viernes, 16 de mayo de 2025

Buenos Aires (AT) – Alemania logró en 2024 lo que parecía cada vez más difícil: reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero por segundo año consecutivo y cumplir con los objetivos climáticos establecidos. Según el último informe del Panel de Expertos en Cuestiones Climáticas, el país emitió 649 millones de toneladas menos de CO₂ equivalente que en 2023, una baja del 3,4 % interanual. Este número permite a Alemania mantenerse dentro del sendero hacia su meta de reducción del 65 % en las emisiones para 2030, en comparación con los niveles de 1990.

Sin embargo, el informe deja en claro que estos avances no responden a una transformación estructural positiva. Por el contrario, la caída en la actividad económica y el cierre de centrales energéticas explican buena parte de los resultados. El informe admite que, sin la “reserva” generada entre 2021 y 2024 por la pandemia de COVID-19 y la debilidad económica, las emisiones actuales superarían el presupuesto climático previsto para esta década.

El cumplimiento de los objetivos climáticos, entonces, no puede celebrarse sin matices. Se logró, pero no por una transición planificada, sino por una combinación de estancamiento industrial, menor demanda energética y decisiones que ponen en duda la seguridad del suministro.

Cierre de plantas y electricidad cada vez más cara

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Chimeneas en Moosburg, derribadas en noviembre.

El sector energético fue el que más redujo emisiones en 2024. Gran parte de esa baja se explicó por el cierre masivo de centrales a carbón. En un solo día de marzo se desconectaron 15 plantas al mismo tiempo. En noviembre, se demolieron las chimeneas de una central en Moosburg, cerca de Hamburgo. Esta planta había comenzado a funcionar en 2015 y era considerada una de las más limpias y modernas del continente.

La transición energética alemana ya había prescindido por completo de la energía nuclear. Al eliminar también el carbón, el país quedó con una matriz más dependiente de fuentes renovables, pero también más frágil. Esto se reflejó en el costo de la electricidad: los hogares alemanes pagaron EUR 0,39 por kWh en promedio, el segundo valor más alto de toda la Unión Europea.

El impacto no se limitó al consumo doméstico. Las empresas industriales enfrentaron tarifas imposibles de sostener. Muchas redujeron su producción, despidieron personal o trasladaron operaciones al exterior. Según el panel de expertos, el sector industrial no logró reducir su aporte a las emisiones totales durante el año. Esa estabilidad aparente esconde una contracción productiva más que una mejora tecnológica.

La combinación de cierre de plantas, precios altos y menor actividad arroja un panorama complejo. Alemania emite menos gases, pero a costa de su competitividad y su capacidad para generar empleo y recaudación.

Una meta en riesgo si no cambian las condiciones

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A pesar del recorte logrado, el informe advierte que los desafíos siguen siendo grandes. El transporte y el sector de la construcción —especialmente la calefacción de edificios— registraron aumentos en las emisiones. Estos dos rubros siguen por encima de los valores fijados por los planes oficiales.

Los expertos insisten en que la meta de 2030 todavía es alcanzable, pero solo si se mantienen todas las medidas actuales. Eso incluye subsidios, exigencias legales y restricciones al uso de combustibles fósiles. El problema es que muchas de esas herramientas pierden legitimidad en contextos de crisis. La presión social y política por bajar los precios y frenar la recesión puede debilitar las políticas ambientales.

El debate ya empezó a tomar fuerza. Algunos observadores se burlaron del informe. El empresario libertario Rainer Zitelmann escribió en la red social X: “¡Alemania cumple sus metas climáticas… en su tercer año de recesión! El mundo entero seguirá con entusiasmo este modelo verde”.

Ese tipo de críticas se repite con frecuencia en sectores económicos. No cuestionan el objetivo ecológico, pero sí el método. La preocupación principal es que Alemania parece avanzar hacia la descarbonización sin una estrategia de desarrollo que acompañe la transformación.

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