viernes, 30 de mayo de 2025

Buenos Aires (AT) – El miércoles 29 de mayo, a las 15:30 hora local, una porción del glaciar Birch se desprendió y cayó con fuerza sobre Blatten, un pequeño pueblo suizo del cantón de Valais. El estruendo se escuchó a kilómetros de distancia. En pocos segundos, la masa de hielo, barro y piedras descendió por el valle y sepultó casi por completo el pueblo. Las imágenes aéreas muestran una línea abrupta entre el antes y el después. Donde antes había viviendas, calles y campos, hoy hay una llanura gris cubierta por escombros, hielo sucio y lodo seco.

La evacuación se había realizado el 19 de mayo, gracias a la alerta de geólogos y glaciólogos que detectaron movimientos inusuales en el glaciar. Esa decisión salvó la vida de unas 300 personas. Sin embargo, un hombre continúa desaparecido y las tareas de búsqueda debieron suspenderse por el riesgo de nuevos desprendimientos. Equipos de rescate con perros y sensores térmicos trabajaron sin éxito durante el primer día. El terreno, inestable y saturado de humedad, impidió seguir avanzando.

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La avalancha arrasó casas, calles y campos en pocos segundos. Una nube de polvo cubrió todo el valle.

Un dron registró el nuevo paisaje: un lago comenzó a formarse en el punto donde la avalancha bloqueó el curso natural del agua. Este fenómeno complica aún más las labores de recuperación. Cualquier intervención sin estudios previos podría desatar una nueva avalancha, más peligrosa todavía.

Una amenaza que ya estaba en los cálculos

Según explicó la glacióloga suiza Mylène Jacquemart, los desprendimientos como el de Blatten se vinculan directamente con las condiciones meteorológicas y el cambio climático. “Las paredes rocosas en zonas de alta montaña se debilitan cuando la temperatura sube. El derretimiento del hielo genera más agua que corre por grietas y fisuras, lo que reduce la cohesión interna del terreno”, indicó en una entrevista al canal público RTS.

A esto se suma otro fenómeno observado en los últimos años: la presencia de lluvias en zonas donde tradicionalmente caía nieve. Las precipitaciones líquidas penetran más rápidamente el terreno y aceleran los procesos de erosión interna.

En Suiza, al menos 1.200 glaciares se encuentran en retroceso. En 2022, el país perdió el 6% del volumen total de sus masas glaciares, una cifra sin precedentes desde que se comenzaron a medir en 1914. El glaciar de Tschierva, en el cantón de los Grisones, se redujo casi un kilómetro en solo cinco años. El Aletsch, el más grande del país, también muestra signos alarmantes de retracción.

En ese contexto, el derrumbe del Birch no resulta una sorpresa para la comunidad científica. De hecho, en otras regiones del país ya se realizaron evacuaciones preventivas. En 2023, por ejemplo, el pueblo de Brienz en el cantón de los Grisones fue desalojado por temor a un colapso similar. En ese caso, las rocas se desplazaban a razón de 2 metros por día. Afortunadamente, el deslizamiento no impactó directamente sobre el casco urbano.

Reconstrucción incierta y futuro desplazado

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El agua comenzó a acumularse en la base del derrumbe, generando nuevas preocupaciones sobre la estabilidad del terreno.

Las autoridades del cantón de Valais aseguraron que Blatten será reconstruido, aunque reconocieron que parte del territorio quedó inutilizable. Las casas destruidas por completo superan las cuarenta. Además, varias infraestructuras básicas, como redes de electricidad, agua y comunicaciones, resultaron dañadas.

Los costos iniciales se estiman en más de EUR 50 millones, pero podrían aumentar con el paso del tiempo. La limpieza total de escombros puede demorar años. Para acelerar el proceso, se evalúa utilizar maquinaria pesada y trasladar los restos a otras zonas. También se discute la posibilidad de reubicar la aldea en una zona más segura del valle, aunque esa decisión dependerá de estudios geotécnicos en curso.

Mientras tanto, los habitantes se alojan en alojamientos temporales en ciudades cercanas como Visp y Sion. La Confederación Suiza ofreció ayuda financiera para cubrir alquileres y asegurar el acceso a servicios básicos. Las familias afectadas recibirán una compensación directa, aunque todavía no se precisó el monto total por hogar.

El alcalde Matthias Bellwald intentó llevar algo de consuelo a sus vecinos: “Tenemos un futuro”, dijo frente a los medios. Pese al tono esperanzado, reconoció que la comunidad enfrenta un desafío enorme. “Nunca pensamos que esto podía pasar de verdad. Siempre lo vimos como una posibilidad, pero ahora es nuestra realidad”.

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Blatten desapareció casi por completo. Solo algunas estructuras quedaron parcialmente visibles.

En otros pueblos de montaña suizos, las imágenes de Blatten generaron alarma. Varias comunas iniciaron revisiones de sus propios sistemas de alerta y monitoreo glaciar. Se multiplicaron las consultas a expertos y se activaron nuevos protocolos de emergencia.

Blatten, una aldea de pocos cientos de habitantes dedicada al turismo y la agricultura, pasó de ser un destino tranquilo en los Alpes a convertirse en emblema de un problema estructural. No se trata solo de un evento aislado, sino del resultado acumulado de décadas de alteraciones ambientales.

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