Buenos Aires (AT) – Alemania ha decidido volver a intentar lo que se le viene negando desde hace más de medio siglo: ser anfitriona de unos Juegos Olímpicos. Esta vez, la apuesta está centrada en las ediciones de 2040 o 2044, y la ciudad que lidera la propuesta es Múnich, que ya albergó el evento en 1972.
La intención fue confirmada por diversas autoridades deportivas y políticas en las últimas semanas. El alcalde de Múnich, Dieter Reiter, anunció que en 2025 se llevará a cabo un referéndum vinculante para conocer la voluntad popular. “Antes de invertir dinero en planes costosos, debemos saber si la ciudadanía realmente quiere los Juegos”, expresó el funcionario socialdemócrata de 66 años.

El fantasma del rechazo ciudadano
La cautela tiene fundamento: Alemania acumula cinco intentos fallidos consecutivos por albergar los Juegos, tanto de verano como de invierno. Hamburgo tuvo que retirar su candidatura para 2024 tras perder un referéndum en 2015. Múnich ya había hecho lo propio en 2013, cuando los votantes dijeron “no” a la propuesta de organizar los Juegos de Invierno de 2022. También Frankfurt intentó sin éxito presentar su candidatura en ocasiones anteriores.
La desconfianza hacia los costos, el impacto ambiental y la utilidad posterior de la infraestructura fueron claves en esos rechazos. Por eso, voces como la del exdeportista olímpico Georg Hackl consideran que el gran desafío no está en convencer al Comité Olímpico Internacional (COI), sino a la propia población. “Hay que ser capaces de entusiasmar positivamente a nuestros vecinos”, afirmó Hackl en una entrevista con la cadena BR.
Hackl, leyenda del luge y actual integrante del equipo técnico de Austria, compitió en seis Juegos Olímpicos, ganando tres oros y dos platas. “Los Juegos Olímpicos son una gran fiesta del deporte que puede aportar mucho valor a la región anfitriona, como un Mundial de fútbol”, argumentó.

Múnich, entre la memoria y el futuro
La ciudad bávara ya fue sede olímpica en 1972. Cuenta con parte de la infraestructura necesaria, una localización estratégica y experiencia reciente en la organización de eventos deportivos. Desde el ámbito deportivo nacional, se considera que una candidatura con respaldo popular y una propuesta sustentable podría tener chances reales, sobre todo si se produce un giro en la política del COI, que en los últimos años ha dado señales de buscar sedes más austeras y con fuerte legitimidad social.

Berlín 1936: propaganda bajo los anillos
Cualquier intento alemán de recuperar el escenario olímpico remite inevitablemente a la historia. En 1936, Berlín fue sede de unos Juegos marcados por la propaganda nazi. Adolf Hitler utilizó la cita deportiva para proyectar al Tercer Reich ante el mundo, en una puesta en escena milimétrica que combinó innovación tecnológica, gigantismo arquitectónico y censura política.
Los Juegos de Berlín fueron los primeros en transmitirse por televisión y también los primeros en incorporar la antorcha olímpica con un recorrido previo desde Grecia. Pero detrás del esplendor, se ocultaban la persecución, el antisemitismo y el autoritarismo que definirían la Segunda Guerra Mundial. La figura del atleta afroamericano Jesse Owens, que ganó cuatro medallas de oro y desafió el relato racista del nazismo, se convirtió en símbolo de resistencia dentro de un espectáculo pensado para lo contrario.

Múnich 1972: el atentado que lo cambió todo
Tres décadas más tarde, Múnich intentó mostrar una Alemania democrática, pacífica y moderna. Los Juegos de 1972 fueron planeados con una estética liviana, sin la solemnidad de 1936. Sin embargo, el evento quedó marcado por una tragedia: el ataque del grupo palestino “Septiembre Negro” a la delegación israelí.
El secuestro, ocurrido dentro de la Villa Olímpica, dejó un saldo de 11 atletas israelíes, cinco terroristas y un policía alemán muertos. La operación de rescate fallida y la reacción inicial del Comité Olímpico Internacional, que mantuvo los Juegos en curso apenas horas después del hecho, provocaron críticas globales y un trauma profundo para el deporte internacional y la sociedad alemana.
Desde entonces, Alemania no volvió a ser sede olímpica, y cada candidatura posterior cargó con la sombra de aquellos episodios.

Los desafíos actuales: legitimidad y sostenibilidad
La candidatura que hoy se discute no puede eludir ese legado. En tiempos donde el movimiento olímpico enfrenta cuestionamientos por sus costos, su impacto social y su real beneficio a largo plazo, Alemania busca ofrecer un modelo diferente. “No se trata de construir elefantes blancos ni de imponer un proyecto desde arriba”, señalan desde círculos vinculados al deporte alemán.
La propuesta incluiría un enfoque descentralizado, con múltiples sedes complementarias, fuerte inversión en infraestructura ya existente y un programa de sostenibilidad ambiental alineado con los objetivos climáticos nacionales. El proceso participativo, con consulta popular, es otro eje que se considera irrenunciable para evitar nuevos rechazos.

¿Una oportunidad para redefinir el olimpismo?
En paralelo, el COI también se encuentra en una fase de reconfiguración. Las ciudades con aspiraciones olímpicas ya no son las mismas de hace veinte años. Parques deportivos abandonados, presupuestos que se duplican y déficits fiscales colosales han hecho que muchas naciones reconsideren su interés. En ese contexto, una Alemania organizada, democrática y con vocación ecológica puede resultar atractiva.
A nivel político, una candidatura exitosa también funcionaría como herramienta diplomática. Alemania busca reforzar su perfil internacional en medio de un escenario geopolítico inestable. Convertirse en anfitrión de unos Juegos podría ser una muestra de estabilidad, liderazgo y apertura. Resta un largo camino. Primero, los ciudadanos de Múnich deberán dar su visto bueno en 2025. Luego vendrán las gestiones ante el COI, los acuerdos intergubernamentales y los aspectos financieros. El deporte alemán, no obstante, ya empezó a imaginar una postal que no ve desde hace más de 50 años: los anillos olímpicos en suelo propio.

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