Buenos Aires (AT) – El emprendedor británico Alex Kendall llegó a la conferencia TECH 25 en Heilbronn en uno de sus propios autos autónomos. No necesitó tocar el volante. El vehículo, desarrollado por su startup Wayve, lo trasladó desde el aeropuerto sin que el conductor de seguridad interviniera. El testimonio sorprendió a los asistentes, pero para Kendall es apenas una muestra del futuro inmediato: “Fue emocionante ver cómo el sistema resuelve por sí solo situaciones complejas”.
Kendall compartió escenario con dos figuras centrales del desarrollo del vehículo autónomo: Stefan Hartung, CEO del proveedor automotor Bosch, y Hendrik Kramer, fundador y director de la startup alemana Fernride. Juntos analizaron el presente y futuro de una tecnología que avanza, pero no al ritmo que muchos imaginaron hace apenas una década.

No en todas partes, no al mismo tiempo
Hartung fue claro: el despliegue de autos autónomos será desigual. “En algunas zonas los veremos pronto, en otras no”, advirtió. El avance depende de múltiples factores: infraestructura vial, conectividad, regulación y hasta cultura del tránsito. Mientras en China los vehículos con funciones autónomas ya circulan de forma masiva, en Europa y Estados Unidos se avanza con más cautela.
Bosch, uno de los principales proveedores tecnológicos del mundo, apuesta en primer lugar al “manejo asistido”: sistemas que conducen por sí solos bajo ciertas condiciones, pero que devuelven el control al humano ante situaciones complejas. “El auto puede hacer lo mismo que usted, pero la responsabilidad sigue siendo suya”, remarcó Hartung.

Wayve: IA sobre ruedas
Wayve trabaja con un enfoque distinto. Su modelo de inteligencia artificial —una “foundation model” entrenada con cientos de petabytes de datos— aprende a manejar observando millones de horas de video tomadas en múltiples países. La idea es que la IA se adapte no solo a las normas de tránsito, sino también a los comportamientos sociales específicos de cada ciudad.
En una prueba en Londres, uno de sus autos logró sortear un camión estacionado, esquivar a un ciclista en contramano, a un taxi detenido y a un obrero cruzando la calle, sin intervención humana. “Eso muestra la complejidad real de conducir en entornos urbanos”, explicó Kendall. El desarrollo ha captado el interés de gigantes como Microsoft, Nvidia y Softbank, que invirtieron más de US$ 1.300 millones en la startup.
Wayve, fundada en 2017, busca posicionarse como proveedor de tecnología autónoma para la industria automotriz global. “Durante seis años nadie quiso hablar con nosotros. Hoy nos llaman los principales fabricantes”, contó Kendall.

Fernride: menos promesas, más resultados
En contraste, Fernride optó por un camino más inmediato. La empresa se enfocó desde el inicio en entornos cerrados, como terminales portuarias y centros logísticos, donde la complejidad del tráfico es menor y las condiciones más controlables. Actualmente, su tecnología se prueba en un puerto de Tallin, Estonia, y otros 20 sitios similares en Europa.
“Cuando fundamos Fernride, el entusiasmo por el auto autónomo ya había caído. Lo nuestro fue apuntar a donde ya se puede aplicar”, explicó Kramer. Según el emprendedor, muchos empleos actuales están pensados como si ya existieran robots, pero la tecnología todavía no los reemplaza. Su propuesta es empezar por ahí.

El largo camino a la autonomía total
Para que los autos autónomos sin conductor humano lleguen a las calles de forma masiva, aún faltan pasos críticos: hardware confiable, redes de comunicación estables, regulación clara y estándares internacionales de seguridad. Empresas como Bosch ya trabajan en estos desarrollos, pero el marco político y legal debe acompañar.
La industria automotriz produce más de 30 millones de vehículos por año en China, superando a Europa y EE. UU. juntos. Para Hartung, tener presencia en ese país es una necesidad estratégica: “Es fundamental tener una huella sólida en China”.

¿Y en Argentina?
Aunque el despliegue masivo de vehículos autónomos aún parece lejano para América Latina, el tema empieza a estar en agenda. Argentina cuenta con una industria automotriz activa, centros tecnológicos de vanguardia y talento en ingeniería y software. Además, es un mercado sensible a las innovaciones en eficiencia logística, un área donde esta tecnología promete impactos positivos.
En el mediano plazo, es posible que los primeros usos lleguen a sectores como el transporte de carga en rutas largas o en entornos cerrados como fábricas y parques industriales. El desafío estará en adaptar el marco normativo y preparar a los usuarios para convivir con una tecnología que cambia la lógica misma del manejo.

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