Buenos Aires (AT) – En un tiempo de crisis y hambre en Europa, emigrar a Sudamérica representaba para muchos suizos una tabla de salvación. La historia del panadero Robert Baumann es la de uno de tantos que intentaron rehacer su vida en el extranjero, pero encontraron, en cambio, un camino de dolor y desilusión.
Baumann, panadero de profesión y padre de nueve hijos, decidió abandonar Suiza en 1920. “Dondequiera que iba a buscar una vivienda, me decían que tenía demasiados hijos”, escribió en su diario. La falta de oportunidades y techo en el cantón de Zürich lo empujó a embarcarse en una aventura incierta rumbo a Brasil.
Viajaron primero en tren hasta París y de allí a Burdeos, donde embarcaron en un vapor con destino a Río de Janeiro. Para entonces, América del Sur era uno de los principales destinos de emigración suiza, junto con Estados Unidos y Canadá.

Las tragedias del nuevo mundo
La travesía no tardó en tornarse amarga. Durante el viaje en barco, estalló un brote de sarampión. Su hija menor, Hedeli, de apenas un año y medio, enfermó y fue internada en cuarentena junto con su madre al llegar a Brasil. Ambas murieron poco después: Hedeli, por el virus, y su madre, por una infección posterior. Baumann se quedó solo, con ocho hijos a cuestas.

Una colonia que no fue refugio
En busca de trabajo, Baumann se trasladó a la colonia alemana de Martinho Campos, en el interior de Minas Gerais. El viaje, realizado en carreta de bueyes durante la temporada de lluvias, resultó agotador. Una vez en destino, las lluvias le impidieron trabajar por semanas. Las condiciones eran precarias: la comida escasa, el entorno hostil, plagado de ranas venenosas y serpientes. Los niños sufrían por las pulgas y los ácaros, mientras los casos de malaria aumentaban en la colonia.

El intento urbano: una panadería fallida
Desesperado, se trasladó con sus hijos a Belo Horizonte, donde consiguió trabajo como operario de horno. Pronto cayó enfermo de malaria y debió ser hospitalizado. Tras recuperarse, intentó abrir una pastelería. “Fue un fracaso”, anotó en su relato. Un gerente deshonesto lo llevó a la ruina.

La última oportunidad, otro golpe
Intentó una vez más en una plantación de café. Pero reconoció que no entendían el negocio y ganaban poco. La última esperanza fue una oferta de trabajo como pastelero en San Pablo, bajo la tutela de otro suizo. Sin embargo, la malaria regresó, esta vez afectando también a sus hijos. Fue el punto de quiebre: decidió volver a Suiza.

Regreso con el corazón roto
Con ayuda del consulado suizo, regresó en octubre de 1921. Al llegar a Zúrich, la familia fue acogida por el Ejército de Salvación. Intervinieron los servicios sociales y la organización Pro Juventute. Los hijos fueron distribuidos en hogares. “Con cada partida, sentía que me arrancaban un pedazo del corazón”, confesó Baumann.

Un relato que advierte
En 1937, Baumann escribió un informe de 60 páginas titulado “Mi viaje a Brasil”. El documento, recuperado recientemente por un docente jubilado de Solothurn, había sido entregado en los noventa por un alumno cuyo nombre hoy se desconoce. En él, Baumann agradece a quienes lo ayudaron y lanza una advertencia: “Quiero prevenir a todos los que desean emigrar: piénsenlo bien antes de partir”.

Ausencias que persisten
El caso de Baumann, aunque extremo, no fue único. El Museo Nacional de Suiza recuerda que más de 800.000 suizos viven hoy fuera del país. Muchos encontraron éxito, como el hotelero César Ritz o la médica Josephine Fallscheer-Zürcher. Pero otros, como Baumann, enfrentaron sufrimientos y fracasos que hoy forman parte de una historia menos contada.

Argentina y la migración suiza
La historia de Robert Baumann resuena también en Argentina, país que desde el siglo XIX recibió a miles de inmigrantes suizos, muchos de ellos en condiciones similares. La fundación de colonias como San Jerónimo Norte, en Santa Fe, refleja ese pasado. Aunque muchos prosperaron, también hubo casos de fracaso y retorno. El relato de Baumann recuerda que, más allá de las oportunidades, emigrar es un acto que implica riesgos, pérdidas y decisiones que marcan de por vida. En un mundo donde las migraciones vuelven a crecer, su testimonio adquiere nueva vigencia.

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