Por Patrick Eser*
La conmemoración de los crímenes realizados por el nazismo, que tienen lugar cada 27 de enero, se ha convertido en un acto importante en la Alemania contemporánea. Allí, una gran parte de la población y de los actores políticos recuerdan los crímenes del Tercer Reich. En la Argentina, en cambio, persiste el silencio dentro de la ‘colectividad alemana organizada’.
“El vecino alemán”, “El médico alemán”, “El amigo alemán”: estos títulos de películas argentinas de la segunda década del siglo XXI refieren, mediante sus personajes o temas, al pasado nazi y sus repercusiones en Argentina. Este hecho refleja cómo el término “alemán” sigue asociado en el imaginario argentino con ese pasado oscuro. La elección de estos títulos puede interpretarse como un cálculo destinado a captar la atención del público gracias a la ambivalencia y lo misterioso del concepto “alemán”.
Más allá de esta explicación por la lógica de marketing, la perdurable presencia del tema de los nazis en Argentina y de la asociación de «alemán» con nazi ¬–temas que han dado lugar a numerosos trabajos académicos serios pero también a libros de gran tirada y de dudosa seriedad, que satisfacen el morbo con ‘nuevas revelaciones’, por ejemplo sobre los ‘rastros de Hitler en su vida después de 1945 en la Argentina’– se sostiene por la continuidad del hermético silencio de las ‘comunidades alemanas oficiales’ en el país.
El término ‘alemán’ en el imaginario argentino sigue vinculado a un pasado oscuro, alimentado por relatos y silencios históricos.
Resistencia al recuerdo: una barrera persistente
En 2023, al ser invitado a dictar una conferencia en un club alemán de una importante ciudad argentina para reflexionar sobre los debates actuales en Alemania acerca del pasado nazi, la actividad fue boicoteada por socios que acusaban al presidente del club –quien había decidido exhibir y problematizar el pasado nazi– de pretender “dividir” y “mancillar” el honor de la institución. Posteriormente, el mismo director fue atacado verbalmente por un grupo de socios.
Si bien los conflictos personales no son ajenos a este tipo de instituciones, quedaba claro que lo que en esa situación estaba en juego era algo más profundo: la resistencia, el rechazo, a emprender un examen crítico del pasado percibido este gesto como deshonra y amenaza a la identidad y cultura alemanas.
Se podrían enumerar incontables anécdotas sobre actitudes de silencio cómplice o resistencia a la crítica. Entre los tantos que he escuchado durante mi tiempo de residencia en la Argentina, está la anécdota de cómo, en los años 70, un miembro de la junta directiva de un club alemán, advirtió al director del Goethe-Institut, que funcionaba en el mismo edificio, de evitar contratar más empleados judíos para evitar que se convirtiera en una “Nueva Jerusalén”, o la de profesores de un colegio alemán que, hasta bien entrados los años 90, solían reunirse a cenar cada 20 de abril para conmemorar el cumpleaños del Führer. Estos relatos, dos entre tantos, revelan un trasfondo de continuidad en actitudes sin lugar a dudas muy problemáticas.
La resistencia al recuerdo del nazismo persiste en ciertas instituciones alemanas en Argentina.
Conmemoración oficial: un camino con tensiones
En Alemania, el recuerdo de los crímenes del nacionalsocialismo se ha institucionalizado como ritual de conmemoración oficial, aunque no sin tensiones ni retrasos: el Día de Conmemoración de las Víctimas del Nazismo se estableció recién en 1996. Aun así, es resultado de largas luchas de varias generaciones que han buscado transformar las sensibilidades respecto a la memoria nacional. Partidos políticos que hoy se presentan como luchadores consecuentes contra el antisemitismo, durante décadas contaron entre sus filas con antiguos miembros del NSDAP.
El desafío de la memoria en Argentina
Es imperativo que en la Argentina las organizaciones de la ‘colectividad alemana’ –clubes, colegios, asociaciones culturales y económicas– afronten críticamente el pasado criminal alemán, lo que implica confrontar silencios cómplices en la historia del propio entorno; desafiar lo heredado y rechazar anticuadas imágenes de Alemania. Este esfuerzo depende, seguramente y en gran medida, de las nuevas generaciones. La tarea debiera consistir en convertir el silencio en un debate abierto y crítico, como ya antes lo intentaron algunos valientes que terminaron siendo marginados (menciono sólo el ejemplo paradigmático de la película “Pacto de silencio” de Carlos Echeverría).
Mientras esto no ocurra, quienes en Argentina aspiren a una práctica crítica de conmemoración los días 27 de enero deberán recurrir a las organizaciones de víctimas y sobrevivientes del nazismo. Estas no solo conmemoran el horror del pasado, sino que también preservan el legado del “Nunca más”, compartido entre distintas conciencias antinazi. Los descendientes de quienes tuvieron que huir de la Alemania nazi y que difícilmente pueden calificarse de pertenecientes a las ‘comunidades alemanas’ –ni habrían buscado allí su ‘hogar organizativo’, ni habrían sido aceptados– están posiblemente más próximos a las recientes prácticas de memoria y conmemoración en el país del que sus antepasados se vieron obligados a escapar.
No se trata de reproducir ciegamente el mito de las ‘dos aldeas’ alemanas en la Argentina; sin embargo, en el plano de la (no-)memoria de los crímenes de la historia alemana, existen diferencias esenciales. Coexisten autoimágenes, narrativas y memorias colectivas antagónicas. Asumir una ‘colectividad alemana’ homogenea, con la que además se deba mantener una ‘relación de solidaridad’ (‘Verbundenheit’), ignora esta complejidad u olvida la existencia de distintos ‘colectivos de memoria’. No sería la primera vez que un ‘discurso mayoritario’ silencia otras voces.
El legado del ‘Nunca Más’ es un llamado a confrontar el pasado para entender las raíces de los crímenes históricos.
El “Nunca más”: una lucha sin garantías
“Lo que ha quedado es la lengua”, dijo una vez Hannah Arendt en la famosa entrevista televisiva con Günther Gaus. A pesar de la pérdida de la patria de la que tantos fueron expulsados, la lengua permaneció. También ha permanecido la memoria. Irónicamente, el doloroso recuerdo de la pérdida de la patria y de tantos familiares en los campos de exterminio nazis –ahora transmitido en el contexto de la pos-memoria de la tercera o incluso cuarta generación– encuentra cierto eco u ,hogar’ en la cultura de la memoria en la Alemania contemporánea.
Sin embargo, no hay ninguna garantía de que esto siga siendo así; menos aún en el contexto actual en el que la extrema derecha reordena sus estrategias discursivas a nivel de la política del pasado y la cultura de la memoria, que hace tiempo ya se han convertido en un instrumento de la soft power de los Estado-nación, con todos los riesgos que esto conlleva.
El «nunca más» y el llamamiento a «aprender de la historia» y a arrojar luz sobre las responsabilidades y condiciones sociales de los crímenes históricos sigue siendo un importante llamamiento para todos nosotros. Más que nunca.
*Dr. Patrick Eser es lector del DAAD y docente en la Universidad de Buenos Aires donde dirige la cátedra libre Walter Benjamin; coeditó en 2024 el libro “Der Fall Eichmann transnational. Gesellschaftliche und kulturelle Wirkungen in Deutschland, Israel und Südamerika en la editorial De Gruyter (Berlín)“.
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