Buenos Aires (AT) – Cuando la historia y la cerveza se cruzan, el resultado suele ser apasionante. En pleno corazón de Europa, allá por el siglo XV, surgieron varias de las grandes cerveceras actuales gracias a las comunidades monásticas. Una de las más emblemáticas es Paulaner, cuyo origen está directamente vinculado con la Orden de los Mínimos y una curiosa necesidad: sobrevivir al ayuno cuaresmal.

De Nápoles a Múnich: un viaje espiritual y cervecero
La Orden de los Mínimos fue fundada en 1435 por San Francisco de Paula en la región de Calabria, al sur de Italia. Su filosofía era radicalmente austera: los monjes no solo pronunciaban los clásicos votos de pobreza, castidad y obediencia, sino que también se abstenían del consumo de carne y de otros productos de origen animal. Hoy podríamos decir que fueron de los primeros veganos convencidos.
En 1634, algunos miembros de esta orden se trasladaron a Múnich, Alemania, instalándose en el claustro de Neudeck ob der Au. Allí, los monjes comenzaron a producir cerveza no solo como parte de su subsistencia, sino también como un medio para cumplir con su riguroso calendario de ayuno. La cerveza, rica en calorías y nutrientes, se convirtió en su “pan líquido”.

El nacimiento de la “Salvator”
Para soportar las estrictas restricciones alimenticias de la Cuaresma, los monjes elaboraron una cerveza de estilo Bock, más fuerte y densa. Esta bebida, que tiempo después evolucionaría al estilo Doppelbock, era conocida como “Salvator”, un nombre derivado del término alemán “Sankt Vater” (“Santo Padre”).
La Salvator no tardó en trascender las paredes del monasterio. Los monjes comenzaron a venderla o intercambiarla por bienes con la comunidad local. La calidad y el cuerpo de esta cerveza llamaron la atención rápidamente, convirtiéndola en un éxito popular.

Conflictos y bendiciones desde Roma
El éxito de la Salvator provocó recelos entre los cerveceros locales de Múnich, quienes presentaron una queja formal ante las autoridades municipales. Según documentos históricos citados por el historiador cervecero Horst Dornbusch, el conflicto llegó hasta oídos del Papa.
La leyenda cuenta que se envió una muestra de la cerveza a Roma para su evaluación. El largo y accidentado viaje deterioró la bebida, haciendo que su sabor resultara espantoso al paladar pontificio. El Papa, interpretándolo como una forma de penitencia aceptable, autorizó su consumo exclusivo durante la Cuaresma. Así, lejos de prohibirla, la iglesia terminó bendiciendo de forma indirecta la Salvator.

De monasterio a industria
La historia de Paulaner tuvo un giro fundamental en 1799, cuando la abadía fue secularizada y convertida en prisión. La cervecería quedó en manos de Franz Xaver Zacherl, un maestro cervecero que mantuvo viva la tradición monástica.
Desde 1813, Zacherl comercializó la Salvator como producto estrella, impulsando su fama más allá de Baviera. En 1861, se inauguraron las Bodegas Salvator en Nockherberg, Múnich. Posteriormente, en 1928, la fusión con la Gebrüder Thomas Bierbrauerei dio nacimiento a la Paulaner Salvator Thomas Bräu.
En 1994, la empresa adoptó el nombre de Paulaner Brauerei AG, para luego reorganizarse en 1999 como Paulaner GmbH und Co. KG, su denominación actual.
Hoy, Paulaner es una de las ocho cervecerías autorizadas a servir su producto en la Oktoberfest de Múnich, donde más de seis millones de visitantes celebran anualmente el culto a la cerveza.

Cifras que hablan
Paulaner produce actualmente más de 2,4 millones de hectolitros de cerveza al año, según datos proporcionados por la propia empresa en su último reporte anual. Exporta a más de 70 países y figura entre las cinco marcas de cerveza más grandes de Alemania.
El “Starkbierfest”, el festival de la cerveza fuerte que Paulaner organiza cada año en el Nockherberg, recuerda la tradición de la Salvator y es uno de los eventos más populares de la primavera bávara, atrayendo a miles de personas.

Una tradición que no se detiene
“La Salvator sigue siendo nuestro corazón y alma”, afirmó Andreas Steinfatt, director de Paulaner Brauerei, en una entrevista reciente publicada en el diario Süddeutsche Zeitung. Steinfatt destacó que “cada litro de Salvator es un homenaje a los monjes que encontraron en la cerveza una manera de sostener su fe y su cuerpo”.
Actualmente, Paulaner mantiene viva su herencia monástica mediante la preservación de recetas tradicionales, junto con un enfoque contemporáneo que combina tecnología de punta y respeto por los antiguos métodos de elaboración.

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