Buenos Aires (AT) – La Comisión Europea alcanzó en diciembre de 2023 un texto final para el acuerdo de libre comercio con el Mercosur, pero aún resta su aprobación por parte de los parlamentos de los Estados miembros y del Parlamento Europeo. Este acuerdo, negociado durante más de dos décadas, abarca a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y daría origen a una zona de libre comercio con más de 700 millones de consumidores.
La esperanza de firmarlo cobró nuevo impulso esta semana, en medio de crecientes tensiones comerciales con Estados Unidos. La reactivación de medidas proteccionistas por parte de Washington, entre ellas nuevos aranceles, llevó a los países europeos a mirar con renovado interés a América del Sur. “El equilibrio global está cambiando, y los europeos necesitamos nuevos socios comerciales con urgencia”, declaró el canciller alemán Friedrich Merz durante un evento en Berlín el pasado fin de semana.

Del escepticismo al pragmatismo
La principal resistencia continúa viniendo de Francia, donde el gobierno mantiene una postura crítica frente al acuerdo, especialmente por las preocupaciones del sector agrícola. El Ejecutivo de Emmanuel Macron teme una competencia desleal en productos como carne, arroz y soja. “El borrador del tratado no ha cambiado y, en su forma actual, sigue siendo inaceptable”, afirmó una fuente diplomática francesa citada por el diario Le Monde.
No obstante, algunas señales sugieren una posible apertura. El gobernador del Banco de Francia, François Villeroy de Galhau, advirtió recientemente que el acuerdo UE-Mercosur podría “amortiguar los choques arancelarios derivados de la política comercial de EE.UU.”. Según la normativa de la UE, el tratado necesita el respaldo de al menos 15 países que representen al 65 % de la población del bloque. Francia aspiraba a formar una minoría de bloqueo, pero funcionarios europeos dudan ahora de que pueda sostenerla.

Austria y Polonia, entre el rechazo y el giro
Austria y Polonia han sido otros dos opositores históricos. Sin embargo, el ministro de Economía austríaco, Wolfgang Hattmannsdorfer, sorprendió esta semana al declarar: “Hoy más que nunca, necesitamos este acuerdo”. Aunque la posición oficial del gobierno austríaco aún no ha cambiado, el respaldo individual de miembros clave anticipa un posible giro.
En el caso polaco, la situación es más rígida. Varsovia, que preside rotativamente el Consejo de la Unión Europea, no ha mostrado intención de acelerar la votación del acuerdo. Sin embargo, a partir de julio, Dinamarca tomará la presidencia y podría volver a incluir el tratado en la agenda.

Un momento propicio en América del Sur
Del lado sudamericano, tanto Argentina como Brasil han manifestado su interés en concretar el acuerdo, aunque con matices. El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva criticó los requisitos ambientales europeos, calificándolos de “colonialismo verde”. En tanto, Argentina adoptó un tono más diplomático, pero sin renunciar a defender sus intereses productivos.
En conversación con Argentinisches Tageblatt, el embajador de la Unión Europea en el Cono Sur, Amador Sánchez Rico, sostuvo que “efectivamente la incertidumbre en torno a la cuestión arancelaria puede convertirse en una gran oportunidad para el acuerdo UE-Mercosur”.
Sánchez Rico explicó que el tratado reafirma “el valor geopolítico del vínculo entre socios confiables” y representa “una apuesta a mercados y comercio abierto, que desbloquea nuevas oportunidades para el comercio y la inversión, para la creación de empleo y el fortalecimiento de cadenas de suministro”.
El embajador agregó: “Bajando aranceles y proporcionando seguridad jurídica y previsibilidad para las empresas, el acuerdo apoyará el crecimiento económico, impulsará la competitividad y reforzará la resiliencia de ambas partes”.

¿Qué se gana y qué se pierde?
El acuerdo permitiría a la Unión Europea exportar con menos trabas productos como automóviles, maquinaria, productos farmacéuticos y bebidas alcohólicas. A cambio, los países del Mercosur tendrían mayor acceso al mercado europeo con productos agrícolas.
El nudo del conflicto está ahí: agricultores europeos temen verse perjudicados por productos sudamericanos más baratos, y cuestionan que las regulaciones sanitarias y ambientales no sean equivalentes. Esta preocupación motivó numerosas protestas en Francia, Bélgica y Países Bajos, donde el campo conserva un fuerte peso político.
Frente a este escenario, se han propuesto mecanismos de salvaguarda. El ministro francés para Europa, Benjamin Haddad, sugirió esta semana incluir una “cláusula de freno de emergencia” que permita limitar importaciones en caso de impacto negativo repentino. La medida busca equilibrar las ventajas del libre comercio con la protección de sectores sensibles.

La UE busca blindarse frente a Washington
La creciente tensión comercial con Estados Unidos es uno de los principales motores detrás de la urgencia europea por cerrar acuerdos alternativos. Desde Bruselas se insiste en la necesidad de consolidar vínculos con aliados que compartan valores democráticos y reglas claras. “En un mundo inestable, las asociaciones con socios confiables son más valiosas que nunca”, declaró un portavoz de la Comisión Europea.
La Comisión también está explorando otros acuerdos, como el que comenzó a negociar recientemente con Emiratos Árabes Unidos. La estrategia es clara: diversificar, blindarse y evitar quedar a merced de decisiones unilaterales de grandes potencias.

Un impacto potencial para la Argentina
Para la Argentina, la ratificación del acuerdo significaría un espaldarazo comercial en un momento de gran necesidad económica. El acceso preferencial a un mercado de más de 400 millones de personas podría traducirse en mayores exportaciones, inversiones y empleo.
Pero también conlleva desafíos: adaptar sectores productivos a las exigencias del mercado europeo y competir con actores mejor posicionados. El gobierno argentino deberá equilibrar diplomacia y estrategia para que los beneficios superen los costos.

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