sábado, 26 de abril de 2025

Buenos Aires (AT) – En el panorama de la historia del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial, la figura de Oskar Schindler se destaca, no solo por haber salvado a judíos durante el régimen nazi, sino también por ser el protagonista de una historia épica que fue retratada en el célebre filme de Steven Spielberg, La lista de Schindler. Sin embargo, detrás de este hombre que adquirió fama internacional, hay una historia mucho más compleja que fue parcialmente ignorada: la historia de su esposa, Emilie Schindler, cuyo rol en este relato es  tan crucial como poco reconocido.

Erika Rosenberg, historiadora, autora y amiga cercana de Emilie Schindler, es una de las pocas personas que trató de visibilizar la contribución de Emilie a lo largo de los años. En esta entrevista, Rosenberg nos ofrece una perspectiva íntima sobre su relación con Emilie, el proceso de investigación y los obstáculos que enfrentaron ambas mujeres en su lucha por hacer justicia a la memoria de quien salvó a 1.300 judíos, pero cuya historia fue, en muchos aspectos, silenciada.

El encuentro con Emilie Schindler

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Emilie Schindler en sus últimos años, lejos de la fama, pero con una historia crucial por contar.

En 1990, Erika Rosenberg estaba preparando un libro sobre las inmigraciones en Argentina, un tema que le era muy cercano, dado que sus padres fueron inmigrantes alemanes. Sin embargo, en medio de su investigación, se encontró con Emilie Schindler. En ese momento, Emilie no era la figura conocida que se convirtió tras la fama del filme de Steven Spielberg, sino una mujer mayor, viviendo en la pobreza, lejos de la gloria que su esposo había alcanzado tras su muerte.

“Ella vivía en una pequeña casita en San Vicente”, dice Erika, “muy paupérrima, olvidada por el mundo. Arreglé una entrevista con ella. El primer día que estuve no pudimos hacer ningún tipo de entrevista porque nos quedamos conversando. Yo le había llevado unas masitas, y después de tres horas y media de charla, la señora Schindler me dijo: ‘Vuelva el domingo que viene’. Y seguí volviendo. Al cabo de unas semanas de ir a visitarla, empezó a contarme, a relatarme”.

“Entre muchas cosas, me contó que habían nacido en un pequeño pueblo en lo que hoy sería Moravia, en la República Checa, pero que por aquel entonces era parte del Imperio Austrohúngaro. Era hija de una familia adinerada —tenían una gran tierra, una quinta y demás—, eran campesinos pero adinerados. Conoció a Oskar Schindler, se enamoró perdidamente de él y se casaron”, dice Erika.

La injusticia histórica: el olvido de Emilie

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Erika Rosenberg, amiga y historiadora, dedicó años a documentar la vida y contribución de Emilie Schindler.

Argentinisches Tageblatt: Me gustaría preguntarte un poco, si te parece bien, sobre cómo trabajaste con los hechos históricos, con el proceso de investigación y escritura. ¿Qué te resultó lo más difícil de lograr? ¿Ese equilibrio entre la investigación y el aspecto humano?

Erika Rosenberg: Traté de ser objetiva, aunque siempre me involucro mucho, sobre todo con la parte humana, como historiadora. Pero me involucré demasiado con Emilie Schindler, tanto que la acompañé durante los últimos 11 años de su vida. Y en ese proceso, ella me pidió algo muy especial: quería terminar sus días en Alemania. Después de 50 años en Argentina, tuve que ayudarla, porque no tenía dinero, la película no le reconoció nada y estaba sumida en la miseria. Israel le daba 30 dólares por mes por haber salvado 1.300 vidas, y Alemania también le daba muy poco. A duras penas llegaba a fin de mes. Ella quería volver a Europa para morir allá, y en ese contexto, firmó un testamento sin tener nada, en el que me dejaba encargada de su incineración y de tirar sus cenizas. Logré llevarla a Alemania, donde pasó sus últimos meses de vida.

AT: También allá recibiste la Orden al Mérito. Quería saber qué significó para vos en ese momento.

Erika Rosenberg:Te voy a decir una cosa: es un gran honor para mí, sí. Pero hay algo con lo que discrepo. Emilie Schindler debía haber sido reconocida mucho antes. Yo también solicité para ella la Orden al Mérito en 1992, pero en 1994 se la otorgaron en el rango segundo, no primero, a pesar de todo lo que hizo por salvar vidas. Oskar Schindler recibió la primera. Y a mí me dan la misma distinción que a Emilie. Creo que hay algo que está desfasado.

AT: Sí, entiendo que hay una cuestión de injusticia hacia Emilie. Y supongo que eso también te impulsa a escribir, para compensar eso.

Erika Rosenberg: Claro, así es. A veces siento que estoy sola luchando contra molinos de viento.

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Emilie junto a Oskar Schindler.

AT: ¿Ella cómo vivía esta injusticia?

Erika Rosenberg: Muy mal. Porque si había alguien consciente, con una mente totalmente intacta, aunque su cuerpo ya estuviera muy debilitado, esa persona era Emilie. Ella se daba cuenta de todo lo que pasaba a su alrededor.

El testimonio de Emilie: la realidad detrás de la película

AT: Y respecto a la película de Spielberg, ¿cómo la afectó no recibir ningún tipo de compensación económica?

Erika Rosenberg: La invitación que Spielberg le hizo en 1993 fue vergonzosa. La invitó como una “judía sobreviviente más”, ni siquiera sabía que era la viuda de Oskar Schindler. La invitó a la última escena. Emilie me pidió que la acompañara. Lo vimos allí, pero nadie se acercó a saludarla, la ignoraron.

AT: ¿Y por qué creés que la ignoraron?

Erika Rosenberg: Te voy a explicar por qué. Unos años antes, Emilie me había contado que, en los años 60, ya se estaba hablando de hacer una película. Oskar Schindler había preparado un resumen, se reunió con los productores de Metro-Goldwyn-Mayer y elaboró un guion basado en su propia verdad, porque él era el protagonista principal de toda la historia. Involucraba a Emilie también. La historia comenzaba un año antes de que los alemanes ocupasen la República Checa en 1938. En los años 60, la película ya estaba casi lista, pero un lobby de Hollywood decidió que no se podía contar la historia de un “buen alemán” que había salvado a judíos. Imaginate, los productores eran americanos. Cancelaron todo, y ni Oskar ni Emilie recibieron un centavo. Emilie estaba en Argentina, y Oskar en Alemania, donde murió enfermo sin haberse vuelto a ver con ella, aunque nunca se divorciaron… Oskar pidió que le devolvieran el guion, pero nunca lo hicieron. Murió en 1974, y el guion desapareció. En 1982, salió el libro Schindler’s List, y después se hizo la película. Yo me interesé años más tarde en encontrar ese guion original, y encontré una parte en Tennessee. Tengo unas 60 hojas, más o menos, de lo que era el testimonio de Oskar, todo en inglés, y de las primeras escenas de la película. Es evidente que en la versión definitiva de la película, Emilie fue sacada del contexto, no porque no supieran que ella vivía en las Pampas, como siempre dijeron, sino porque no les convenía. Ellos querían hacer su propia historia, su propia versión.

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La famosa escena final de La lista de Schindler.

AT: ¿Y eso lo lograban sacando a Emilie de la historia?

Erika Rosenberg: Claro, porque ella hubiese protestado. Ella hubiese querido contar otra cosa. Eso por un lado. Y después, por supuesto, cuando se enteró de que la película fue un éxito, protestó. Hizo un juicio a Spielberg y a Universal. ¿Sabés qué le mandó a Universal? Un balance, y la película había arrojado 13 millones de dólares en pérdidas. ¿Podés creer eso? Y después, Spielberg le mandó una carta diciéndole que ella no tenía derecho a solicitar ningún royalty, nada, porque ella era la mujer divorciada de él. En realidad, nunca se divorciaron, porque yo solicité en Frankfurt, después de años y años de investigación, la partida de defunción de él, y la parte testamentaria, en la que ella es la única heredera de Oskar Schindler.

AT: En el fondo, entonces, ¿es solo una cuestión económica?

Erika Rosenberg: Claro, económica, política, y yo también creo que misógina.

La figura de Emilie Schindler, durante mucho tiempo opacada por la prominencia de su esposo Oskar, refleja una de las injusticias más silenciosas de la historia reciente. A través del testimonio y la investigación de Erika, se ha comenzado a rescatar la memoria de Emilie, quien desempeñó un papel esencial en la salvación de vidas durante el Holocausto, pero cuya contribución fue ignorada, tanto en su momento como en años posteriores.

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