sábado, 7 de diciembre de 2024

Buenos Aires (AT) – El 6 de diciembre de 2024, Montevideo se convirtió en el escenario de un anuncio histórico: Mercosur y la Unión Europea cerraron un acuerdo comercial que promete crear la mayor zona de libre comercio del mundo. Con más de 722 millones de personas y un comercio bilateral que supera los USD 100.000 millones anuales, este pacto simboliza el esfuerzo conjunto de dos bloques que, pese a sus diferencias, buscan proyectarse como socios estratégicos en un mundo cada vez más polarizado.

El acuerdo, sin embargo, no solo es el resultado de cálculos económicos y decisiones políticas recientes; es el punto culminante de un proceso lleno de avances, retrocesos y obstáculos que comenzó hace más de dos décadas.

A lo largo de estos 25 años, las negociaciones atravesaron diversos contextos políticos y económicos. Desde la inicial aspiración de un intercambio “vacas por autos”, pasando por suspensiones y reanudaciones, hasta los desacuerdos sobre medioambiente y proteccionismo, el camino hacia el acuerdo estuvo marcado por altos y bajos que pusieron a prueba la paciencia de ambos bloques.

A continuación, un recorrido cronológico por los principales hitos de una negociación que buscó –y finalmente logró– materializar una asociación estratégica birregional.

1999: el Inicio de un sueño birregional

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Javier Milei, Luis Lacalle Pou, Ursula von der Leyen, Lula da Silva y Santiago Peña celebran el acuerdo Mercosur-UE en una histórica reunión en Montevideo, 6 de diciembre de 2024 (Foto: Leonardo Carreño)

El diálogo entre el Mercosur y la Unión Europea se formalizó en junio de 1999 durante una cumbre en Río de Janeiro. Ambas partes se propusieron una “ambiciosa asociación estratégica birregional”, enmarcada en un acuerdo marco de cooperación firmado cuatro años antes. La intención inicial era promover el libre comercio entre dos regiones con economías complementarias: la UE ofrecía productos industriales avanzados, mientras que el Mercosur buscaba ampliar la exportación de recursos naturales y productos agrícolas.

En abril del año 2000, el grupo negociador celebró su primera reunión. Sin embargo, esta primera etapa, que se prolongó hasta 2004, tropezó con obstáculos derivados de la resistencia proteccionista en ambos bloques. En Europa, sectores como la agricultura –particularmente en Francia– se oponían a la competencia de los productos sudamericanos. Del lado del Mercosur, las críticas giraban en torno a la percepción de que el acuerdo favorecía a las economías más desarrolladas. La falta de avances concretos llevó a suspender las conversaciones.

2010: un nuevo intento

Seis años después, en 2010, las negociaciones fueron reanudadas con la esperanza de superar las diferencias. Esta segunda etapa generó expectativas renovadas, pero el optimismo duró poco. Tres años después, en 2013, las conversaciones volvieron a estancarse debido a la falta de consenso en puntos clave como las cuotas de exportación y las barreras no arancelarias.

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Compromisos sobre cambio climático y el Acuerdo de París se convirtieron en un pilar fundamental del pacto final (Foto: REUTERS/Mariana Greif)

El escepticismo comenzaba a instalarse. Los críticos señalaban que la complejidad normativa de la UE, sumada a las asimetrías económicas entre ambas regiones, hacía casi imposible alcanzar un acuerdo integral. Sin embargo, los negociadores se negaban a declarar el proceso como un fracaso definitivo.

2016-2019: un paso decisivo

En 2016, las negociaciones entraron en su tercera etapa con un impulso renovado. Tres años más tarde, el 28 de junio de 2019, los bloques celebraron un “acuerdo político” en Bruselas. Este anuncio coincidió con el vigésimo aniversario del inicio de las conversaciones y fue presentado como un logro histórico. Los negociadores destacaron que se habían alcanzado compromisos en temas esenciales como cuotas de exportación, barreras comerciales y reglas de origen.

No obstante, el optimismo fue breve. A pesar del acuerdo político, la falta de consenso en temas críticos, como las indicaciones geográficas y las cláusulas de implementación, impidió el cierre definitivo. Además, el contexto político complicaba el panorama: la postura negacionista del cambio climático de Jair Bolsonaro, entonces presidente de Brasil, generó tensiones con la UE, que exigía garantías ambientales.

2023-2024: la recta final

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Lacalle Pou, Ursula von der Leyen y Lula Da Silva (Foto: REUTERS/Mariana Greif)

Con la llegada de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil, las negociaciones cobraron nuevo dinamismo. Lula priorizó las conversaciones con la UE, liderando siete rondas de negociación entre 2023 y 2024. Durante este periodo, se introdujeron cambios sustanciales al texto del acuerdo, incluyendo disposiciones sobre cambio climático, deforestación, transición energética, derechos laborales y comercio sostenible.

Por su parte, la UE ofreció incentivos adicionales para productos sostenibles exportados por el Mercosur y propuso mecanismos para revisar concesiones comerciales. Además, se incluyó el Acuerdo de París como elemento esencial, estableciendo criterios claros para evitar suspensiones arbitrarias del pacto.

El 6 de diciembre de 2024, en Montevideo, los presidentes de Uruguay, Brasil, Argentina y Paraguay, junto con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, celebraron el cierre del acuerdo. Sin embargo, el proceso aún no ha concluido: el texto deberá ser revisado, traducido y ratificado por los parlamentos de ambos bloques antes de entrar en vigor.

Obstáculos y desafíos

A lo largo de los 25 años de negociaciones, varios factores dificultaron el progreso. En primer lugar, las diferencias económicas y culturales entre las dos regiones plantearon desafíos significativos. Mientras que el Mercosur priorizaba la exportación de productos agrícolas y recursos naturales, la UE buscaba proteger a sus sectores sensibles, como la agricultura, y promover sus productos industriales.

Además, la estructura normativa de la UE complicó las negociaciones. La política comercial es competencia exclusiva de la Unión, en tanto que los acuerdos políticos requieren la aprobación de todos los Estados miembros. Este doble requisito generó tensiones internas, especialmente por la oposición de países como Francia, cuyo sector agrícola veía en el acuerdo una amenaza directa.

Por último, la preocupación por el cambio climático y la sostenibilidad añadió una capa de complejidad. La UE exigió compromisos ambientales concretos, mientras que los países del Mercosur buscaban proteger su soberanía y evitar restricciones que consideraban excesivas.

El futuro del acuerdo

El pacto Mercosur-UE tiene el potencial de transformar las relaciones comerciales entre ambas regiones, creando una zona de libre comercio que abarcará a más de 700 millones de personas. Sin embargo, su implementación dependerá de la voluntad política y la capacidad de ambos bloques para superar las resistencias internas.

En Europa, el presidente francés Emmanuel Macron dejó en claro su oposición al acuerdo en su forma actual, argumentando que perjudica a los agricultores franceses y no ofrece garantías ambientales suficientes. Si logra sumar aliados en el Consejo Europeo, podría bloquear el acuerdo. En América Latina, los desafíos incluyen la ratificación parlamentaria y la implementación efectiva de los compromisos asumidos.

A pesar de los obstáculos, el acuerdo representa una oportunidad única para reforzar los lazos entre dos regiones que comparten valores y desafíos comunes. Si logra implementarse, marcará el inicio de una nueva era en la relación birregional, con beneficios potenciales para ambas partes.

El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea es el resultado de un cuarto de siglo de negociaciones, marcado por altos y bajos, diferencias irreconciliables y momentos de esperanza. Su eventual implementación dependerá de la capacidad de ambos bloques para sortear los desafíos que todavía persisten. Lo que comenzó en 1999 como una visión ambiciosa podría, finalmente, convertirse en una realidad transformadora para ambas regiones.

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