jueves, 1 de agosto de 2024

Buenos Aires (AT) – En lo alto de los Alpes suizos, entre majestuosos paisajes y pueblos pintorescos, resuena un canto ancestral que ha sobrevivido a través de los siglos: el yodel. Este peculiar estilo de canto, caracterizado por rápidos cambios de registro entre las notas graves y agudas, no solo es una expresión artística única, sino también un símbolo de la identidad cultural suiza. Hoy en día, el yodel busca un reconocimiento más allá de sus fronteras al aspirar a ser inscrito en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). A continuación una reseña realizada por el sitio swissinfo.ch sobre este y otros patrimonios culturales inmateriales del país helvético.

Los orígenes de un canto ancestral y único

El yodel tiene sus raíces en las comunidades rurales de Suiza, Austria y el sur de Alemania. Originalmente, este canto era utilizado por los pastores alpinos para comunicarse a larga distancia y para llamar al ganado. Con el tiempo, esta práctica funcional se transformó en una forma de expresión musical y emocional, incorporándose a las festividades locales y a las reuniones familiares.

El proceso para que el yodel sea reconocido por la Unesco no es sencillo. Requiere una candidatura sólida que demuestre su valor cultural, su historia y su relevancia en la actualidad. Este proceso implica la colaboración de diversas organizaciones, expertos en cultura y folklore, así como la participación activa de las comunidades locales que practican y mantienen viva esta tradición.

Uno de los aspectos más fascinantes del yodel es su capacidad para conectar a las personas con la naturaleza. En un mundo cada vez más urbanizado y tecnológico, el yodel nos recuerda la importancia de nuestras raíces y de la relación armoniosa con el entorno natural. Los cantantes de yodel, conocidos como “yodelers“, a menudo se inspiran en los paisajes alpinos y en las vivencias cotidianas para componer sus melodías, creando una conexión profunda y auténtica con su tierra.

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Grupo de canto de yodel vestido con sus trajes típicos.

El yodel no solo es un tesoro cultural para Suiza, sino que también ha encontrado un lugar en el corazón de muchas personas alrededor del mundo. Festivales internacionales de yodel, como el de Interlaken, atraen a miles de visitantes y participantes de diversos países, quienes comparten y celebran esta tradición única. Además, el yodel ha influido en diversos géneros musicales, desde el country estadounidense hasta el pop contemporáneo, demostrando su versatilidad y su capacidad para evolucionar y adaptarse a nuevos contextos.

En el pasado mes de abril, Suiza presentó ante el Comité de Patrimonio de la Unesco la tradición del yodel. Esta música folclórica tradicional suiza puede variar entre el canto de versos y el “canto tirolés natural”, que se caracteriza por entonar melodías en lugar de letras.

Los Patrimonios Culturales Inmateriales de la Unesco se distinguen de los Sitios de Patrimonio Mundial de la misma organización, según destaca swissinfo.ch. Estos patrimonios se enfocan en las tradiciones que se transmiten de generación en generación, en lugar de la preservación de paisajes naturales o estructuras arquitectónicas.

Cuando la Oficina Federal de Cultura presentó el arte tradicional del yodel al comité de la UNESCO, las autoridades suizas también propusieron medidas concretas para fomentar esta herencia. Entre estas medidas se incluyen la formación y educación para apoyar a los aspirantes a músicos y mejorar la conexión de la comunidad de yodel en toda Suiza.

Desde el año 2009, la Universidad de Ciencias Aplicadas y Artes de Lucerna (Hochschule Luzern) ofrece un título de grado en yodel. Esta especialidad se incluye dentro de la carrera de música folklórica que imparte esta institución de educación superior.

Aunque el yodel podría ser añadido próximamente a la lista de Patrimonios Culturales Inmateriales de la Unesco, Suiza ya cuenta con varios elementos reconocidos de este tipo, el primero de los cuales fue aprobado por la ONU en 2016. A continuación, los diez patrimonios inmateriales de Suiza, que ya forman parte del patrimonio global.

1. La Fiesta de los Viticultores

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La Fiesta de los Viticultores del año 1955.

Esta fiesta fue el primer patrimonio inmaterial de Suiza en ser incluido en la lista de la UNESCO en 2016. Este evento celebra los conocimientos de los productores de vino de los viñedos de Lavaux y la región de Chablais en el cantón de Vaud, ambos declarados Sitios de Patrimonio Mundial en 2007.

La Fiesta de los Viticultores se lleva a cabo en Vevey y se celebra “una vez por generación” en intervalos irregulares de entre 14 y 28 años. El primer festival se realizó en 1797 y fue la primera ceremonia pública de entrega de premios para los mejores viticultores de la región. La fecha del festival la decide la organización sin fines de lucro Hermandad de Viticultores de Vevey.

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La Fiesta de los Viticultores celebrada en 1977.

El último festival se celebró en 2019 y durante las tres semanas que duró, un millón de personas visitaron la ciudad a orillas del lago. Se vendieron 355.000 entradas en total, y el recinto al aire libre que albergó el evento fue el más grande jamás construido en el centro de una ciudad suiza, con 20.000 asientos y cinco escenarios.

El espectáculo principal fue una presentación de dos horas en el predio junto al lago de Ginebra. En 2019, el evento contó con la participación de 5.500 actores, 900 cantantes, 240 músicos y 6.000 trajes confeccionados en Italia.

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Última edición de la Fiesta de los Viticultores en 2019.

Aunque muchos festivales del pasado tenían una fuerte influencia religiosa, las festividades modernas se han transformado en una celebración secular del trabajo humano y la fertilidad de la naturaleza, basándose en alegorías paganas y en trajes y simbolismos judeocristianos, según la Hermandad de Viticultores. Hasta la fecha, aún no se ha anunciado cuándo se celebrará el próximo festival.

2. La Fasnacht de Basilea

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La Fasnacht de Basilea.

El Carnaval, conocido como Fasnacht en suizo-alemán, es un raro ejemplo de una celebración protestante. Este evento se caracteriza por su música estridente, disfraces coloridos y sátira, todo ello profundamente arraigado en las tradiciones. En 2017, fue el segundo elemento suizo en ser reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Unesco.

El primer carnaval documentado se celebró en Basilea en 1418. Las festividades comienzan a las 4 de la madrugada del lunes siguiente al Miércoles de Ceniza y duran 72 horas.

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Un traje satirizando al ex presidente estadounidense Donald Trump en el carnaval de Basilea.

El desfile de carnaval es famoso por sus comentarios sociales y políticos, que a menudo se burlan de los errores o “meteduras de pata” públicas del año anterior. El espectáculo está compuesto por “camarillas” o grupos que coordinan disfraces y carrozas de carnaval. La Unesco considera que el carnaval de Basilea “fortalece la cohesión social, promueve la tolerancia mediante la crítica social y contribuye a la preservación del dialecto local”.

En 2024, el Fasnacht de Basilea atrajo a más de 200.000 visitantes. El cambio climático, la inteligencia artificial, el 150 aniversario del Zoológico de Basilea, la película de Barbie, las guerras en curso en todo el mundo, la absorción de Credit Suisse por parte de UBS y la inflación fueron los temas más populares entre los grupos de interés.

3. Las técnicas para la mitigación de avalanchas

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Expertos armando un “perfíl de la nieve”.

En 2018, la Unesco incluyó dos técnicas culturales en su lista: la gestión del riesgo de avalanchas. Tanto Suiza como también Austria lograron el estatus de Patrimonio Mundial por sus métodos tradicionales de manejo de aludes.

En 1951, varias avalanchas causaron la muerte de casi 100 personas, lo que impulsó el inicio de las medidas de mitigación de avalanchas en Suiza.

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El dibujo de Johann Jakob Wick representa las avalanchas e inundaciones que tuvieron lugar el 24 de febrero de 1586.

Suiza ha estado implementando estrategias especializadas para mitigar los riesgos de avalanchas, que incluyen el adiestramiento de perros de rescate, el análisis de los mantos de nieve, la documentación detallada de avalanchas, la capacitación de guías de montaña y la transmisión de este conocimiento a lo largo de las generaciones.

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Edificio del Instituto de Investigación de la Nieve y las Avalanchas (SLF) en Davos.

Todos los años, desde el 1º de noviembre al 30 de abril, una red de observadores de avalanchas se despliega cada mañana para verificar la presencia de nieve fresca y recopilar datos. Estos expertos crean un ‘perfil de nieve’ para examinar una sección transversal del manto nivoso. Los datos recogidos se envían al Instituto de Investigación de la Nieve y las Avalanchas (Institut für Schnee-und Lawinenforschung – SLF) en Davos, donde se procesan para generar previsiones y modelos detallados. Cada dos semanas, se realizan perfiles de nieve adicionales para evaluar los cambios en el manto nivoso durante el invierno y detectar posibles capas débiles.

La Oficina Federal de Cultura resalta que, a lo largo de las generaciones, se ha transmitido un “amplio e informal acervo de conocimientos” sobre las avalanchas. En su candidatura al patrimonio inmaterial de la Unesco, subraya que “este saber tradicional se desarrolla constantemente, combinando conocimientos históricos con las tecnologías más modernas”.

4. Los muros de piedra en seco

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Un muro de piedra restaurado en el cantón de Jura. (Foto: KEYSTONE)

La segunda técnica reconocida por la UNESCO es el arte de construir muros de piedra seca. Esta técnica consiste en apilar piedras sin usar mortero, cemento ni adhesivos, aunque a veces se emplea tierra seca. Se utiliza tanto para construir espacios habitables como para prevenir corrimientos de tierra, inundaciones y avalanchas.

Organizaciones y constructores continúan promoviendo y conservando este método tradicional de construcción de muros, difundiendo su práctica en la industria. Según la Unesco, “las estructuras de piedra seca se integran siempre en perfecta armonía con el entorno, ejemplificando una relación equilibrada entre el ser humano y la naturaleza”.

5. La escalada helvética

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El alpinismo es mucho más que escalar montañas.

Suiza, famosa por sus impresionantes paisajes montañosos, no sorprende que el alpinismo, el arte de escalar cumbres y elevaciones, haya sido incluido en 2019 en la lista del patrimonio inmaterial de la Unesco.

El alpinismo no se limita únicamente a la práctica física de escalar paredes de macizos, sino que también incluye el conocimiento del entorno de alta montaña, la historia de esta disciplina y los valores que los escaladores adoptan. Entre estos valores destaca el compromiso de “no dejar huella”. La mentalidad alpinista se caracteriza por un fuerte sentido de equipo y comunidad, simbolizado por la cuerda que une a los alpinistas, según la Oficina Federal Suiza de Cultura.

6. La Semana Santa de Mendrisio

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Procesión de Semana Santa en Mendrisio, Tesino.

En Mendrisio, en el cantón del Tesino, mientras los alpinistas conquistan cumbres, las procesiones de Semana Santa acercan a los creyentes a Dios. El segundo elemento inmaterial suizo añadido a la lista de la Unesco del año 2019 es la Procesión de Semana Santa en Mendrisio, celebrada la tarde del Jueves Santo y el Viernes Santo. Durante la procesión, las luces de la ciudad se apagan y las calles se iluminan con pinturas translúcidas montadas sobre marcos de madera y retroiluminadas.

El Jueves Santo, la procesión se acompaña de trompetas y tambores, mientras que la del Viernes Santo es profundamente espiritual y solemne, con menos de 600 personas representando el Vía Crucis en la actualidad.

Esta tradición, con más de 400 años de antigüedad, es apreciada por su escenografía y la artesanía local. La comunidad cantonal de Mendrisio ha demostrado un compromiso constante para fomentar esta tradición, promover la participación comunitaria y preservar su historia.

7. La relojería suiza

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Relojería suiza.

Uno de los mayores atractivos de Suiza, la relojería, una actividad de asociación inmediata con el país helvético, no fue incluída, sin embargo, en la lista de la Unesco hasta el año 2020.

La relojería ha sido tradicionalmente una actividad familiar, transmitida de generación en generación. Según la Unesco, “en la encrucijada de la ciencia, el arte y la tecnología, las habilidades relacionadas con la artesanía de la relojería mecánica y la mecánica artística se emplean para crear objetos de relojería”.

Cuando Suiza propuso la inclusión de la relojería como patrimonio cultural inmaterial, se implementaron medidas para proteger esta tradición, tales como la documentación, la formación y la comunicación para concientizar y resaltar el valor tradicional de la relojería suiza.

La relojería no solo ha influido en el panorama económico de Suiza, sino que también ha moldeado su realidad social, transmitiendo muchos de los valores culturales del país, como la destreza manual, la paciencia y, por supuesto, la puntualidad.

8. El “Bauhüttenwesen”

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El arte de los talleres de construcción, conocidos como “Bauhüttenwesen” fue reconocido por la UNESCO en 2020.

Aunque el arte de los talleres de construcción, conocidos como “Bauhüttenwesen”, surgió en la Edad Media, no fue reconocido por la Unesco hasta 2020. Estos talleres se formaron cuando los artesanos que construían catedrales europeas se organizaron en grupos, abarcando diversas áreas de especialización necesarias para edificar una iglesia.

Actualmente, esta red de talleres se refiere a organizaciones o grupos dedicados a la construcción o restauración de edificios tradicionales, como iglesias y monumentos.

Estos talleres preservan las costumbres y técnicas tradicionales de diversas profesiones, transmitiendo estos conocimientos de generación en generación y a través de fronteras. La Unesco reconoce a estas redes de talleres por promover el patrimonio vivo mediante la difusión de información y la comunicación activa con políticos, iglesias, conservacionistas e investigadores. Bauhüttenwesen fue seleccionado por este organismo como un ejemplo de “buenas prácticas de salvaguardia” y se presenta como un modelo para todo tipo de edificios que requieren mantenimiento.

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Alpaufzug.

9. El “Alpaufzug”

Entre mayo y junio, los espectadores pueden ver a los granjeros suizos, ataviados con trajes tradicionales, guiando a su ganado adornado con coronas de flores hacia las montañas. Esta temporada de pastoreo alpino (“Ascenso Alpino“) es una tradición profundamente arraigada que se refleja ampliamente en la literatura y el arte suizos.

En la tradicional subida a los pastos alpinos no solo participan las vacas, sino también las ovejas y las cabras. Se dice que el aire de los Alpes, la hierba y el agua son factores que contribuyen a la fama mundial del queso suizo.

Esta fascinante tradición, conocida como “Alpaufzug”, que consiste en la conducción ceremonial del ganado hacia los Alpes, no solo beneficia a la industria quesera suiza. También combina habilidades y rituales, preserva los paisajes naturales y fomenta conexiones económicas y sociales entre los granjeros y la comunidad. Además, estos conocimientos se transmiten dentro de las familias y entre los trabajadores temporales. En 2023, el “Ascenso Alpino” se convirtió en el primer elemento suizo del año en ser incluido en el Patrimonio Inmaterial de la Unesco.

10. El “Bisse”

El segundo legado del patrimonio inmaterial inscrito en la lista de la UNESCO ese año fue la técnica tradicional de irrigación conocida en Suiza como “Bisse” (en algunos casos se lo conoce también como “Suon” o “Suone”). Estos canales de riego ancestrales, construidos hace siglos, transportan el agua de los glaciares a las tierras cultivadas.

Este sistema de riego aprovecha la gravedad y estructuras artesanales para distribuir el agua, basándose en un profundo entendimiento del paisaje natural y las condiciones climáticas. Las técnicas utilizadas en los Bisses requieren un vocabulario especializado y conocimientos sobre el ciclo lunar, el flujo del agua y otros aspectos esenciales.

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Uno de los Bisses en el cantón del Valais.

Históricamente, la construcción de un Bisse era un esfuerzo colectivo. El tiempo que cada persona debía dedicar a la construcción de un Bisse se determinaba según la cantidad de tierra de cultivo que poseía. No obstante, la tarea era extensa y frecuentemente peligrosa, ya que solo se utilizaban cuerdas para asegurar las planchas de madera para riego en las montañas, por encima de los constructores.

La mayoría de los Bisses tienen una longitud de entre cinco y diez kilómetros. La Bisse de Saxon es la más larga, con 28 kilómetros. Uno de los Bisses más conocidos de Suiza es el Bisse du Levron, en el valle de Bagnes, en el cantón del Valais. Este sistema desvía el agua de la montaña hasta el pueblo de Levron, a 25 kilómetros de distancia, y ha estado funcionando durante más de 500 años.

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Sede central de la UNESCO en París.

Acerca de la UNESCO y los patrimonios inmateriales

La Unesco, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, se dedica a promover la paz y la seguridad mediante la cooperación internacional en educación, ciencias, cultura, comunicación e información. Fundada el 16 de noviembre de 1945, su misión es contribuir a la consolidación de la paz, la erradicación de la pobreza, el desarrollo sostenible y el diálogo intercultural.

La Unesco define el patrimonio cultural inmaterial como las tradiciones, expresiones vivas, conocimientos y técnicas que las comunidades, grupos e individuos reconocen como parte de su patrimonio cultural. Este tipo de patrimonio incluye tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas sobre la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional.

La importancia del patrimonio cultural inmaterial radica en su capacidad para mantener la diversidad cultural en un mundo cada vez más globalizado. Además, fomenta el diálogo entre culturas y promueve el respeto hacia diferentes modos de vida.

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