Buenos Aires (AT) – En los pasillos de Bruselas y Estrasburgo se repite un mantra con creciente insistencia: Europa debe lograr su soberanía digital. Pero la realidad, plasmada en la nueva estrategia digital internacional de la Unión Europea, indica que el viejo continente está lejos de poder desprenderse de los gigantes tecnológicos estadounidenses.

Dependencia estructural
La Comisión Europea presentó este jueves su nueva estrategia digital, en la que reconoce de forma explícita que el llamado “desacople” tecnológico con Estados Unidos no es realista. “La cooperación seguirá siendo significativa en toda la cadena de valor tecnológica”, sostiene el borrador del documento, al que accedió el medio POLITICO.
La necesidad de una mayor autonomía tecnológica viene ganando terreno en la agenda europea, especialmente tras el endurecimiento de las relaciones transatlánticas durante la administración de Donald Trump. Pero los datos son contundentes: las empresas estadounidenses controlan más de dos tercios del mercado de servicios en la nube en Europa, lideran el desarrollo de inteligencia artificial y concentran la mayor parte del ecosistema global de microchips, en el que la participación europea apenas ronda el 10%.

El sueño de la soberanía digital
La idea de una Europa tecnológicamente soberana no es nueva, pero ha cobrado nuevo impulso en los últimos años. En diciembre pasado, la Comisión designó a Henna Virkkunen como la primera comisaria encargada de la soberanía tecnológica. Además, legisladores del Parlamento Europeo han comenzado a trabajar en un plan maestro para avanzar en ese camino.
El movimiento Eurostack, que promueve el desarrollo de infraestructura tecnológica 100% europea, también ha ganado visibilidad. Entre sus referentes se destacan la economista de competencia Cristina Caffarra y Kai Zenner, asesor del influyente parlamentario Axel Voss. Sin embargo, según advirtió la legisladora conservadora Eva Maydell, es hora de que Europa “despierte” y reconozca que “ciertos trenes ya partieron”.

Colaboración pragmática
El enfoque de la nueva estrategia europea es pragmático: identifica áreas clave en las que la cooperación internacional es no solo inevitable, sino deseable. Entre ellas se destacan los chips, la inteligencia artificial, la conectividad segura y las tecnologías cuánticas. “No se trata de hacerlo todo en casa”, graficó Dan Nechita, director de la red Transatlantic Policy Network, quien comparó el proceso con cultivar tomates en casa: “Podría hacerlo, pero a veces no tiene sentido”.
La propia Virkkunen ha enfatizado en sus primeros meses en el cargo que el bloque debe mantenerse abierto al mundo. En ese marco, realizó visitas a India, Japón y Estados Unidos, con el objetivo de afianzar vínculos y fomentar el diálogo tecnológico.

Experimentos locales y dudas estructurales
Algunos países y ciudades europeas han empezado a tomar decisiones en dirección a reducir su dependencia. Es el caso de Copenhague y Aarhus, en Dinamarca, que decidieron buscar alternativas a los servicios de Microsoft. En los Países Bajos, legisladores en La Haya presionan por una agenda similar, aunque los vaivenes políticos han ralentizado el proceso.
Sin embargo, la Comisión admite que el continente aún no cuenta con opciones viables para sustituir a corto plazo a los proveedores norteamericanos. Cecilia Bonefeld-Dahl, directora general de la asociación DigitalEurope, respaldó la necesidad de una alianza tecnológica transatlántica. “Necesitamos una alianza que nos permita desarrollar y proteger tecnologías clave como la IA, los semiconductores y la cuántica”, declaró.

Una estrategia que reconoce sus límites
La estrategia digital presentada este jueves es un reconocimiento implícito de las limitaciones actuales del bloque. Aunque se están destinando miles de millones de euros para el desarrollo de supercomputadoras optimizadas para IA, persisten las dudas sobre si será suficiente para alcanzar a los líderes del sector, como OpenAI.
Mientras tanto, la UE parece optar por una estrategia de convergencia más que de ruptura: reforzar sus capacidades internas sin cerrar la puerta a alianzas externas. Es una decisión que, en el contexto de las tensiones geopolíticas y la aceleración tecnológica, busca equilibrio entre la ambición y la realidad.

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