Volkswagen tomó una decisión sin precedentes en sus casi nueve décadas de historia: este martes cierra la producción de vehículos en su planta de Dresde, en un hecho inédito porque por primera vez el consorcio interrumpe la fabricación dentro de Alemania. La medida, reportada por Financial Times, simboliza el profundo ajuste que atraviesa la industria automotriz europea en un contexto de caída de ventas, competencia china y aranceles estadounidenses.
Una planta emblemática que no cumplió expectativas
La fábrica de Dresde abrió sus puertas en 2002 con el propósito de exhibir la capacidad técnica de Volkswagen. Sus instalaciones, diseñadas con especial cuidado estético, se enfocaron inicialmente en el ensamblaje del modelo de lujo VW Phaeton. Sin embargo, tras discontinuar ese vehículo en 2016, la planta se reconvirtió en un símbolo de los esfuerzos del grupo hacia la electrificación, siendo responsable últimamente de la fabricación del automóvil eléctrico ID.3.

A lo largo de sus 22 años de operación, el establecimiento produjo menos de 200.000 unidades, una cifra que representa menos de la mitad de la producción anual de la principal fábrica de Volkswagen en Wolfsburgo. Esta baja productividad, sumada a los desafíos financieros del consorcio, selló el destino de la planta.
Thomas Schäfer, director ejecutivo de la marca Volkswagen, declaró previamente que la decisión de cerrar la producción no se tomó “a la ligera”, pero que “desde una perspectiva económica era esencial”. El cierre forma parte de un acuerdo negociado con los sindicatos el año pasado que contempla la eliminación de 35.000 puestos de trabajo en toda Alemania.

Recorte presupuestario masivo
La compañía revisó sus planes de inversión para los próximos cinco años, reduciendo el presupuesto de EUR 180.000 millones (US$ 211.000 millones ) previstos para el periodo 2023-2027 a aproximadamente EUR 160.000 millones (US$ 187.000 millones). El ajuste responde a la necesidad de seguir invirtiendo en el desarrollo de motores de combustión interna, cuya vida útil en el mercado se estima mayor a la prevista inicialmente.
La decisión implica además que Volkswagen le alquilará el terreno a la Universidad Técnica de Dresde, que establecerá allí un campus de investigación para el desarrollo de inteligencia artificial, robótica y chips. El gigante automotor, junto con la casa de altos estudios, se comprometió a invertir 50 millones de euros durante los próximos siete años en el proyecto. A su vez, VW mantendrá presencia en las instalaciones para entregar autos a sus clientes y como atracción turística.

Crisis generalizada en la industria alemana
El cierre de Dresde se produce en un contexto donde los fabricantes alemanes enfrentan su peor momento desde la crisis financiera de 2009. Según un análisis de la consultora EY, Volkswagen, BMW y Mercedes-Benz experimentaron entre julio y septiembre una caída del 76 por ciento en su ganancia operativa (EBIT), que alcanzó apenas EUR 1.700 millones (US$ 2.000 millones), el nivel más bajo desde el tercer trimestre de 2009.

Constantin Gall, experto automotriz de EY, afirmó que “la industria automotriz mundial está en una crisis profunda, pero actualmente son los consorcios alemanes los que sufren particularmente”. El especialista atribuyó la situación a la debilidad general del segmento premium, la política arancelaria estadounidense, efectos cambiarios negativos, altas inversiones en vehículos eléctricos que aún no resultan rentables y elevados gastos de reestructuración empresarial. “Todo esto genera actualmente una tormenta perfecta, especialmente para los fabricantes alemanes”, señaló.
China: el mercado perdido
El cambio resulta especialmente evidente en China, el mayor mercado automotriz del mundo. Las ventas de los fabricantes alemanes cayeron allí un 9 por ciento en el tercer trimestre. Su participación en el mercado chino bajó del 39 por ciento en 2020 al 29 por ciento actual. Gall explicó que el mercado es “extremadamente competitivo” y que los vehículos eléctricos dominan el crecimiento. “Y aquí los chinos prefieren claramente marcas locales sobre los consorcios occidentales establecidos”, advirtió.
Pronóstico sombrío para la industria alemana
Moritz Schularick, economista y presidente del Instituto de Kiel para la Economía Mundial, pronosticó que los tres principales fabricantes alemanes —Volkswagen, BMW y Mercedes-Benz— probablemente “no seguirán existiendo en su forma actual dentro de cinco años”.

Carlos Tavares, ex jefe de Stellantis, vaticinó que solo cinco o seis fabricantes sobrevivirán globalmente y ninguno será europeo. Mencionó a Toyota de Japón, Hyundai de Corea del Sur, BYD de China y probablemente otra empresa china como Geely. Para Tavares, la situación de Volkswagen representa la “incapacidad de Europa para cambiar”.
Ferdinand Dudenhöffer, director del Center Automotive Research (CAR) en Bochum, estimó que el empleo en las fábricas automotrices alemanas caerá de 720.000 personas actualmente a menos de 700.000 en el corto plazo, y podría llegar a 650.000 en 2027. El experto subrayó que “quien no está en China, no está en el negocio automotriz”. El cierre de Dresde marca así un punto de inflexión para una industria que durante décadas simbolizó la potencia manufacturera alemana.





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