martes, 27 de mayo de 2025

Buenos Aires (AT) – El conglomerado industrial alemán Thyssenkrupp anunció un nuevo plan estratégico que implicará la transformación de sus unidades en empresas independientes. La propuesta apunta a convertir a la compañía en una estructura de tipo holding, con participación en cada una de las nuevas entidades.

El objetivo declarado es aumentar la flexibilidad empresarial, facilitar la inversión externa y mejorar la transparencia para los inversores. Sin embargo, la noticia provocó reacciones mixtas: mientras los mercados respondieron con entusiasmo, distintos sectores laborales expresaron preocupación por posibles recortes de personal.

La iniciativa profundiza un proceso de desintegración que la firma había iniciado años atrás. Con casi 100.000 empleados en todo el mundo y raíces industriales que se remontan al siglo XIX, Thyssenkrupp se encuentra en un punto de inflexión. El grupo, que alguna vez fue símbolo de la potencia manufacturera alemana, enfrenta desde hace años una combinación adversa de factores: altos costos internos, caída de los precios en su división de acero y una competencia feroz proveniente de Asia.

El plan: dividir para sostener

El proyecto presentado establece que las distintas áreas de negocio —tecnología automotriz, tecnologías verdes, gestión de cadenas de suministro y otras— serán gradualmente convertidas en empresas independientes. Estas unidades quedarán abiertas a inversiones externas, aunque Thyssenkrupp conservará participaciones controlantes en al menos algunas de ellas.

Thyssenkrupp
La división histórica del grupo atraviesa una reestructuración profunda. El empresario checo Daniel Křetínský ya compró el 20 % y busca duplicar su participación.

El director ejecutivo, Miguel López, explicó que la reestructuración permitirá que cada segmento tome decisiones con mayor autonomía. Además, señaló que se busca fortalecer los planes de inversión de cada unidad y dotarlas de una mayor responsabilidad sobre sus resultados financieros. Según López, la propuesta será elevada al consejo de supervisión antes de septiembre.

Una de las divisiones que ya se encontraba en proceso de escisión es la de fabricación de submarinos, considerada una de las más rentables del grupo. En paralelo, el empresario checo Daniel Křetínský adquirió recientemente el 20 % de la unidad de acero con la intención de llegar al 50 % en el corto plazo. Este movimiento refuerza la idea de una reconfiguración del grupo centrada en atraer capital externo y dividir operaciones para ganar agilidad.

Impacto laboral y resistencia sindical

Si bien el anuncio provocó un salto de más del 8 % en el valor de las acciones en la Bolsa de Frankfurt, los trabajadores y representantes sindicales manifestaron su preocupación ante el posible impacto laboral. Según informó el diario Bild, la planta central de Thyssenkrupp en Essen, donde actualmente trabajan unas 500 personas, podría reducir su personal a solo 100 empleados. La empresa no respondió a ese informe, lo que incrementó las especulaciones.

Ya se habían anunciado recortes masivos en la división de acero durante los últimos años, y distintas fuentes internas advierten que podrían venir más despidos en los sectores de apoyo y administrativos. En un contexto donde la industria alemana atraviesa dificultades estructurales, este tipo de decisiones genera temor por un efecto dominó en otras empresas del sector.

Alemania, que durante décadas construyó buena parte de su fortaleza económica sobre la base de grandes conglomerados industriales como Siemens, BASF y la propia Thyssenkrupp, enfrenta ahora el desafío de reconvertirse en medio de un contexto global más incierto. La deslocalización de parte de la producción, la automatización y la competencia asiática presionan con fuerza sobre el modelo clásico de manufactura pesada.

Un gigante en retirada

CEO Miguel López
El CEO Miguel López aseguró que el plan dará mayor autonomía a las unidades del grupo y facilitará nuevas inversiones.

Thyssenkrupp nació de la fusión de dos compañías históricas: Krupp, fundada en 1811, y Thyssen, establecida en 1891. Ambas jugaron un rol central en el desarrollo de la industria siderúrgica alemana y fueron protagonistas de distintos períodos clave del siglo XX. Su fusión en 1999 dio lugar a uno de los conglomerados más grandes del país, con operaciones en acero, bienes de capital, tecnología, ascensores, naval, energía y servicios industriales.

En 2018, la empresa empleaba a más de 160.000 personas. Desde entonces, fue reduciendo su tamaño. En 2020 vendió su unidad de ascensores —una de las más rentables— por EUR 17.200 millones. Con esos fondos intentó sanear sus finanzas, pero las dificultades estructurales continuaron. El ejercicio fiscal 2022/2023 cerró con ingresos por EUR 38.000 millones y una pérdida neta de EUR 2.000 millones.

Actualmente, la compañía enfrenta una deuda neta de aproximadamente EUR 3.000 millones y debe lidiar con una demanda global que no logra recuperar los niveles previos a la pandemia. En ese contexto, la dirección optó por avanzar con una fragmentación que busca salvar partes del grupo aunque implique abandonar la idea de una empresa integrada.

El modelo de holding que se proyecta no es nuevo en Alemania. Siemens implementó una estrategia similar, separando áreas como Siemens Energy y Siemens Healthineers. Sin embargo, en el caso de Thyssenkrupp, la transición no surge desde una posición de fortaleza sino desde la urgencia.

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