jueves, 15 de mayo de 2025

Buenos Aires (AT) – En medio de la urgencia por encontrar respuestas concretas a la crisis ambiental, un grupo de investigadores de la Universidad Técnica de Viena, en Austria, desarrolló una tecnología capaz de transformar uno de los residuos más contaminantes del planeta en un recurso energético. El avance consiste en reutilizar baterías gastadas para producir metano, un combustible limpio que puede emplearse en la generación de energía.

La propuesta no solo busca reciclar. También apuesta por regenerar materiales clave y cerrar el ciclo de uso de los desechos tecnológicos. En vez de enterrar baterías o exportarlas como chatarra tóxica, el nuevo método permite extraer componentes valiosos y convertirlos en catalizadores que reducen dióxido de carbono. Este enfoque podría cambiar las reglas del juego en la industria del reciclaje y en el modo en que se gestiona la basura electrónica.

El equipo científico a cargo del proyecto está integrado por Michael Stöger-Pollach, Hamilton Uchenna Aharanwa, Qaisar Maqbool y Günther Rupprechter. Sus trabajos abren una posibilidad concreta para abordar dos problemas a la vez: la acumulación de residuos y las emisiones de gases que alteran el clima.

Un catalizador que produce energía limpia

pilas
Michael Stöger-Pollach, Hamilton Uchenna Aharanwa, Qaisar Maqbool y Günther Rupprechter, los científicos detrás del hallazgo.

El punto de partida del nuevo método es la recuperación de materiales presentes en baterías de hidruro metálico de níquel (Ni-MH). A partir del níquel y del aluminio presente en las cubiertas de papel de aluminio, los investigadores lograron sintetizar un nanocatalizador. Este catalizador permite transformar dióxido de carbono (CO₂) en metano mediante el uso de hidrógeno.

El proceso opera a una temperatura moderada de 250 grados Celsius. No requiere condiciones extremas ni grandes consumos energéticos. El catalizador mantiene su eficiencia durante un período prolongado y no muestra señales de desgaste significativo, lo cual lo convierte en una opción viable para su uso en entornos industriales.

La composición del nanocatalizador incluye entre un 92 y un 96 % de óxido de aluminio, combinado con entre un 4 y un 8 por ciento de níquel. Con esta fórmula, logra una conversión efectiva de CO₂ en metano, una ventaja relevante frente a otras técnicas más costosas y menos sostenibles.

Además, el sistema permite un reaprovechamiento continuo. Cuando el catalizador pierde su actividad, puede reciclarse y emplearse como base para crear nuevos catalizadores. Este mecanismo de reutilización reduce aún más el volumen de residuos y fortalece la lógica de la economía circular.

Una solución para la basura electrónica

nanocatalizador
El nanocatalizador desarrollado a partir de residuos permite transformar CO₂ en metano a 250 °C, sin perder eficiencia.

Cada año se descartan millones de baterías en todo el mundo. Muchas terminan en vertederos o en el mar. Contienen metales pesados como plomo, níquel, litio y cadmio. Estas sustancias contaminan el suelo, envenenan fuentes de agua y representan un riesgo directo para la salud.

La tecnología desarrollada en Viena plantea una manera distinta de gestionar estos residuos. No se trata solo de eliminar el peligro, sino de extraer valor de aquello que antes se consideraba inservible. En vez de exportar la basura electrónica o almacenarla sin tratamiento adecuado, este método convierte las baterías en insumos para la producción de energía.

El potencial impacto de esta innovación es amplio. Si se logra adaptar a gran escala, podría implementarse en plantas generadoras de energía. También podría integrarse en instalaciones que ya trabajan con fuentes renovables. Esto permitiría complementar la oferta energética con metano limpio, producido a partir de residuos reciclados.

Desde una perspectiva económica, el sistema también representa una oportunidad. La posibilidad de aprovechar baterías usadas y reducir costos en la producción de catalizadores puede traducirse en una ventaja competitiva para las industrias que adopten esta tecnología. Además, al reducir la dependencia de materias primas vírgenes, disminuye la presión sobre los ecosistemas.

El horizonte de la innovación circular

El trabajo del equipo austríaco no surge de la nada. En distintas regiones del mundo, investigadores y empresas exploran caminos parecidos. En Arabia Saudita y Pakistán, por ejemplo, se avanza en el desarrollo de baterías fabricadas con ropa reciclada. Estas baterías utilizan fibras textiles en lugar de metales pesados, y su biodegradabilidad ofrece una solución más amigable para el ambiente.

Tanto en Asia como en Europa, la tendencia apunta hacia un mismo objetivo: reconvertir los desechos en recursos útiles. Frente a un modelo lineal basado en extraer, usar y descartar, se abre paso una lógica circular. La basura ya no se considera un problema aislado, sino una oportunidad para rediseñar el vínculo entre tecnología y naturaleza.

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