Buenos Aires (AT) – Las empresas de Alemania con operaciones en China sufren dificultades por el endurecimiento del conflicto comercial entre Estados Unidos y el país asiático. Así lo indica una encuesta realizada por la Cámara de Comercio Alemana en China. El sondeo, que tomó las respuestas de 143 compañías entre el 14 y el 17 de abril, reveló que el 86% ya percibe consecuencias directas por las últimas subas de aranceles.
En el sector automotor, ese porcentaje asciende al 93%. La preocupación entre los ejecutivos alemanes va en aumento. Los cambios en las condiciones comerciales y las restricciones impuestas tanto por Washington como por Pekín generan incertidumbre y obligan a revisar estrategias.
Maximilian Butek, director ejecutivo y miembro del consejo de la Cámara de Comercio Alemana en China Oriental, resumió la situación con una frase concreta: “El conflicto comercial es un juego sin ganadores”.
Restricciones cruzadas, impacto compartido

Las medidas aplicadas por ambos países afectan a las empresas por igual. Un 36% de las firmas consultadas señaló que los aranceles estadounidenses impactan de forma directa sobre sus operaciones. Esa proporción coincide con la de aquellas que se ven más perjudicadas por las tarifas chinas. En menor medida, un 9% dijo estar “muy fuertemente” afectado por las políticas comerciales de China, y un 8% mencionó lo mismo respecto de Estados Unidos.
Además de los aranceles, las restricciones a las exportaciones también complican el escenario. Un 43% de las compañías declaró que los controles estadounidenses sobre productos como semiconductores obstaculizan sus actividades. En el caso del sector automotor, ese número sube al 50%. Por su parte, un 35% indicó estar sufriendo los efectos de las limitaciones chinas sobre materias primas y otros insumos clave.
La consecuencia directa es la necesidad de redefinir estructuras productivas y cadenas de suministro. Muchas empresas están integradas en redes de exportación chinas. Por eso, los aranceles estadounidenses pueden comprometer la viabilidad de esos modelos en el mediano plazo.
Localización y cautela: las respuestas posibles

Frente a este escenario, las estrategias empresariales comienzan a modificarse. Casi la mitad de las compañías encuestadas afirmaron que optaron por esperar para ver cómo se desarrolla el conflicto. En paralelo, un 38% ya está acelerando sus esfuerzos de localización dentro de China. Es decir, trasladan más actividades productivas, de diseño y distribución a suelo chino para reducir su exposición a las medidas externas.
Butek explicó que esta tendencia probablemente se profundice, aunque advirtió que no alcanza por sí sola para resolver los desafíos de largo plazo. “La localización es una respuesta lógica, pero no elimina los riesgos que implican las tensiones globales”, comentó.
La Cámara de Comercio Alemana sugirió que la Unión Europea debería aprovechar este contexto para negociar mejores condiciones de comercio e inversión con China. Las empresas alemanas necesitan certidumbre y reglas claras para planificar sus operaciones, tanto en Asia como en otros mercados.
Un vínculo económico estrecho y complejo

Alemania mantiene una presencia muy fuerte en la economía china. Se trata del mayor inversor europeo en el país asiático. Gigantes como Volkswagen, BMW, Mercedes-Benz y BASF desarrollan allí buena parte de su producción y comercialización. También generan empleos y transfieren tecnología, lo que les da un papel destacado en la estructura económica local.
Durante el primer semestre del año pasado, la inversión directa alemana en China alcanzó un récord de EUR 7.300 millones, según datos de Deutsche Bank. Representa un aumento del 12,3% con respecto al mismo período del año anterior.
Ese nivel de compromiso convierte al conflicto en una amenaza real para muchas firmas. Aunque el mercado chino sigue siendo atractivo por su tamaño y dinamismo, la volatilidad de las relaciones geopolíticas obliga a repensar cada movimiento.
Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China no son nuevas, pero se intensificaron en las últimas semanas. Washington decidió aumentar los aranceles sobre importaciones chinas, que ahora pueden llegar hasta el 245% en algunos productos. Pekín respondió con tarifas de hasta el 125% sobre bienes estadounidenses. Ambos países también aplicaron controles a las exportaciones de productos estratégicos, como microchips, componentes electrónicos y materias primas.
El panorama no permite prever una solución próxima. Mientras tanto, las empresas alemanas ajustan sus planes. Algunas avanzan con cautela. Otras, con mayor urgencia. Todas buscan adaptarse a un escenario que cambia sin previo aviso. Lo que queda claro es que la tensión entre dos potencias globales tiene efectos concretos sobre quienes intentan hacer negocios en el medio.
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