridades públicas. La combinación de tecnología, regulación y educación permitiría reducir la cantidad de personas heridas en este tipo de incidentes.
Los especialistas concluyen que no se trata de una discusión menor. La elevada proporción de personas en terapia intensiva y la cantidad de muertes documentadas refuerzan la necesidad de actuar.
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