Buenos Aires (AT) – Alemania atraviesa una de las primaveras más secas en casi un siglo. Entre comienzos de febrero y mediados de abril de 2025, el país registró su nivel más bajo de precipitaciones desde 1931. Los datos del Servicio Meteorológico Alemán (DWD) muestran que abril trajo apenas 31 litros de lluvia por metro cuadrado. Esta cifra representa solo el 53 % del promedio del período de referencia 1961–1990, y un 69 % si se compara con el período 1991–2020.
Algunas regiones, como el noreste del país y zonas de la Alta Baviera, recibieron menos de 10 litros por metro cuadrado. La situación es calificada como “extremadamente seca” por especialistas del DWD. En simultáneo, las temperaturas subieron y la radiación solar superó los niveles normales. Esta combinación refuerza el estrés hídrico, con efectos directos sobre los suelos y cultivos.
Sequía histórica y calor fuera de temporada
En abril, la temperatura media en Alemania alcanzó los 10,5 °C. Se trata de uno de los siete abriles más cálidos desde que comenzaron los registros en 1881. En Brandeburgo, el 17 de abril se llegó a los 28,4 °C. En el suroeste, las primeras jornadas con clima veraniego llegaron incluso antes de mitad de mes.

Además del calor, abril mostró una radiación solar inusual. Se registraron aproximadamente 240 horas de sol en todo el país. En regiones del noreste, ese número alcanzó las 270 horas. Comparado con el promedio 1961–1990, representa un 56 % más. En relación con el período 1991–2020, el aumento fue del 31 %. Incluso Schleswig-Holstein, habitualmente más fresco y lluvioso, tuvo 230 horas de sol. Ese valor está un 40 % por encima del promedio histórico para la región.
El impacto del calor y del sol sin lluvias regulares se ve reflejado en los suelos. En el norte y sur del país, la sequedad llega a profundidades de hasta 60 centímetros. Solo algunas franjas que cruzan de Renania del Norte-Westfalia a Sajonia, y ciertas zonas montañosas del sur, mantienen niveles de humedad aceptables. Sin embargo, esas zonas muestran una tendencia a reducirse.
Desigualdades regionales: el caso de Schleswig-Holstein
Si bien el déficit hídrico afecta a todo el país, no lo hace con la misma intensidad en todas partes. En Schleswig-Holstein, por ejemplo, se midieron solo 26 litros de lluvia en abril. El promedio habitual ronda los 49 litros. La falta de agua se arrastra desde febrero y marzo, meses en los que se registraron solo 11 y 9 litros respectivamente. Las medias históricas para esos meses son de 44 y 53 litros por metro cuadrado.

Dentro de esa región también hay diferencias. En Pelzerhaken, abril dejó apenas 5,8 litros. En Hetlingen, en cambio, se superaron los 50 litros. Pero en términos generales, la situación se repite: poca lluvia, más horas de sol y temperaturas altas. Eso genera una pérdida continua de humedad superficial, esencial para los cultivos de primavera.
La situación preocupa a los agricultores. En regiones como Mecklemburgo-Pomerania Occidental, la tierra está seca. El viento y el sol extraen rápidamente la poca humedad disponible. Muchos cultivos jóvenes dependen del rocío matutino para sobrevivir. Sin lluvias sostenidas, el rinde de las cosechas está en riesgo.
Perspectivas y riesgos para los próximos meses
A mediados de abril, algunos pronósticos indicaban una posible recuperación. Sin embargo, el regreso de sistemas de alta presión frenó cualquier cambio. Se espera un leve descenso de temperaturas a comienzos de mayo, pero las precipitaciones llegarían solo en forma de chaparrones aislados. Desde el punto de vista hidrológico, esos eventos no resuelven el problema. Lo que se necesita es un “Landregen”, como lo llaman los meteorólogos alemanes: una lluvia constante, moderada, de amplia cobertura y con buena capacidad de infiltración.
El meteorólogo Adrian Leyser, del DWD, explicó que los chaparrones intensos no son útiles para recuperar el nivel de humedad en el suelo. En cambio, aumentan la escorrentía superficial y no logran que el agua se filtre hasta las capas más profundas. Las plantas, sobre todo las más jóvenes, no alcanzan a beneficiarse.
Desde el Centro Helmholtz para la Investigación Ambiental advierten que, de continuar la sequía en mayo, se consolidará una de las primaveras más áridas desde que existen registros. Ya hoy, en varias zonas del país, la sequedad en la capa superior del suelo es preocupante. Si no cambian los patrones climáticos, tanto los ecosistemas naturales como el sector agropecuario podrían atravesar una etapa crítica.
Las consecuencias también se extienden al consumo de agua. En Alemania, el uso promedio por persona es de 128 litros por día, según datos oficiales de 2022. Si las reservas no se reponen, podrían surgir restricciones en los próximos meses, en especial en las regiones más afectadas.
El debate climático
Frente a estos eventos extremos, surge la pregunta sobre el cambio climático. Marc Wenthe, también del DWD, considera que los sistemas de alta presión como los actuales forman parte de la variabilidad natural. Sin embargo, reconoce que los extremos climáticos —tanto sequías como lluvias intensas— se repiten con más frecuencia.

El año pasado, por ejemplo, la primavera fue lluviosa. Pero la alternancia entre un año húmedo y otro seco refuerza la idea de que los ciclos climáticos se están volviendo menos predecibles. En el noreste del país, en particular, las primaveras secas son cada vez más comunes. Berlín y Brandeburgo suman semanas enteras sin lluvias. Esa tendencia exige una planificación distinta para la agricultura, la infraestructura hídrica y la gestión ambiental.
Alemania destina cada año más de EUR 5.000 millones a subsidios agrícolas. Un escenario climático más hostil podría incrementar esa cifra. Además, el impacto económico no se limita al campo. Los bosques, las reservas naturales y los cuerpos de agua también sufren. La falta de humedad favorece la aparición de plagas, reduce la productividad forestal y amenaza la biodiversidad.
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