.Buenos Aires (AT) – La ministra federal de Economía, Katherina Reiche (CDU), abrió una nueva etapa de controversia en la política energética alemana al declarar que “debe terminar el mandato de la bomba de calor“. Lo hizo en una entrevista con el diario Handelsblatt, donde señaló que el Estado no debería imponer el tipo de tecnología para reducir emisiones, sino fijar objetivos de CO₂ y dejar que los propietarios decidan cómo cumplirlos.
Pero el presunto mandato que la ministra alude nunca fue tal. La ley que rige las condiciones para las nuevas instalaciones de calefacción -la llamada GEG (Gebäudeenergiegesetz)- establece que, en general, las nuevas calderas deben operar al menos en un 65 % con energías renovables. La bomba de calor, por sus características, aparece como la opción más viable para cumplir esa exigencia. Sin embargo, también se admiten otras alternativas como la calefacción por biomasa, energía solar, redes de calor o hidrógeno.
“No hay ningún mandato de bomba de calor. Jamás existió”, aclaró Frederic Leers, vocero del Bundesverband der Deutschen Heizungsindustrie (BDH). Lo mismo indicó el Bundesverband Wärmepumpe (Asociación Federal de Bombas de Calor), que consideró la frase de Reiche como “confusa”.

¿Qué es una bomba de calor y cómo funciona?
La bomba de calor es un sistema de calefacción que utiliza energía del entorno para calentar el interior de una vivienda. Funciona de manera similar a un aire acondicionado invertido: extrae calor del aire exterior, del suelo o del agua subterránea y lo transfiere al interior a través de un circuito cerrado.
Este proceso requiere electricidad, pero como la mayor parte de la energía proviene del ambiente, su eficiencia energética es muy alta. Por cada kilovatio hora (kWh) de electricidad consumida, una bomba de calor puede generar entre 3 y 4 kWh de calor útil. Además, no produce emisiones locales de CO₂ y puede combinarse con fuentes de electricidad renovable, como paneles solares.
En países como Alemania, donde se busca reducir drásticamente el uso de gas y petróleo para calefacción, la bomba de calor se convirtió en una tecnología clave. Su implementación en casas existentes puede requerir adecuaciones, especialmente si se trata de viviendas mal aisladas, pero en la mayoría de los casos es una solución técnica viable y sustentable.

Un cambio político con señales ambiguas
Katherina Reiche asumió el cargo hace apenas dos semanas y sucedió al verde Robert Habeck, a quien elogió por su “desempeño sobrehumano” durante la crisis energética de 2022. Pero su mensaje en torno a la transición térmica marcó un giro respecto a su antecesor. El trasfondo es claro: el recambio en el Ministerio de Economía refleja un realineamiento de prioridades tras la salida del gobierno de la coalición semáforo.
En su etapa previa, Reiche fue presidenta del Consejo Nacional del Hidrogeno. Su postura coincide con sectores de la CDU que apuestan por una “apertura tecnológica” que incluya calderas a gas aptas para funcionar con hidrógeno, en lugar de transitar rápidamente hacia sistemas eléctricos como la bomba de calor. Pero el problema es que la producción global de hidrógeno verde y azul es, según la Agencia Internacional de Energía, apenas el 1 % del total. Su disponibilidad, por ende, sigue siendo mínima.

Cómo funciona la regulación vigente
Desde 2024, el GEG establece que en zonas de nueva urbanización, las nuevas instalaciones de calefacción deben operar en al menos un 65 % con renovables. En otras áreas, el requisito entrará en vigor una vez que cada municipio presente su plan de transición térmica: para ciudades grandes, la fecha límite es mediados de 2026; para localidades más pequeñas, mediados de 2028. La calefacción por redes urbanas también cumple ese objetivo.
De hecho, según el Bundesverband der Energie- und Wasserwirtschaft (BDEW), la calefacción urbana podría cubrir hasta el 50 % del suministro en zonas densamente pobladas. En las demás, la bomba de calor sigue siendo la opción más económica y eficiente.

El mito del mandato y sus consecuencias
La percepción de un “mandato” surgió, en parte, por el objetivo anunciado por el anterior gobierno de instalar 500.000 bombas de calor por año. Para el gremio ZVSHK, que representa a más de 48.000 empresas del sector, esa meta generó una sensación de presión indirecta. Según el vocero del gremio, muchos propietarios optaron por adelantar la renovación de sus sistemas para evitar posibles restricciones futuras.
En la práctica, eso se tradujo en variaciones abruptas del mercado: las ventas de bombas de calor subieron más del 50 % en 2022 y 2023, cayeron un 46 % en 2024 y repuntaron un 35 % en el primer trimestre de 2025. La incertidumbre regulatoria sigue siendo un factor decisivo.

CO₂ en el centro del debate
Uno de los puntos que propuso Reiche fue dejar de lado el porcentaje de energías renovables y fijar objetivos de reducción de CO₂ por tipo de tecnología. El planteo genera dudas, porque esos objetivos ya existen: la Directiva Europea sobre Eficiencia Energética en Edificios (EPBD), aprobada en 2023, obliga a Alemania a reducir las emisiones del parque edilicio un 16 % para 2030 y entre un 20 y 22 % para 2035.
“No se puede cumplir esa meta solo con nuevas construcciones. Hay que actuar sobre el parque existente, y eso se logra con aislamiento térmico y con nuevas tecnologías de calefacción”, explicó un vocero del Bundesverband Wärmepumpe.

El pedido del sector: claridad y estabilidad
Desde la industria coinciden en que hay aspectos del GEG que podrían simplificarse o clarificarse, pero advierten sobre el riesgo de abrir una nueva discusión política que genere inseguridad. “Sería bueno que el GEG se vuelva menos burocrático”, dijo Frederic Leers del BDH. “Pero también es importante no dar marcha atrás. La bomba de calor es clave para la transición térmica.”
El propio vocero del Bundesverband Wärmepumpe se mostró optimista respecto a una mayor mesura en el mensaje ministerial: “Confiamos en que, en sus próximas intervenciones, la ministra sea más precisa y técnicamente rigurosa con respecto al GEG”.
Por ahora, el Ministerio de Economía no ha aclarado en detalle qué quiso decir Reiche con su crítica al “mandato” de la bomba de calor. Pero el debate, una vez más, está sobre la mesa: qué tecnologías, bajo qué reglas y con qué objetivos deben definir el futuro térmico de Alemania.

Hacé tu comentario