Buenos Aires (AT) – La Conferencia de Seguridad de Múnich de 2024 evidenció dos enfoques diametralmente opuestos sobre el futuro de Europa y su relación con las grandes potencias. Por un lado, el vicepresidente de los Estados Unidos, JD Vance, mostró una postura marcadamente hostil hacia los países europeos, mientras que, por otro, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, optó por un tono más conciliador y proactivo.
En un contexto global cada vez más polarizado, China parece buscar una mayor influencia en el continente europeo, una región que históricamente ha estado vinculada a la hegemonía estadounidense.
La hostilidad de EE. UU. y la propuesta de China
Durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, JD Vance, vicepresidente de EE. UU., adoptó una postura firme y agresiva frente a los representantes europeos. En un ambiente donde las tensiones internacionales continúan escalando debido al conflicto en Ucrania, su enfoque no hizo sino intensificar las divisiones dentro de Europa. En cambio, el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, ofreció una alternativa completamente diferente. China se presentó como un socio dispuesto a ofrecer una “cooperación mutuamente beneficiosa” con Europa, destacando su disposición para incluir al continente en futuras negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia.

Wang Yi sugirió que Europa debería tener un lugar importante en cualquier mesa de negociación de paz, una declaración que resonó con muchos en el continente. Además, la delegación china no solo se limitó a las declaraciones públicas, sino que también mantuvo encuentros con la delegación ucraniana en Múnich, de los cuales se reportó un balance positivo. Esta actitud contrastó con la de la administración Trump, que ha marginalizado a las naciones europeas en su esfuerzo por terminar el conflicto en Ucrania. Al mismo tiempo, esta administración también ha criticado de manera pública al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, mientras que la mayoría de los líderes europeos se han mantenido unidos en torno a él.
China y Europa: un futuro de cooperación o rivalidad
China, consciente de las tensiones entre Europa y EE. UU., buscó cada vez más acercarse a las naciones europeas. En una reciente entrevista, el exministro de Relaciones Exteriores de Lituania, Gabrelis Landsbergis, destacó que la delegación china se mostró interesada en dialogar con los líderes europeos, hablando sobre la importancia de la estabilidad en Europa y su comprensión de los principios de integridad territorial de Ucrania. De acuerdo con Landsbergis, este esfuerzo se enmarca dentro de una estrategia más amplia de China para “profundizar la brecha” entre la Unión Europea y Estados Unidos. El enfoque de China en Múnich se basó en un intento claro de ganar influencia en Europa y, al mismo tiempo, debilitar las alianzas transatlánticas.
China ya demostró un interés particular por países de Europa del Este, como Hungría y Serbia, que han sido más receptivos a sus propuestas. Estos países, según los datos de la encuesta del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, ven a China con mayor simpatía, considerando al país asiático tanto un “aliado” como un “socio necesario”. En contraste, las naciones de Europa del Norte, como Alemania y Dinamarca, tuvo una postura más cautelosa, especialmente después de la invasión de Ucrania por parte de Rusia en 2022.
El desafío de la unidad europea en un mundo multipolar

La relación de Europa con China presenta desafíos adicionales, en gran parte debido a las divisiones internas dentro de la propia Unión Europea. La encuesta realizada por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores mostró una gran disparidad en las opiniones sobre China entre los países del norte y del sur de Europa. Mientras que el 54% de los húngaros y el 59% de los búlgaros ven a China como un “aliado” o “socio necesario”, más de la mitad de los alemanes y daneses consideran a China un “rival” o “adversario”.
Esta diferencia de perspectivas refleja la realidad de una Europa fragmentada que, por un lado, busca reducir su dependencia de las potencias extranjeras, pero por otro, no puede consolidar una estrategia común sobre cómo enfrentar el ascenso de China.
China, un socio estratégico

El desinterés de EE. UU. por los asuntos europeos podría abrir la puerta a nuevas alianzas. La administración Trump ha sido clara en su deseo de reducir la presencia de EE. UU. en Europa, especialmente a través de la imposición de aranceles del 25% sobre el aluminio y el acero europeos, y amenazas de imponer aranceles aún más altos a las bebidas alcohólicas. Dicha medida provocó que Europa mire hacia el este, buscando una nueva relación estratégica con China. En este sentido, China puede ofrecer un “escudo protector” frente a una Rusia agresiva y un EE. UU. que podría alejarse aún más del continente.
Sin embargo, la relación con China podría no ser tan beneficiosa como parece. Aunque Beijing tiene influencia sobre Moscú y podría ayudar a disuadir cualquier agresión rusa, las relaciones de dependencia con una potencia extranjera pueden llevar a la complacencia. Europa, al depender de la protección de China, podría caer en una nueva forma de dependencia, lo que podría resultar en un desequilibrio de poder y una pérdida de autonomía.
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