Buenos Aires (AT) – Suiza ha retomado un antiguo saber con visión de futuro: construir en madera. En los últimos años, el país ha sido escenario de proyectos arquitectónicos ambiciosos en este material, desde refugios de montaña hasta torres de más de 100 metros de altura. Lo que durante décadas fue relegado por el acero y el hormigón, hoy se revaloriza por su eficiencia, velocidad de montaje, ligereza estructural y, sobre todo, por su capacidad para almacenar dióxido de carbono.
La empresa ginebrina Charpente Concept es un referente en esta transformación. Fundada en 1991 por el carpintero Thomas Büchi, ha participado en obras emblemáticas como la “Broken Chair” frente a la ONU, el Refugio de Goûter en el Mont Blanc y la gran esfera de madera del “Palais de l’Équilibre” que hoy se encuentra en el CERN. Tras el incendio de Notre-Dame, también fue convocada para analizar técnicamente la nave central de la catedral, revisando archivos de hace seis siglos.
“El uso de la madera se había olvidado”, afirmó Rafael Villar, vicepresidente de Charpente Concept. “Al principio nos trataban de excéntricos”. Hoy, la demanda ha crecido tanto que los plazos de entrega de componentes se han duplicado. El sector ya no se limita a chalets y techos deportivos: se proyectan torres residenciales, pasarelas urbanas y oficinas corporativas.

Rascacielos de madera: de Ginebra a Zúrich
El barrio de Lokstadt, en Winterthur, será sede de la Torre Rocket, un edificio de madera de 100 metros de altura. La estructura portante requerirá unos 3.300 metros cúbicos de madera de haya y pícea, provenientes de Suiza y países vecinos. Stephan Meierhofer, vocero de la firma desarrolladora Ina Invest, explicó que incluso en caso de incendio, la madera conserva su capacidad de carga durante mucho tiempo.
Más ambiciosa aún es la torre que UBS proyecta en Altstetten, Zúrich: 108 metros y capacidad para 2.800 empleados. Estará terminada en 2031 y, si no se adelanta algún competidor, será la torre de madera más alta del mundo. Pero no por mucho tiempo: en Basilea, el Banco de Pagos Internacionales planea un edificio de 122 metros para ese mismo año.
En la Suiza francófona también hay movimiento. En Lausana, la torre Tilia —de 85 metros— combinará madera de haya y hormigón. Y en Malley, otra torre se levantará sobre un edificio ya existente, utilizando un 95 % de madera suiza.

Ventajas técnicas y ambientales
Las piezas de madera se fabrican con precisión digital y se ensamblan en obra con rapidez. Esto reduce plazos y emisiones. “La madera es ideal para construir sobre pilotes, gracias a su bajo peso”, explicó Sébastien Droz, portavoz de Lignum, la asociación de profesionales del sector.
Además, su huella de carbono es mucho menor: un metro cúbico de madera fija 1.000 kg de CO₂, mientras que el mismo volumen en hormigón armado emite entre 350 y 400 kg. Así lo explicó el ingeniero forestal y catedrático emérito Ernst Zürcher, uno de los referentes del país en el tema.
Sin embargo, Zürcher planteó dudas sobre el uso masivo del recurso para estructuras monumentales. “Tal vez sea mejor pensar en metros cuadrados antes que en metros cúbicos”, dijo. Según él, aislar edificios existentes con madera aportaría más a la eficiencia energética que construir nuevos rascacielos.

¿Cuánta madera hay realmente disponible?
Los bosques suizos generan naturalmente unos 10 millones de metros cúbicos de madera al año. Actualmente se extraen 5 millones, de los cuales un 25 % se destina a leña. Esto deja un potencial adicional de unos tres millones de metros cúbicos anuales para la industria de la construcción. “La clave está en usar la madera de manera estratégica”, señaló Rafael Villar.
Un ejemplo: en el proyecto de un gimnasio en Aigle (cantón de Vaud), Charpente Concept utilizó árboles dañados por el escarabajo de la corteza. Si se tala a tiempo, la madera afectada por el hongo azul que provoca este insecto aún puede aprovecharse.
No obstante, parte de la madera suiza aún se quema como leña o se exporta en bruto para reimportarla transformada. Zürcher lo consideró un desperdicio: “Quemarla no genera valor agregado. En cambio, la industria maderera emplea a 85.000 personas y activa cadenas productivas en todo el país”.

El debate sobre el futuro del recurso
El especialista propone una jerarquía racional: primero usar la madera para edificación, luego para compuestos, después para papel y, en último lugar, para combustión. De este modo, se preserva mejor el recurso y se maximiza su valor social y ambiental.
La ley forestal suiza, vigente desde 1903, establece que los bosques deben talarse para garantizar su mantenimiento. Pero los ingresos por venta de madera no alcanzan para cubrir los costos. De ahí la importancia de una industria activa, que justifique la extracción sin degradar los ecosistemas.

Arquitectura, cultura y oportunidad
Desde 2009, el premio Lignum distingue las mejores construcciones en madera del país. “La calidad y el volumen de proyectos ha crecido mucho”, dijo Droz. Uno de los más llamativos es la pasarela aérea de 500 metros que recorre el bosque en Toggenburgo, cantón de San Galo.
La madera suiza no sólo gana terreno por su valor ambiental o su eficiencia técnica. También apela a una identidad cultural profunda, a un modo de construir ligado al paisaje, a los oficios tradicionales y a una nueva conciencia ecológica.
El desafío ahora es equilibrar innovación y sostenibilidad. Conservar los bosques, activar la economía local y construir con inteligencia. Como dijo Zürcher: “La madera no es solo un recurso. Es una oportunidad”.

Hacé tu comentario